Chile, China y el banco



Por Jorge Heine, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Boston

La historia del despacho desde Beijing de los ventiladores adquiridos por la CPC para enfrentar la pandemia de Covid-19 es notable. Su almacenamiento en el comedor y living de la residencia de la Embajada de Chile, y las rutas secretas seguidas por los aviones que los transportaron a Chile, para evitar su intercepción y confiscación por otras potencias (como le habría ocurrido a embarques desde China destinados a Alemania y Francia), parece propio de una serie de Netflix.

El episodio ilustra la estrecha relación entre Chile y China, y el grado al cual nuestro país depende no solo del mercado chino para sus exportaciones, sino que también de productos chinos en muchos rubros, incluyendo el sanitario. Parte del crecimiento que ha tenido Chile en los últimos veinte años se debe a esos lazos, muy unidos al papel pionero de Chile en las relaciones con China.

Ese papel está siendo abandonado. Prueba de ello es el Banco Asiático de Inversión e Infraestructura (BAII) con sede en Beijing. Con un capital de 100 mil millones de dólares y 80 países miembros, el BAII ya ha prestado 13,7 mil millones de dólares para 70 proyectos en sus cinco años de existencia. Chile ingresó como miembro prospectivo en 2017 y  la Presidenta Michelle Bachelet fue la primer jefe de Estado en visitar el Banco. Este gobierno, sin embargo, se ha negado a formalizar el ingreso de Chile al BAII.

El Ministerio de Hacienda, que lleva el tema, dejó pasar la oportunidad de que Chile hubiese sido el primer país latinoamericano en ingresar como miembro pleno. De los ocho países sudamericanos con calidad de miembros prospectivos, primero Ecuador y ahora Uruguay lo han hecho, mientras Chile sigue “arrugando” (los otros miembros prospectivos de la región son Argentina, Brasil,  Bolivia , Perú  y Venezuela). Las cuotas son nominales, y pagaderas en cómodas cuotas anuales, de manera que no es cuestión de recursos, sino que de voluntad política. Como van las cosas, lo más probable es que Bolivia formalice su ingreso antes que Chile, dando una señal clara de cómo comparan las prioridades diplomáticas de ambos países en materia de relaciones con Beijing.

Aunque el objetivo del BAII es promover el desarrollo de la infraestructura en Asia, también considera proyectos extrarregionales, pero pertinentes para Asia. Ello incluiría los corredores bioceánicos entre el Atlántico y el Pacífico y puertos en la costa sudamericana del Pacífico. Más allá de ello, representa el auge de las nuevas instituciones financieras internacionales propias de nuestra época y del Sur Global, instrumentos de una nueva diplomacia financiera colectiva. 

Tal vez el ministro Ignacio Briones, que ha traído una brisa de viento fresco a Teatinos 120, podría poner fin a esta incómoda situación, ratificar que Chile es un país serio que cumple sus compromisos, y formalizar nuestro ingreso al BAII. Tres años en calidad de miembro prospectivo en una institución financiera internacional es el equivalente a ingresar a un club y no pagar las cuotas por tres años. No es considerada la mejor de las prácticas.

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