
Bajo presión coordinada: Cómo fue la trastienda para que Hamas aceptara el acuerdo de cese el fuego
Apremiados por sus anfitriones en el extranjero y cada vez más despreciados en su país, el grupo militante no tuvo más opción que ceder a un pacto que no quería.

Cuando el líder de Hamas, Khalil Al-Hayya, vio por primera vez el plan del presidente estadounidense, Donald Trump, para la paz en Gaza, que exigía que su grupo se desarmara con pocos pasos concretos para garantizar que Israel pusiera fin a la guerra, su reacción inmediata fue no. Pero dos días después, Hamas respondió afirmativamente a los mediadores árabes. El acuerdo no había cambiado. La presión sobre Hamas, sí.
Los enviados del presidente Trump, Steve Witkoff y Jared Kushner, se habrían reunido con los líderes de Hamas para concretar el acuerdo sobre Gaza con su aprobación, según informó el Canal 12 de Noticias de Israel. Estos aseguraron a los líderes de Hamas que Trump no permitiría que Israel reanudara la guerra después de la liberación de los rehenes, siempre y cuando el grupo cumpla con sus compromisos bajo el acuerdo.

Fue la segunda vez que Estados Unidos mantiene conversaciones directas con Hamas, tras las conversaciones previas en marzo entre el enviado de rehenes de Trump, Adam Boehler, y representantes de Hamas. El plan, con importantes modificaciones por parte de Israel y presentado a Hamas por el primer ministro catarí y el jefe de espionaje egipcio, no se parecía en nada a lo que Hayya esperaba, según funcionarios al tanto de las conversaciones.
Hayya, quien menos de un mes antes había sido blanco del audaz ataque israelí contra Hamas en Catar, les informó a sus visitantes que el grupo mantendría a sus rehenes israelíes hasta obtener garantías efectivas del fin de la guerra. Pero allí comenzó la presión regional: Egipto y Qatar le dijeron a Hayya que el acuerdo era su última oportunidad para poner fin a la guerra, según los funcionarios.
Presionaron a Hamas para que comprendiera que mantener a los rehenes se estaba convirtiendo en una desventaja estratégica, lo que le daba a Israel una fuente de legitimidad para seguir combatiendo. Al día siguiente, junto con Turquía, le advirtieron que si Hamas no aprobaba el plan, éste quedaría despojado de toda cobertura política y diplomática; Qatar y Turquía ya no albergarían a los líderes políticos del grupo, y Egipto dejaría de presionar para que Hamas tuviera voz y voto en el gobierno de Gaza tras la guerra, dijeron los funcionarios.
Eso bastó para que Hamas aceptara liberar a todos sus rehenes en Gaza y firmara la primera parte del acuerdo de paz de Trump, renunciando a su principal baza para mantener un lugar en la mesa. Si bien modificó su aceptación con fuertes reservas que reflejaban sus preocupaciones sobre el acuerdo, Hamas le dio a Trump la oportunidad de declarar la victoria y preparar el terreno para la liberación de los rehenes a principios de esta semana.
“El propio Hamas ha estado bajo mucha presión de los mediadores regionales”, declaró Tahani Mustafa, investigador visitante del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, a The Wall Street Journal. “Hamas también sabe que probablemente no sobrevivirá políticamente a esto si la situación continúa por este camino, especialmente considerando que su popularidad está en declive”, añadió.
Por otro lado, la mejora de las relaciones con Turquía y el Golfo le dio a Trump influencia entre los países vinculados a Hamas. Mientras tanto, los países del Golfo se alarmaron ante la posibilidad de que la guerra pusiera en peligro su propia seguridad tras el ataque aéreo israelí contra Hamas en Qatar.
Hamas también estaba bajo una creciente presión en su país: corto de fondos, apenas capaz de mantener una guerra de guerrillas contra las fuerzas israelíes que se han apoderado de gran parte de Gaza, y enfrentándose a un público palestino que ha sufrido hambre y ruina y sólo quería que la guerra terminara.
Una vez que Trump logró que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, aceptara públicamente poner fin a la guerra, Hamas quedó acorralado como el único que se resistía. También había mostrado cierta voluntad de entregar armas más pesadas, como lanzacohetes, a los monitores árabes y de permitir que algunos de sus líderes abandonaran Gaza, dijeron mediadores árabes.

Mientras tanto, Israel hizo caso omiso de la presión internacional para poner fin a la guerra y adoptó una línea más dura, lanzando una nueva ofensiva en el centro poblacional de la Ciudad de Gaza y exigiendo la capitulación de Hamas para poner fin a los combates. También lanzó campañas contra el Líbano e Irán, que aumentaron la desconfianza árabe hacia Israel. Y el ataque a Qatar terminó la tarea de mostrar el riesgo de desestabilizar a la región, fortaleciendo la oposición a la guerra.
Trump buscó al presidente turco Recep Tayyip Erdogan, quien reunió a líderes musulmanes en la ONU para Gaza. Su jefe de inteligencia, Ibrahim Kalin, participó en las negociaciones sobre rehenes en la ciudad egipcia Sharm El-Sheikh, lo que reforzó la sensación de que había apoyo regional a un acuerdo. Así, a Hayya y Hamas se les agotaba el tiempo, ya que las potencias regionales cerraban filas.
Antes de que concluyeran las reuniones el primer día, los mediadores lanzaron una advertencia a Hamas: “Confía en el plan de Trump o te enfrentarás a una guerra interminable. Tienes cinco días para decidir”. Previo a esa fecha límite, y con debates aún sin resolver sobre cuestiones clave, como la línea exacta de retirada de las fuerzas israelíes en Gaza y la lista de prisioneros palestinos que serán liberados, a Hamas no le quedó otra que aceptar formalmente la liberación de los rehenes.
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