Por Sergio Molina Rodrigo Paz y el desafío de gobernar la incertidumbre

El triunfo de Rodrigo Paz en las elecciones bolivianas marca el cierre de un ciclo político de 20 años del Movimiento al Socialismo y el inicio de una etapa cargada de expectativas e incertidumbre. No fue una victoria por adhesión, sino por descarte: buena parte del electorado votó “en contra de” más que “a favor de”. Paz logró canalizar el cansancio con el MAS sin caer en la radicalidad que representaba Tuto Quiroga. Su triunfo fue, ante todo, un voto de rechazo a los extremos.
Los clivajes raciales y regionales fueron determinantes. Quiroga no supo enfrentar las tensiones históricas entre el occidente indígena y el oriente proempresarial, ni las fracturas sociales que aún atraviesan al país. Paz, abolengo pero tarijeño y de origen provincial, proyectó una imagen más inclusiva y cercana a los sectores urbanos y populares, apoyado por un vicepresidente que encarna —al menos en el discurso— la lucha contra la corrupción y la renovación política.
Su propuesta combina gradualismo económico con un capitalismo inclusivo: preservar los avances sociales del ciclo anterior, reducir la burocracia y mejorar la eficiencia estatal. Pero el nuevo gobierno deberá enfrentar una crisis económica y política profunda, agravada por el colapso del gobierno de Arce, que se va en la inanidad total, dejando un país con filas interminables en las estaciones de servicio, escasez de dólares y un corralito financiero. La gobernabilidad dependerá de su capacidad para administrar esa fragilidad sin romper el delicado equilibrio social, que Evo Morales —ya sin protagonismo político pero aún con influencia callejera— intentará tensionar al máximo.
En su relación con Chile, Paz ha optado por el pragmatismo. Ha anunciado que “dará vuelta la página” en el tema marítimo para concentrarse en desafíos comunes: delincuencia transfronteriza, migración irregular y contrabando. Bolivia necesita inversiones y socios comprensivos frente a la incertidumbre; Chile requiere vecinos estables y en crecimiento. Si ambos países logran entender ese punto de encuentro, este cambio político podría ser más que un relevo: el comienzo de una oportunidad compartida.
Por Sergio Molina Monasterios, doctor en Estudios Americanos y periodista boliviano-chileno. Coautor del podcast Hermanos entre fronteras.
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