Pragmatismo

comercio


Por Rolf Lüders, economista

Ahora que estamos empezando a debatir el contenido de una nueva Constitución, es conveniente tomar en cuenta que la historia de la postguerra sugiere que las economías de mercado, abiertas al comercio internacional y en que, para maximizar el bienestar social, el gobierno regula, cuando pertinente, la actividad económica, generan altas tasas de crecimiento económico y de reducción de la pobreza. Se trata de un sistema que aborda el desarrollo adoptando -al margen de toda ideología- la mejor solución posible a los problemas existentes. Deseo acá ilustrar este punto en base a tres situaciones, dos de ellas en el contexto de sociedades libres.

En los años 1930, el colectivismo se estaba imponiendo en Europa y amenazaba con expandirse a E.E.UU. Ejemplos emblemáticos eran el fascismo en Alemania y el comunismo en Rusia. El avance de los socialismos de derecha e izquierda fueron entonces una reacción frente a problemas no solucionados por las políticas de laissez-faire dominantes. Ante la amenaza a las libertades individuales que representaba el socialismo totalitario, intelectuales liberales de centroizquierda, como el periodista Walter Lippmann, y de centro y de derecha, como los intelectuales Wilhelm Röpke y Friederich von Hayek, iniciaron, a partir del Coloquio Lippmann (1938) y de la creación de la Sociedad Mont Pelerin (1947), un movimiento que -con pragmatismo- propuso intervenciones del Estado en la economía, siempre que fueran compatibles con el funcionamiento de los mercados y de la democracia liberal. Aplicado este enfoque en Europa, generó altos niveles de bienestar.

En un segundo episodio, Deng Xiaoping, líder político comunista, declaró en 1960 y en referencia a la adopción de una economía de mercado en su país, que a él no le importaba que el gato fuese blanco o negro; mientras pueda cazar ratones, es un buen gato. En su época fue muy criticado por esta idea, pero eventualmente llegó al poder en China en 1978 y -con gran pragmatismo- impulsó reformas económicas liberalizadoras, que generaron en su país un crecimiento económico sin precedentes.

Finalmente está el caso del ex Presidente justicialista Carlos Menem. Debe haber sido en 1989, cuando en un seminario sobre privatización de empresas se le preguntó al entonces Mandatario por cuáles motivos su gobierno estaba proponiendo la privatización de la empresa telefónica local, siendo que unas pocas décadas atrás el fundador del justicialismo, Juan Domingo Perón, la había nacionalizado. Menem contestó escuetamente y en referencia a la ineficiencia de la mencionada empresa: porque deseo poder hablar por teléfono. Y su gobierno, moviéndose hacia una economía social de mercado, logró que, en la década en que Menem estuvo en el poder, casi se duplicara el PIB por persona de Argentina.

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