Lukashenko: Un autócrata en problemas

Manifestantes llevan carteles que muestran cuerpos golpeados supuestamente por la policía y otro burlandose del Presidente Alexander Lukashenko en Minsk. Foto: AP

"La principal razón, aunque no la única, de por qué el gobernante bielorruso está contra las cuerdas se remonta al domingo 9 de agosto, cuando Lukashenko postuló a su quinta reelección consecutiva y se declaró ganador con el 80% de los votos. Desde entonces, la oposición ha denunciado un fraude electoral y represión policial".



En 2003, cuando se aproximaba a cumplir una década en el poder, a Alexander Lukashenko le preguntaron sobre si se consideraba autoritario. Su respuesta fue clara, sin artilugios: “Un estilo de gobierno autoritario es característico de mí, y siempre lo he admitido. Hay que controlar el país, y lo principal es no arruinar la vida de las personas”. Diecisiete años después de ese arranque de honestidad, el Presidente de Bielorrusia es ahora presa de sus propias palabras, ya que los cientos de miles de personas que han salido a las calles cuestionan precisamente eso: su perfil de autócrata.

Como una olla a presión, hace años que se viene engendrando el descontento en la ex república de la URSS, gobernada desde 1994 por Lukashenko, que en su momento dirigió una granja colectiva soviética y que se suele presentar ante la población como una suerte de "padre fundador" del país. Desde temprano, apostó por el rol del Estado y mantuvo los símbolos soviéticos. Incluso, su servicio secreto tiene las siglas de KGB. No por nada, fue el único miembro del Partido Comunista de la antigua república soviética que votó en contra de la disolución de la URSS.

La principal razón, aunque no la única, de por qué el gobernante bielorruso está contra las cuerdas se remonta al domingo 9 de agosto, cuando Lukashenko postuló a su quinta reelección consecutiva y se declaró ganador con el 80% de los votos. Desde entonces, la oposición ha denunciado un fraude electoral y represión policial; su rival en las urnas (Svetlana Tijanóvskaya, de 37 años y novata en política) se refugió en Lituania, y miles de personas han repletado las calles de Minsk, en las mayores manifestaciones en el país desde 1991.

Sin embargo, las causas del descontento son más profundas: falta de modernización, represión a la oposición, crisis económica, falta de libertades y pobreza. Según las últimas proyecciones, se espera que el PIB se contraiga un 4% este año, aunque la cifra real sería mucho mayor. También el "combate" a la pandemia está sobre la mesa, ya que Lukashenko sugirió que la mejor medicina contra el Covid-19 era el vodka, lo que fue visto como una señal de desconexión con la realidad del ciudadano común.

Lukashenko, que también estaría perdiendo el apoyo de su base obrera, está intentando ganar tiempo y propuso un referendo para modificar la Constitución y así "compartir" el poder. Sin embargo, se trataría de una maniobra más, ya que el gobernante está empecinado en mantenerse en la Presidencia. De hecho, dijo que sus rivales tendrían que matarlo para que él ceda y que no está dispuesto a realizar nuevas elecciones. Por lo mismo, sus críticos se refieren a él como "el último dictador de Europa".

Aunque las masivas protestas podrían cambiar el escenario en Bielorrusia, hay varios factores en juego, como el rol de Vladimir Putin y el fantasma a una intervención tipo Ucrania. Por eso ahora Lukashenko se presenta como un “defensor de la independencia”, ya que según él quieren imponer “un gobierno desde el extranjero”. Tal como ocurrió en 2003 en Georgia y en 2014 en Ucrania, la última palabra la podría tener Moscú, que al igual que esos países considera a Bielorrusia como parte de su área de influencia.

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