¿Qué hacer si mi hijo es el matón que hace bullying?

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Nelson, de la serie Los Simpson.

En Chile, cuatro de cada diez escolares sienten que son discriminados en el colegio y víctimas de bullying. ¿Qué hacer si mi hijo es el niño bully? La pregunta preocupa a cualquier padre. Acá, profesores, psicólogos y una psiquiatra entregan algunas recomendaciones a Práctico para enfrentarse a una situación tan compleja como doméstica.




Todos los que alguna vez vimos Los Simpson recordamos a Nelson. Por un lado, como el eterno enamorado de Lisa. Por otro, enseñando a Bart a robar una tienda. Pero lo que define al personaje de Matt Groening es ser un niño bully. El matón del colegio. El temerario Nelson golpeando a Milhouse, una y otra vez, a lo largo de treinta temporadas.

Como Milhouse, en Chile cuatro de cada diez escolares sienten que son discriminados en el colegio por su físico, personalidad, vestimenta, ritmo de aprendizaje o, incluso, por su sexo. Reciben bullying de algún Nelson Rufino.

¿Qué hacer si mi hijo es el matón?

Primero: esto es bullying

"Se identifica porque hay intencionalidad en el actuar de los niños, son agresiones repetidas en el tiempo y se evidencia un claro desequilibrio de poder entre el victimario y la víctima", explica Andrea Aguirre, psiquiatra infanto juvenil de Clínica Universidad de Los Andes.

Rodrigo Pereira, psicólogo y académico de la Universidad Bernardo O'Higgins, añade que el bullying puede manifestarse a cualquier edad durante la educación escolar: "Surge cuando los niños tienen conciencia de realidad y se dan cuenta de qué es bueno y qué es malo. En la consulta se observa más durante la preadolescencia, entre los 10 y 12 años; en esa edad ya han desarrollado más sus personalidades y saben que hay un débil en el grupo que es incapaz de responder a los ataques del más fuerte".

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Segundo: podría ser tu hijo y el problema viene de casa

Nos guste o no, una de las razones principales por las que un alumno llega a hacer bullying, explica Pereira, es por réplica. Comenta que "el ambiente familiar siempre influye y, a veces, los menores repiten dinámicas que han normalizado desde la casa. Por ejemplo, si observa que el papá molesta mucho, amenaza a la mamá o es castigador con sus hermanos, él lo va a imitar porque lo ha interiorizado como correcto".

En este ítem, Aguirre suma que "no siempre los niños agresivos se desarrollan en un hogar violento, también pueden llegar a ser matonescos porque en su familia no les han sabido poner límites. Suelen querer llamar la atención, tienen un ímpetu por sobresalir".

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Tania Gómez es educadora diferencial, a diario se desenvuelve en aulas y detalla que este tipo de estudiantes "habitualmente no tienen buenas relaciones con sus padres. Con frecuencia sienten que sus papás están enojados con ellos y eso les molesta. Muchas veces no tienen la atención que sienten merecer y eso libera en ellos una frustración y tristeza que desatan ensañándose con su entorno".

"Estos estudiantes —dice Gómez— "tienen comportamientos impulsivos en clases y son irrespetuosos con sus compañeros y autoridades. Por lo mismo, se frustran fácilmente si no obtienen lo que quieren. A la vez, no son capaces de sensibilizarse poniéndose en el lugar del otro, por ese motivo no entienden que al hacer bullying están causando un sufrimiento profundo en el resto de sus pares.

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Tercero, identifica el matonaje en tu blanca paloma: observa, pregunta, involúcrate

Frenar la violencia en las salas, parte por detectar el meollo del asunto. Aguirre menciona que "los niños que hacen bullying no son los que no quieren ir al colegio, no tienen fobia escolar y es un poco más difícil identificar que tienen estas conductas porque los padres no se dan cuenta hasta que un tercero los alerta, en la mayoría de los casos".

Sobre la personalidad de un agresor, Aguirre detalla que "por lo general, no sigue las reglas, es intolerante a la frustración, desafía la autoridad y se puede dar que tengan muy baja o alta autoestima. Tienen un gran ego y desean ser el centro de atención, quieren sentirse poderosos e importantes buscando cualquier método para destacar, aunque sea por la violencia".

https://www.latercera.com/practico/noticia/hijo-colegio-monosilabos-respuesta/778283/

La especialista relata algunos síntomas que pueden advertir un comportamiento matonesco: baja motivación, miedo al rechazo, ansiedad, conductas depresivas, síntomas psicosomáticos, cambios de ánimo, problemas académicos, desajustes sociales, bajo rendimiento, necesidad de validación, aislamiento y consumo de sustancias nocivas (en el caso de los más grandes). Esto siempre en el contexto del bullying a sus pares física y psicológicamente más débiles.

Daniela Jiménez, psicóloga clínica de Red UC Christus, recomienda: "Si tengo la sospecha de que mi hijo está haciendo bullying en el colegio, una forma de darme cuenta es observando, por ejemplo, cómo se relaciona entre sus pares, amigos o hermanos, y en especial cómo resuelve los problemas o conflictos interpersonales. Debo preocuparme si, en el caso que los tenga, agrede física o verbalmente a sus hermanos, los hostiga o ridiculiza durante la interacción con ellos, si tiene conductas violentas al discutir o demuestra poca empatía y conciencia de las consecuencias que sus conductas pueden causar en el otro".

https://www.youtube.com/watch?v=BIRDOM6l6eQ

Otra sencilla fórmula para saber cómo se comporta un niño en el colegio, es preguntando, dice Jaime Retamal, doctor en Educación, experto en violencia y clima escolar y académico investigador de la Universidad de Santiago de Chile.

