40 y 20: es el mercado lo que importa



Por Rodrigo Montero, decano de la Facultad de Administración y Negocios, Universidad Autónoma

Desde el Ejecutivo se busca impulsar una reducción de la jornada laboral para llegar a las 40 horas. Difícil no estar de acuerdo en el fondo con una idea de este tipo. Es el camino natural, por lo demás, a medida que los países avanzan en sus niveles de desarrollo y Chile ha avanzado mucho durante los últimos 30 años.

Pero más allá de lo que el policy maker proponga, es importante saber en qué pie están las empresas para absorber una reforma de esta naturaleza. En términos generales, la propuesta tiene una buena acogida y, de hecho, tanto es así que ya son varias las empresas que han avanzado en esta dirección. El mayor desafío se presenta para las pymes, quienes, además, se encuentran expectantes respecto de en qué va a decantar la discusión sobre el aumento del salario mínimo. Porque si a un alza significativo de éste, se suma una reducción de la jornada laboral (en un contexto de pandemia por lo demás, donde muchas empresas recién están logrando ver la luz al final del túnel), el cóctel puede terminar siendo fatal.

No obstante, una reforma de este calibre se puede viabilizar en la medida que se implemente de una manera gradual, para permitirles a las pequeñas empresas enfrentar los costos que esto les significará. El Ministerio de Hacienda se ha propuesto hacer las reformas viables y sostenibles en el tiempo, así es que no queda más que confiar en que así será.

Sin embargo – y por eso los “40 y 20″ –, hay un tema que sería bueno que una reforma de este tipo aborde, y guarda relación con el empleo a tiempo parcial y la flexibilidad. El mercado clama, hace años ya, por contar con una política de flexibilidad laboral, y que promueva decididamente el trabajo a tiempo parcial. Dotar de mayores grados de libertad a empresas y trabajadores para pactar sus jornadas mejorará la calidad de los emparejamientos que se producen en el mercado laboral. Lo cual, también, hará que estos sean sostenibles en el tiempo.

Con esto también se podrá mejorar la participación laboral, especialmente la de las mujeres ­–uno de los grupos rezagados en esta recuperación que hemos vivido–, lo cual es imperativo para alcanzar mejores tasas de crecimiento tendencial (otra asignatura pendiente en nuestro país).

Dentro de este entorno de mayor flexibilidad -que se puede dibujar a partir de una nueva reforma al mercado laboral-, no puede quedar fuera el teletrabajo, fuertemente impulsado a propósito de la reciente pandemia. Necesitamos asegurarnos de que esta nueva modalidad no haya sido solo un paréntesis producto del Covid, sino más bien, un cambio de paradigma, que nos permita mejorar la participación, y la productividad de la economía.

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