Si no es con nosotras, no será



Por Maite Orsini, diputada; presidenta de la Comisión de Mujeres y Equidad de Género

Me atrevo a pensar que ya nadie, o muy pocas personas, dudan de la existencia de una pandemia global que nos ha obligado a hacernos conscientemente responsables de nuestro propio cuidado. Muy por el contrario, la vacuna nos ha mostrado que cuando entendemos la salud como un problema de todas y todos, es un sinsentido que se asigne dependiendo del tamaño del bolsillo de cada “cliente”. Todos contribuimos a la vacuna y todos la recibimos conforme a nuestra necesidad, edad, función, o estado de salud.

Sin embargo, hay otras pandemias, como la de la violencia machista, corriendo en paralelo a la de coronavirus y que, a pesar de la acumulada evidencia de su existencia, peligrosidad y la cantidad de víctimas que ha cobrado, cuenta con una buena cantidad de negacionistas: “la violencia no tiene género”; “el feminismo es el machismo invertido” y otras frases terribles siguen presentes en nuestros debates y en ciertos idearios. Todo a pesar de que, a diferencia del coronavirus, la pandemia de machismo y su violencia lleva décadas azotando a nuestra sociedad y castigando a mujeres, niñas y adolescentes a lo largo del país.

Pero el año pasado y como suele ocurrir en tiempos de crisis, buena parte del desastre económico y sanitario lo hemos cargado las mujeres con nuestros hombros. En tan solo unos meses de pandemia, retrocedimos 10 años de inserción laboral femenina; la cuarentena significó que muchas mujeres vivieran encerradas con sus agresores, disparando la cantidad de llamadas a números dispuestos por parte del Estado para ofrecer ayuda; evidenciamos la dificultad de las madres para cobrar las pensiones de alimentos del 10% que retiraron miles de padres deudores; y vimos la vulneración del derecho a un parto acompañado que se extiende por múltiples hospitales del país, entre otras terribles consecuencias de la crisis que cargamos solo las mujeres y solo por el hecho de ser mujeres. Todo, además, con un Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género abandonado durante semanas por parte del gobierno.

A pesar de todo lo anterior, el año pasado no fue puro retroceso para nosotras. Partimos aprobando la ley que estableció la paridad en el proceso constituyente, un hecho histórico para el movimiento feminista chileno e inédito para todo el mundo. A mitad de año, y aprovechando el empuje del movimiento social y de miles de madres jugadas por sus familias, logramos aprobar un posnatal de emergencia que permitió paliar, en algo, la crisis laboral y de cuidados. Terminando el 2020, la comisión de Mujeres y Equidad de género comenzó el debate sobre la despenalización del aborto, para que nuestros cuerpos sean por primera vez enteramente nuestros y de nadie más.

Todo lo anterior sirve para que miremos al futuro con esperanza. Por eso, estoy convencida de que en el proceso constituyente sacaremos en limpio las lecciones de décadas de la pandemia de violencia machista. Quizás, la primera lección que tenemos que sacar es justamente que la paridad en la convención constitucional fue solo el comienzo del partido que igualará la cancha en política para hombres y mujeres. Hoy es posible pensar que mañana tendremos paridad en todos los órganos colegiados del Estado, y que la democracia, por primera vez, asumirá que para ser democracia tiene que ser feminista. También será una oportunidad para debatir sobre cuidados, sobre participación laboral femenina en todo ámbito así como la importancia constitucional del principio de que a igual pega, igual paga. Y, aprovechando de que hablaremos mucho de igualdad, sin dudas discutiremos sobre garantizar la autonomía reproductiva de las mujeres, para que no carguemos más con deberes que los hombres, nunca y en ningún caso, deberán cargar.

Hoy nos sentimos más compañeras que antes, hoy sabemos que tenemos que enfrentar juntas todo lo que viene, hoy ya nos dimos cuenta que la sociedad no funciona sin nosotras. Y es así, juntas, como académicas, estudiantes, temporeras y trabajadoras de casa particular, sindicalistas y cuidadoras, todas, enfrentaremos todo lo que viene.

Porque si no es con nosotras, no será.

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