Por Marta QuinterosChina exige a influencers ir a la universidad para hablar sobre salud o finanzas en redes sociales
La nueva ley, que entró en vigor el 25 de octubre, busca frenar la desinformación en línea. Sin embargo, los críticos han acusado censura por parte del gobierno hacia la libertad de expresión en línea.

La nueva ley china sobre influencers, que entró en vigor el 25 de octubre, exige que cualquier persona que cree contenido en redes sociales sobre temas delicados, como medicina, derecho, educación o finanzas, posea cualificaciones oficiales en esos campos. En concreto, los influencers que aborden temas regulados deberán acreditar su experiencia mediante títulos académicos, licencias profesionales o certificados.
Los influencers que infrinjan las normas podrían enfrentarse a la suspensión de sus cuentas, prohibiciones o multas de hasta 100.000 yuanes (unos 14.040 dólares estadounidenses). La Administración del Ciberespacio de China (CAC) afirmó que el objetivo es combatir la desinformación y proteger al público de consejos falsos o perjudiciales.
Por ejemplo, los influencers deben indicar claramente cuándo la información proviene de estudios o cuándo un video incluye material generado por IA. La CAC ha ido aún más lejos al prohibir la publicidad de productos médicos, suplementos y alimentos saludables para evitar promociones encubiertas disfrazadas de videos “educativos”.
A su vez, las plataformas de redes sociales como Douyin (la versión china de TikTok), Bilibili y Weibo estarán obligadas a informar a los usuarios sobre sus responsabilidades al compartir contenido en línea, además de que deberán verificar las credenciales de los creadores y asegurarse de que su contenido incluya las citas y los avisos legales correspondientes.
Sin embargo, esta medida también ha suscitado inquietudes sobre la censura y la libertad de expresión.
¿Autenticidad o control?
Pese a la ventaja expuesta por la CAC, los críticos advierten que la ley podría perjudicar la creatividad y limitar la libertad de expresión. Argumentan que, al controlar quién puede hablar sobre ciertos temas, China no solo podría bloquear la desinformación, sino también restringir las voces independientes y el debate crítico.
A muchos les preocupa que el concepto de “experiencia” se defina de forma demasiado restrictiva, otorgando a las autoridades más poder para silenciar a quienes cuestionan las versiones oficiales o aportan puntos de vista alternativos. “Lo próximo será que necesitemos una licencia para publicar opiniones”, compartió un creador de contenido residente en Beijing en Weibo.
Otros, sin embargo, acogieron con satisfacción la medida, afirmando que la nueva ley permitiría la difusión de contenido bien documentado sobre temas importantes y delicados. Muchos argumentaron que, para evitar la desinformación, solo los profesionales del sector deberían poder hablar y debatir sobre dichos temas. “Ya era hora de que los expertos lideraran la conversación”, comentó un usuario en Weibo.
El auge de la cultura de los influencers ha transformado la manera en que las personas se informan. Se valora a los influencers por su cercanía y autenticidad, y por su capacidad de conectar con el público de formas que los expertos tradicionales no logran. Sin embargo, cuando estos creadores comparten información engañosa o inexacta, las consecuencias pueden ser graves, argumentan los defensores de la nueva ley.
Credibilidad global en duda
El debate surge en un momento en que la información difundida por influencers se ha convertido en una poderosa alternativa a los expertos tradicionales. Desde consejos de salud hasta asesoramiento financiero, los creadores de contenido suelen ganar seguidores mostrándose cercanos y confiables, incluso sin cualificaciones formales.
Sin embargo, la desventaja es clara: la desinformación se propaga rápidamente cuando los temas complejos se simplifican en exceso o se tergiversan en línea.
También surge a raíz de una investigación de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) que revela importantes desafíos en materia de verificación en la economía de los creadores de contenido. Según un estudio reciente de la UNESCO realizado por la Universidad Estatal de Bowling Green, solo el 36,9% de los creadores de contenido digital verifican la información antes de compartirla con el público.
El estudio reveló que el 41,7% de los creadores utilizan métricas de popularidad, como los “me gusta” y las visualizaciones, como indicadores principales de credibilidad para las fuentes en línea. Los creadores de contenido se nutren principalmente de experiencias personales (58,1%), seguidas de investigaciones independientes y entrevistas con expertos (38,7%).
Riesgos sobre influencers
El debate sobre el impacto de los influencers en las redes sociales no es nuevo, pero otro estudio reciente de la Universidad de Portsmouth ha arrojado nueva luz sobre el lado oscuro de esta floreciente cultura digital.
Según la investigación, los influencers de las redes sociales pueden plantear riesgos psicológicos, de salud y de seguridad, lo que sugiere que podrían ser necesarias regulaciones más estrictas para proteger a los usuarios y consumidores.
Si bien los influencers han transformado el marketing global al moldear el comportamiento de compra, las estrategias de marca e incluso las tendencias sociales, el estudio destaca los crecientes costos éticos y psicológicos que se esconden tras el glamour.
Los investigadores descubrieron que el contenido impulsado por influencers a menudo promueve la desinformación, ideales de belleza poco realistas, productos dañinos y una cultura de comparación tóxica, lo que conduce a patrones de consumo engañosos y mayores vulnerabilidades en materia de privacidad.
Ambos informes llegan en un momento en que se prevé que el marketing de influencers alcance los 480 mil millones de dólares en 2027, y las marcas dependen cada vez más de los creadores de contenido para generar confianza e interacción en línea. Sin embargo, los expertos advierten que, sin una supervisión adecuada, la influencia de estas personalidades digitales podría tener un alto costo emocional y social.
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