Por Andrés GómezJuan Carlos Altamirano: “Me produce desconfianza la gente aferrada dogmáticamente a una doctrina como la marxista-leninista”
Hijo del histórico secretario general de PS durante la UP y que impulsó la renovación socialista en el exilio, el exejecutivo de TVN firmó una carta de apoyo a Evelyn Matthei. Cineasta y sociólogo, Altamirano dice que votará por ella “por el bien del país”. Si bien ambos estuvieron en veredas distintas durante la dictadura, “no se puede vivir pegado al pasado, hay que trascender los rencores y los odios”, dice.
Creció en un mundo de izquierda, en el exilio. Vivió en Cuba, en la ex RDA y en Londres. Cineasta y sociólogo, Juan Carlos Altamirano lleva un apellido que condensa la historia y las tensiones políticas de los últimos 50 años: Carlos Altamirano Orrego, su padre, fue el secretario general del Partido Socialista durante la Unidad Popular. Y desde esa posición promovió la política del “avanzar sin transar”. Pero desde joven el hijo trazó un camino propio y buscó despegarse de esa herencia:
—Siempre digo que lo más revolucionario es lograr el equilibrio. El equilibrio en todo: en la vida personal y en la política -afirma.
Exejecutivo de TVN en los 90, Juan Carlos Altamirano estrenó el año pasado el documental ¡Maten a Altamirano!, donde narra cómo su padre fue perseguido y se convirtió en el hombre más buscado por la dictadura. Una vez en el exilio, se salvó de tres atentados planificados por la DINA. Más tarde, en Francia, abandonó el marxismo-leninismo, dejó las posturas radicales y encabezó la renovación socialista. Ello posibilitó la Concertación de Partidos por la Democracia, la coalición que derrotó a Pinochet en las urnas.
Podría parecer una paradoja: hoy su hijo es uno de los firmantes de la carta de apoyo a Evelyn Matthei, la candidata presidencial de Chile Vamos, quien apoyó a Pinochet en el plebiscito de 1988 y que hace poco afirmó que el golpe fue “inevitable”.
—En lo personal, yo no votaría por la señora Matthei, pero lo voy a hacer por el bien del país -dice.
Juan Carlos Altamirano firmó la carta de apoyo junto a un centenar de personalidades de centroizquierda vinculadas a la ex Concertación.
“Reconocemos que Matthei proviene de un sector distinto al nuestro, con trayectorias y posturas que hemos cuestionado. Sin embargo, creemos que el país enfrenta una encrucijada que exige responsabilidad, apertura y trascender las trincheras ideológicas”, dice la carta.
Desde su casa en Lago Ranco, donde solía reunirse con su padre, Juan Carlos Altamirano argumenta que tanto un eventual gobierno de Jeannette Jara como de José Antonio Kast provocaría más polarización en el país.
—Un país polarizado implica desórdenes, inestabilidad, inseguridad, confrontaciones y, sobre todo, falta de crecimiento económico. Y todos sabemos que sin crecimiento económico no hay manera de impulsar políticas públicas, mejorar las condiciones de vida de la gente humilde y la situación de las miles de pymes y pequeños empresarios. Los países polarizados no progresan. Los grandes avances, como lo ha probado la historia de Chile, se producen cuando hay una suerte de unidad nacional, buscando consensos. Y eso lo garantiza mucho más la señora Matthei.
En su perspectiva, “Chile necesita una suerte de New Deal para iniciar un nuevo ciclo de progreso. Para eso se necesita un gobernante con mucha experiencia, y Evelyn Matthei tiene una larga trayectoria política en el Parlamento, ha sido ministra, alcaldesa, es economista”.

Precisamente, esa experiencia es de la que carece José Antonio Kast, subraya Altamirano: “Kast lo único que ha hecho es estar sentado en el Parlamento votando en contra de cualquier ley que sea de beneficio social o de protección de derechos, especialmente de las minorías. Es decir: rechazar, rechazar, rechazar. Nunca ha participado en un gobierno, nunca se ha sentado en La Moneda a discutir una coyuntura o una decisión. Y sin esa experiencia, simplemente no se pueden enfrentar los desafíos que tiene Chile”.
