Opinión

La criminalidad en épocas electorales

Luego del primer debate de los candidatos presidenciales es claro que la preocupación por la seguridad está instalada en el centro de la agenda y que las ideas para enfrentar el crimen son bastante parecidas. Más policía, más cárcel, más inversión en tecnología, intervención de todo tipo en las fronteras serían los ingredientes principales mencionados por prácticamente todos los candidatos.

Ingredientes necesarios, pero no suficientes.

En Chile necesitamos reconocer que enfrentamos al menos tres problemas que requieren respuestas diferentes. Primero, el uso de violencia para resolver conflictos cotidianos se percibe en múltiples espacios. Recuperación del espacio público para los vecinos, cero tolerancia a la violencia verbal, protección de los espacios escolares y hospitales para controlar la violencia entre colegas, clientes, padres, profesores es urgente. El reconocimiento transversal de la necesidad en la educación pública y privada de mecanismos de mediación que nos permitirían mejorar la calidad de la convivencia, la posibilidad del diálogo, la disminución de la fragmentación y la discriminación cotidiana. Dar claras señales desde los principales liderazgos que la violencia en sus múltiples expresiones no será tolerada, es urgente.

Segundo, los delitos cotidianos no aumentan, pero son más violentos y los cometen niños y jóvenes, principalmente chilenos, que hoy con acceso a armas terminan convirtiendo en homicidio lo que era inicialmente un asalto. Jóvenes que dejaron el colegio y no tienen capacidad real de conseguir trabajo. Niños que pasaron por los servicios estatales de protección y generalmente terminaron socializados en la violencia, que enfrentan situaciones de consumo problemático de drogas y alcohol, que fueron víctimas de violencia en el hogar y solo saben responder con violencia. En sus barrios ya no encuentran a nadie (salvo la banda criminal) que los proteja o incluso escuche. Estos son los niños de Chile, para los que cárcel, castigo y más policía no los alejará del crimen, porque no les ofrecemos una real alternativa. Mejorar los sistemas de protección, aumentar los programas preventivos, intervenir escuelas con problemas profundos de violencia, consolidar programas de mentoría para aquellos que no logran quedarse en la educación, fortalecer la oferta pública para los adictos, aumentar los programas público-privados. La tarea ahí es proteger más que solo castigar.

Tercero, Chile es un país incluido en el desarrollo de múltiples mercados ilegales regionales e incluso globales. Desde el narcotráfico, el tráfico de migrantes hasta el contrabando de múltiples productos, los mercados florecen y evidencian las limitaciones del Estado para enfrentarlos. Tres son las principales áreas que deben ser intervenidas con rapidez: (1) controlar el mercado interno y externo de armas, los listados, las campañas de entrega, las iniciativas de revisión no son suficientes, por eso priorizar la investigación con inteligencia sobre la fuente de las armas que hoy llenan muchos territorios es una prioridad; (2) enfrentar cualquier indicio de uso de dinero ilegal, porque los mercados generan ganancias incalculables que entran en el mercado legal. Sin una rápida y seria capacidad estatal para bajar los incentivos para este negocio, poco cambiará; (3) los mercados ilegales crecen no batallando contra el Estado, sino comprando sus silencios, la lucha contra la corrupción debe ser prioritaria a todo nivel. Reconociendo que la sofisticación de los mercados es grande, que no hablamos de coimas entregadas en la calle sino de verdaderos mecanismos de compra de colaboración que requieren inteligencia y rapidez para asegurar efectividad.

La receta no es mágica, ni rápida, y mucho menos sencilla de implementar, pero es un paso adelante reconocer la complejidad de los problemas y la necesidad de involucrarnos en la búsqueda de políticas públicas de largo plazo que puedan enfrentarlos con seriedad. De otra forma, seguiremos escuchando debates mientras los problemas empeoran.

Por Lucía Dammert, académica de la Universidad de Santiago de Chile.

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