Columna de Diana Aurenque: La calle y la resistencia

Barrio Bellavista


Los asesinatos y hechos de violencia acontecidos en el último tiempo sumergen al país entero en una profunda consternación. Transversalmente se unen diversas fuerzas políticas para afrontar el problema de la inseguridad que se ha vuelto normal e incluso cotidiano. Ya no es, como antes, que la delincuencia se localiza en algunos sectores específicos. Tampoco es la misma delincuencia, al parecer. En Chile, siempre ha habido delincuentes, siempre ha habido robos, violencia y narcotráfico; las poblaciones hace mucho tiempo saben de esto. Y, sin embargo, pareciera ser que su despliegue hoy es distinto. Una suerte de delincuencia “peor”, como si antes hubiera tenido otros códigos, una moral implícita con acuerdos propios: no se dispara a matar, no se mata a un carabinero, etc. Puede parecer extraño decir que los maleantes eran “menos malos”, como si se pudiera ser malo a medias o medio delincuente. Pero por extraño que parezca, algo de cierto tiene pensar esto.

En Independencia, por ejemplo, donde crecí, muy cerca de la casa de mis padres, siempre supimos de poblaciones donde no se debía entrar en la noche, menos a pie. Pero había otros sectores donde sí caminábamos: Bellavista, por ejemplo, era un lugar donde las personas paseaban, vitrineaban, disfrutaban. Hoy, si alguien va de fiesta a algún club en ese barrio, se llega a destino en taxi o en Uber y, al terminar, a nadie se le ocurre caminar y pasear un poco. Todos esperan afuera del lugar -como estatuas- por sus transportes.

La discusión sobre la criminalidad y la delincuencia, y tras el asesinato de tres carabineros en pocos días, ha hecho evidente que necesitamos más policías en las calles. Toda la política y el gobierno, pese a las diferencias y críticas del pasado a la institución, enfatizan su respaldo a Carabineros. Y no cabe duda de que los necesitamos. Sin embargo, las calles también necesitan de nosotros.

Porque, aunque suene suicida, las calles no pueden soltarse. Mientras más solitarias se encuentren, mientras más baldías estén las veredas a partir de medianoche y nos quedemos encerrados al interior de nuestras casas, más espacio le regalamos a la delincuencia. La noche, particularmente, tiene que poder ser recuperada desde lo público, y eso es desde la calle.

Por definición, las calles son vías públicas, espacios de tránsito y de encuentro entre personas. Pero las calles no solo se transitan, a las calles hay que habitarlas. Todos debemos tener “más calle”-empezar a tenerla o recordarla; las plazas públicas tienen que poder ser espacios de reunión y congregación ciudadana. No puede ser que apenas anochezca, la calle se transforme en tierra de nadie o zona de guerra. Porque la calle siempre ha sido también otra cosa: lugar de resistencia.

¿Y cómo resistir en las calles? Ocupándolas, generando actividades culturales, festivales, o incluso fiestas. Por cierto, no para generar desmadres, sino para reaprender el uso del espacio público. Hoy, la organización colectiva y territorial puede ser uno de los factores cruciales para recuperar no solo más carabineros, sino más personas que se reconcilien con la ciudad y resistan también contra el miedo.

Por Diana Aurenque, filósofa Universidad de Santiago de Chile

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.