En el caso de Jeannette Jara, “si bien ha sido ministra y se le atribuyen las gracias de haber sacado la reforma de pensiones, la reducción de jornada laboral y el incremento del sueldo mínimo, la verdad es que ninguna de esas reformas hubiera sido aprobada sin la habilidad e inteligencia del exministro de Hacienda Mario Marcel. En otras palabras, ella se está vistiendo con ropa ajena”.
Vale decir, ¿son mérito de Marcel?
Sin la capacidad del ministro Marcel no sale aprobada ninguna ley. Así de simple. Por supuesto, ella participó, pero la mano de Marcel fue determinante.
Juan Carlos Altamirano agrega otro factor: “Que la señora Jara sea hoy la candidata oficialista se debe a circunstancias especiales. Posiblemente, no habría sido ella si no existieran las primarias. Y, sinceramente, encuentro que el sistema de primarias es una soberana estupidez”.
¿Por qué?
Porque en un país con segunda vuelta, la primera vuelta ya es una primaria. En EE.UU. existen primarias porque no hay segunda vuelta, pero en Chile el sistema es redundante, costoso y puede generar candidaturas débiles. En este caso, Carolina Tohá habría sido mi candidata. Ella tiene toda la inteligencia y la experiencia para ser presidenta, pero al ser ministra del Interior salió “quemada”. Nunca un ministro del Interior llega a ser presidente: ocurre lo mismo en todas partes, como con Kamala Harris. Por eso terminó ganando Jara.
En el caso de Jara, además de la falta de experiencia, ¿es decisivo que sea comunista?
Sí y no. Personalmente, creo que es decisivo en el sentido de que una persona que se define comunista, por mucho que su discurso sea otro, produce desconfianza y polarización.
¿Aun cuando ella se ha alejado de las posturas del PC?
Para mí, debió renunciar al Partido Comunista. Me produce desconfianza la gente aferrada dogmáticamente a una doctrina como la marxista-leninista, fracasada y causante de tanto horror. Al menos los comunistas europeos en los 70 renunciaron al marxismo-leninismo y se independizaron de la órbita soviética. No he visto ni un ápice de eso en el PC chileno. Entonces, personas formadas en ese dogmatismo no me generan confianza. Y hay que considerar que en Chile tenemos un régimen presidencialista: los presidentes tienen mucho poder. No es que Jeannette Jara vaya a transformar a Chile en Venezuela, pero nos llevaría de una crisis a otra. Con Kast pasaría lo mismo.
¿Y en qué sentido no sería decisiva su militancia comunista?
A nivel de electorado popular. El comunismo, el dogmatismo y las consecuencias históricas creo que son algo más intelectual, y a nivel popular no creo que tenga mayor efecto. Puede que tenga relevancia para las mujeres y la clase media, pero no a nivel popular ni en los jóvenes.

¿Le costó tomar esta decisión?
Ya lo había hecho, cuando fue la segunda elección de Sebastián Piñera. En su caso fue más fácil, porque él votó por el No, lo que para mí fue determinante. Pero ocurría lo mismo: los dos candidatos oficialistas (Alejandro Guillier y Carolina Goic) eran personas absolutamente inadecuadas para gobernar. Uno no puede dejarse llevar por sentimientos personales cuando está en juego el futuro del país.
Pero aquella vez no lo hizo público.
Algo publiqué en mi muro de Facebook y algunos amigos se enojaron. Pero siempre me he definido como humanista y libre pensador. Creo que la democracia liberal, con todas sus debilidades, es el régimen más óptimo para progresar y defender derechos. Así que cuando uno tiene esta mentalidad, si bien con un padre y conviviendo con gente de izquierda, cuando uno desprecia el dogmatismo, no es tan difícil tomar decisiones así.
¿Y fue el mismo proceso frente a Piñera que ahora con Matthei? Porque ella estuvo por el Sí y ha defendido la dictadura.
Yo valoro la valentía de Matthei de haberse renovado, de haber cambiado y de haber hecho un mea culpa sobre las violaciones de derechos humanos. Eso para mí es muy importante. Uno puede discutir el tema del golpe, que esto y lo otro, pero para mí el tema de los derechos humanos es esencial. Y ella, sin duda, vivió un periodo de transformación en sus ideas, y eso lo valoro mucho. Lo que no valoro y me produce desconfianza es precisamente esa gente poco inteligente que se aferra a doctrinas e ideas dogmáticas y sin ninguna capacidad de autocrítica. El tema que ella haya defendido la dictadura de Pinochet en cierto momento, sin duda que pesa, pero lo importante es el proceso que ella ha vivido. Y no me cabe la menor duda de que no es demagogia, como sí sé que son completa demagogia las posturas de Kast.
