Los desafíos de Petro en Colombia

Las señales de moderación del Mandatario le permitieron sumar una clara mayoría en el Congreso. Mantenerla dependerá de su capacidad de concitar acuerdos y evitar la confrontación.



La asunción de Gustavo Petro como Presidente de Colombia hace poco más de una semana marcó un hito en la historia de ese país. Es la primera vez que un gobierno de izquierda toma las riendas del poder, relegando a un segundo plano a los partidos tradicionales que han ocupado la Casa de Nariño. Un hecho que fue posible tras los acuerdos de paz de 2016, que pusieron fin a más de 50 años de conflicto armado interno en el país, desmovilizando a la mayor y más antigua guerrilla aún operativa en el continente. La propia historia del nuevo Mandatario colombiano, que fue miembro del movimiento M19, otro grupo insurgente de izquierda desmovilizado a comienzos de la década de los 90, había jugado en contra de sus posibilidades de asumir la Presidencia. La nueva realidad colombiana permitió atenuar las históricas reticencias de la ciudadanía hacia un gobierno de izquierda.

Lo anterior, sin embargo, no quita que un porcentaje importante de los colombianos ve con preocupación el rumbo que pueda tomar el país en los próximos años. El hecho de que un candidato autodefinido como un “outsider” y ajeno al sistema político tradicional como Rodolfo Hernández obtuviera casi un 48% de apoyo y más de 10 millones de votos en la segunda vuelta electoral, da cuenta de ello. El propio Gustavo Petro, aparentemente consciente de ese hecho y de la necesidad de lograr una amplia base de apoyo político para llevar a cabo sus reformas no solo mostró señales de moderación y de responsabilidad fiscal en las semanas posteriores a su elección, sino que armó un equipo de gobierno que reúne desde figuras de su coalición de izquierda, el Pacto Histórico, hasta personas ligadas al Partido Liberal y al expresidente Juan Manuel Santos, grupos que a su vez le permitirán contar con una de las mayores bases de apoyo parlamentario de la historia reciente de Colombia.

Solo los congresistas del uribista Centro Democrático -que representan cerca del 10% de los escaños en ambas cámaras- se han definido como de oposición. El resto se presenta como independientes, mostrando una disposición abierta a colaborar con el nuevo gobierno. Ello plantea una oportunidad que dependerá del propio Petro si sabe aprovecharla para avanzar en sus cambios sin poner en riesgo el débil escenario económico y político que enfrenta Colombia desde 2019, con una serie de violentas protestas sociales.

En ese sentido, la primera apuesta fue el envío del proyecto de reforma tributaria, elaborado por el ministro de Finanzas José Antonio Campos -quien goza de reconocido prestigio internacional- y que crea, entre otras cosas, una tasa a los altos patrimonios, que va entre el 10% al 30%. Asimismo, aumenta en un 2% la tasa impositiva de quienes ganan más de US$ 2.400 al mes; reduce exenciones tributarias a las empresas, y eleva el tributo a los dividendos. Según el ministro, los cambios buscan elevar la recaudación en un 1,4% del PIB e incluso ha prometido que bajará la pobreza en un 4%. El desafío aparece complejo porque el gobierno asume con altas expectativas y la receta elegida para hacerle frente, lejos de favorecer la inversión y la creación de riqueza, puede terminar estancando una economía aún frágil tras la pandemia y que arrastra una tasa de desempleo que supera el 10%.

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