Él enseña que los padres deberían preguntar constantemente en citas personalizadas con los docentes o reuniones de apoderados, "por las habilidades morales, democráticas y el desarrollo empático de sus hijos. Tienen que preguntarle a su profesor si son capaces de argumentar ante las diferencias, si tienen una mirada comprensiva ante sus compañeros, si son capaces de autocontrolarse y ser autocríticos, si pueden o no tomar decisiones autónomas y en armonía con el resto".

También deben ponerse en el caso negativo, comenta, y "consultar si el niño o adolescente es más bien solitario o 'patotero', si causa miedo o si es un sujeto disruptivo en la sala de clases, si es burlón o belicoso. Los papás deben preguntar estas percepciones a los profesores para saber cómo son verdaderamente sus hijos y para hacerse una autocrítica constructiva respecto a si están cumpliendo mal el rol de paternidad o maternidad responsable".

Cuarto, asúmelo y escucha: no te pongas a la defensiva

"Todos los padres viven mal esta situación, sufren cuando se enteran de que su hijo es un agresor", dice Jaime Retamal, quien reflexiona que para los tutores el proceso es complejo "porque lo que está en juego, ante la existencia de un niño que hace bullying, es el modelo educativo que le han estado transmitiendo. Por esta razón, a muchos apoderados les cuesta asumir que son más parte del problema que de la solución. Lo primero que hacen es negarse a esa posibilidad. Una vez que ellos asumen sus responsabilidades educativas más en serio, tanto su paternidad como las habilidades sociales de sus hijos, mejoran cualitativa y progresivamente rápido".

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Bajo su experiencia, el académico ilustra que al tomar conocimiento de la noticia, algunos padres "manifiestan descontrol ante las autoridades de los colegios, irritabilidad ante sus pares apoderados y castigan severamente a su hijo, señalado como agresor. Esto denota de inmediato el problema mayor que existe detrás de las incorrectas actitudes y malos hábitos de ese mismo estudiante que hace bullying. Esos padres necesitan, por supuesto, de mucha intervención para salir de ese modo de ser autoritario y para adoptar modelos de educación y crianza más positivos".

En este sentido, Jiménez revela que "una actitud defensiva de los padres no ayudará a sus hijos, sino todo lo contrario, podrían perjudicarlo más. El bullying es un fenómeno complejo y de implicancias multinivel dentro de la comunidad (escolar, familiar y social) de los niños y jóvenes, por lo tanto, mientras más miembros de la comunidad se involucren en abordarlo, la solución será más efectiva".

Quinto, no culpes al niño: conversa y establece límites

Lo primero, tras aceptar que es el propio pupilo quien hace bullying, es conversar. "Para hablar con mi hijo debo hacerlo preparándome yo primero, estando en calma y buscando un momento de confianza, sin exponerlo a otros miembros de la familia, de modo que no se sienta amenazado y pueda estar cómodo para tener un diálogo", menciona Jiménez.

Algunos tips para lograr ese diálogo efectivo son, según Jiménez, "preocuparme de no emitir juicios hacia él ni poner etiquetas como 'eres el matón del curso' o 'no puedo creer que lo hicieras', ya que eso puede hacerlo sentir rechazado y producir que abandone la conversación".

https://www.youtube.com/watch?v=3auZ5y9xSkc

En esa conversación, acota Aguirre, "debo dejarle claro que existe el límite de no agredir al otro y esto se tiene que respetar. Ya sea de forma verbal, física o virtual, esto no se puede hacer y no tiene justificación".

Dialogar debe ir más allá del momento en que los padres se enteran de la situación en el aula. "Es importante siempre escuchar a los hijos, hay que prestar atención a todo lo que nos dicen, desde lo más banal en adelante, porque de esta manera ellos se acostumbrarán a contarnos sus experiencias de manera natural. Siempre hay que estar disponibles para escuchar, para entender y para orientar. Se sugiere que aquellas familias que carecen de tiempo compartido, tengan al menos una comida al día juntos para ponerse al día con la rutina de todos", comenta Aguirre.

Sexto, cuando nada funciona: evalúa una terapia

Si conversar no funciona y los padres se ven sobrepasados, Pereira aconseja llevar a los escolares a terapia. Menciona que "cuando se ha pasado por todos los métodos posibles en casa y los padres ven que no tienen la capacidad de controlar la conducta de sus hijos, lo mejor es la terapia sicológica sistémica familiar, porque acá el problema no es sólo el niño, sus padres tienen mucho que ver en el problema".

En las terapias, explica Jiménez, existen partes individuales entre el profesional y el menor donde "se trabaja en el desarrollo de la empatía, el manejo de la rabia, de la frustración y de la regulación de la impulsividad o lo que sea que esté provocando esta conducta desadaptativa y que puede dañar su crecimiento y desarrollo psicológico, al igual que sucede con las víctimas de bullying".

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En el caso de los padres separados, Pereira detalla que es crucial para el correcto desarrollo de sus descendientes "que ambos pongan las mismas reglas, el mismo orden, los mismos límites y fronteras en la crianza. Además, es crucial que demuestren valores como la tolerancia, el respeto y la solidaridad a sus hijos, también un buen ejemplo en cómo manejar los conflictos y encontrar soluciones en conjunto".

Todos los especialistas y docentes han coincidido en que no existen tipos de bullying. Es uno solo y dentro de él hay distintas formas de manifestarlo: existen estudiantes burlescos, poco empáticos, abusadores, agresivos, etcétera. El punto, en todos los casos, es que el matonaje parte por casa y es ahí donde debes solucionarlo.

Sobre la autora:

Periodista.

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