¿Coincidiría con ella en que el golpe fue inevitable?
Sí, creo que la situación, y mi padre también lo reconocía, era como de muerte anunciada. Hay muchos factores que influyeron, pero el nivel de contradicciones, la polarización, los antagonismos, hacían prácticamente inevitable un golpe de Estado. Y fundamentalmente, además, porque Estados Unidos no iba a permitir que la vía chilena al socialismo en democracia tuviera éxito. Este precedente era mucho más peligroso que el nefasto ejemplo de la Revolución Cubana. Pero lo inaceptable fue que el golpe derivara en una dictadura de 17 años. No tenía por qué ser tan sangrienta.

¿No le causa contradicción apoyar a alguien que defendió una dictadura que persiguió a su padre?
Por supuesto, lo trataron de matar y sufrimos el exilio y todas sus consecuencias; esa es mi historia personal. Pero no me gusta quedarme pegado en el pasado; hay que trascender los rencores y los odios. Vivir con rencores, como hace mucha gente de derecha y de izquierda, hace mal para la salud y el espíritu. Es casi un tema de sanidad mental. Sí entiendo, por supuesto, que al haber firmado, más de algún amigo de izquierda va a quedar sentido. Pero, insisto, uno no puede poner sus intereses personales sobre lo que le conviene a la mayoría en nuestro país.
Su padre cambió con los años. ¿Dónde cree que estaría hoy?
Creo que estaría de acuerdo con mi análisis sobre la polarización y la inexperiencia. Si me apuras, creo que en la urna le tiritaría la mano, pero terminaría votando por Jeannette Jara. Hay que recordar que, aunque era socialista, no tenía ninguna afinidad y sentía antipatía por el Partido Comunista y su dogmatismo. En eso coincidimos.
¿No siente que está siendo desleal con la historia familiar?
No. Ha sido un largo proceso para construir mi propia identidad. Cuando voté por Piñera, lo conversamos con mi papá, y él entendía perfectamente. El reparo de mi papá era que Piñera era un pillo; el tema de la deshonestidad lo jodía mucho. Pero de alguna manera también entendía, sin decirlo, que la opción Guillier era catastrófica, es decir, nunca me planteó pucha, pero cómo, está loco. No, nada de eso. Y creo que hoy día también aceptaría esta decisión. Esto ha cambiado, vamos, ya son 50 años.
La carta de apoyo a Evelyn Matthei la firmó un centenar de personas. ¿Hay gente de centroizquierda que votará por ella, pero no lo quiere decir?
Por supuesto. Mucha gente del oficialismo entenderá que el peor escenario sería otro y votará por Matthei. Como ocurrió en el plebiscito constitucional: muchos que apoyaban el proyecto constitucional votaron calladitos por el Rechazo, de otra forma no se habría llegado al 60 por ciento de rechazo. Lo mismo pasará ahora.
¿Cómo votó en la elección pasada, entre Boric y Kast?
Creo que voté blanco. Nunca votaría por Kast.
¿Y Boric?
Con el programa que llegó, su falta de experiencia y todo su discurso anticoncertacionista me provocaba mucha desconfianza. Yo me identifico plenamente con la Concertación; creo que los gobiernos de la Concertación, que siempre buscaron consensos, provocaron el desarrollo de este país como nunca antes. Ahora, debo reconocer que el Presidente Boric ha sido bastante inteligente, hábil para ir renunciando a sus propios dogmas; ha tenido la capacidad de cambiar y, en el fondo, de haberse transformado hoy en un concertacionista. Se dio cuenta de que la única manera para avanzar con una agenda es buscando consenso, es con el diálogo, con los acuerdos. De otra manera este gobierno estaría terminando muy mal. Y por mucho que Kast diga que el país se está hundiendo, no es así.
¿El país no se está cayendo a pedazos?
No, pero tiene desafíos grandes: combatir la delincuencia y el narcotráfico, el terrorismo de La Araucanía, en fin. Y eso se combate de manera más eficiente con un país cohesionado.
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