Columna de Alejandra Sepúlveda: Niñez, nacer y crecer en Chile
En nuestro país, hoy nacen menos niñas y niños. Hasta junio hubo 70.336 nacimientos, un 22,9% menos que el primer semestre de 2023. La tasa de fecundidad es una de las más bajas del mundo, con 1,5 hijos por mujer (INE, 2024), insuficiente para el reemplazo generacional. Se trata de un cambio demográfico importante de Chile y de muchos otros países.
¿Cómo se revierte esta tendencia? ¿Puede un gobierno lograr que la gente tenga más bebés? Estas preguntas fueron abordadas en un reciente artículo del New York Times, a raíz de la discusión sobre la baja natalidad que se ha tomado parte de la reñida y a veces hilarante campaña electoral en EE.UU. Para contestar la interrogante, en la nota se detallan los esfuerzos que se han hecho en los últimos 30 años en Japón, al perseguir este objetivo sin conseguir revertir la estadística.
La conclusión parece clara: ningún subsidio es suficiente ni puede obligar a una mujer, a una pareja, a tener descendencia, cuando no están dadas las condiciones para hacerlo, en un mundo tan incierto como el actual, tratándose de una responsabilidad que es para toda la vida y que impacta de lleno en la autonomía personal. Sin embargo, la experiencia nipona muestra cuánto se puede hacer para aumentar la calidad de vida de los niños y niñas que nacen y crecen en su país y la de sus exigidos cuidadores: extensión hasta en un año de las licencias para el cuidado de los hijos menores, inversión en más plazas subvencionadas para guarderías, impulso al mayor involucramiento de los hombres en las tareas domésticas y a tomar licencias por paternidad, y rol activo de las empresas en la reducción de la jornada laboral. Hay experiencias similares en otros países, como bien registra anualmente el Foro Económico Mundial.
Esta es una cuestión prioritaria también para Chile. Porque la calidad de vida en la primera infancia ha empeorado en siete años. Así lo señala el Informe Nacional del Bienestar de la Niñez (Fundación Colunga, 2024), que evidencia el deterioro en indicadores clave de salud, aprendizajes y condiciones de cuidado. Y aunque globalmente la pobreza se haya reducido, de 4,7 millones de niñas y niños que hay en Chile, un 11% vive en hogares con pobreza por ingresos e inseguridad alimentaria (Casen 2022). El aumento de la inseguridad de los entornos es otra gran preocupación para toda la población.
Por eso, aunque las demandas sociales se acumulan, en ComunidadMujer somos enfáticas en señalar la importancia de invertir en la niñez y su protección. En específico en educación de la primera infancia, extendiendo el derecho al cuidado institucionalizado de niñas y niños para que este no dependa de la situación laboral de sus madres. Ello también facilitará el empleo femenino y dará una señal importante en corresponsabilidad y en el indispensable crecimiento económico que requerimos. Reiterar este mensaje a los actores políticos es importante, porque en estos dos años electorales, su voluntad y mirada futura el Chile se pondrá a prueba transversalmente en las urnas y es algo que la ciudadanía debe preguntarse caso a caso.
Por Alejandra Sepúlveda, presidenta ejecutiva de ComunidadMujer