Vigalab: la evolución desde los humanos a las máquinas

José Reyes, uno de los fundadores de Vigalab.

Luego de aplicar la metodología del internet de las cosas en varias industrias y realidades, José Reyes y su equipo descubrieron una gran “ceguera” en la minería subterránea y le dieron solución con tecnología. Ya operan en Chile y Perú, y están mirando a India, Canadá y México.


Nunca la palabra “pivotear” fue tan clara como en esta startup. Del agua pasaron a la cerveza, luego a la minería y más tarde se metieron en soluciones para enfrentar el Covid. De estar enfocados en las personas, pasaron a resolver problemas de las máquinas. Pero en todo hay algo en común: el monitoreo y uso del internet de las cosas (IoT por sus siglas en inglés).

Para entender la historia de Vigalab es imposible no hacer un prólogo familiar de uno de sus fundadores: el ingeniero civil mecánico de la Universidad Técnica Federico Santa María (USM), José Reyes (31). Su profesión ha estado en su familia por más de un siglo. Su tatarabuelo era ingeniero, al igual que su bisabuelo y su tío abuelo. Este último tenía una empresa de, obviamente, ingeniería, pero en el ámbito de la construcción, donde Reyes trabajó durante sus últimos años universitarios. “Por qué no te dedicas al tema del agua. Como mi padre, que trabajó muchos años en ese sector”, le decía a su sobrino.

A Reyes le entusiasmó la idea. “Yo soy de Talca, donde el agua es exquisita, pero estudié en Valparaíso donde es mala. Luego me fui a vivir a Santiago, donde es aún más mala. Nunca tomé agua de la llave, siempre compraba en botella”, confiesa Reyes, quien se puso a investigar sobre las diferentes tecnologías para purificar el agua. De eso trató su tesis, la que transformó en proyecto y se lo presentó a la oficina de Corfo en la Región del Maule y obtuvo un fondo. Su planteamiento no se enfocaba solo en mejorar la seguridad, el sabor y la estética del agua, sino en desarrollar un sistema para ver qué tan pura estaba realmente. O sea, una tecnología de monitoreo.

Corría el 2018, y con el dinero entregado por Corfo, comenzó a ejecutar el proyecto en el laboratorio que la USM tiene en Santiago. Contrató a compañeros de carrera y de otras especialidades. “Nuestro modelo de negocios era ofrecerles la tecnología gratis a las cafeterías y cobrar por la venta de los litros de agua. Se lo vendimos a un par de cafeterías, pero ya no me quedaba plata de Corfo y tenía que ver de qué forma seguía”, recuerda el ingeniero.

Fue cuando se acercó al Grupo Viga, que entre sus filiales tiene a Vigaflow, empresa de purificadores de agua. “Les conté mi idea y fui directo: necesitaba financiamiento. Me propusieron crear una nueva empresa”. Así, en 2019, nace Vigalab, con una inyección de $100 millones de parte del Grupo Viga. A la cabeza quedaron José Reyes y Eduardo Hitschfeld (que más tarde se retiraría) y como socios de los inversionistas entraron Pablo Lewin e Ivo Radic. Estos últimos aconsejaron que más que una empresa de monitoreo de agua, se dedicaran al monitoreo en general de máquinas y que empezaran con las de Vigaflow. Partieron con 200 unidades que estaban instaladas en hospitales y clínicas a lo largo de todo Chile. Luego hicieron algo similar con grandes plantas desaladoras. También incursionaron en algunos proyectos con la empresa Manantial.

“Pero no queríamos quedarnos solo en el agua, ya que el internet de las cosas (IoT) daba para mucho y como el dueño de Manantial era CCU, les propusimos un sistema para monitorear la cerveza. Nos ganamos el Premio Innpacta (que entrega esa compañía) y hoy el ‘Schop Inteligente’ está en cinco bares y con una pronta ampliación”, señala Reyes.

Estaban en todos esos proyectos y llegó la pandemia. Se congeló todo. “Luego de darle vueltas en mi departamento pensé que iba a haber empresas que quebrarían con la pandemia y otras a las que les iría bien. Yo quería estar en el segundo grupo”, agrega. Así, junto al equipo, fueron a Codelco a presentarle un sistema de trazabilidad automático para el Covid que funcionaba en base a IoT. El “Co-Watch” era un brazalete que detectaba cuando la gente tenía fiebre, para aislarlo a tiempo. Codelco le pidió hacer un piloto con 1.500 trabajadores. Pero al final, más que medir la temperatura, sirvió para monitorear en general a las personas. En 2021 lo implementaron en 14.000 trabajadores de todas las divisiones de la empresa estatal. Pasaron de facturar $60 millones el 2020, a $500 millones el 2021.

Pero al año siguiente comenzó a retirarse la pandemia y nuevamente tuvieron que reinventarse. Y como ya estaban en el mundo minero, conocían uno de sus principales dolores: la trazabilidad de los equipos, principalmente en las faenas subterráneas. Fue cuando nació Mine-Watch, su nuevo caballo de batalla. “Pasamos de hacerles trazabilidad a las personas a hacerlo con las máquinas”, sostiene Reyes, y aclara: “El monitoreo de aguas en clínicas y plantas desaladoras, así como el de las cervezas con CCU siguen corriendo. Por eso, finalmente, Vigalab es una empresa de IoT que conecta a las empresas con sus máquinas”.

Mine-Watch ha logrado la internacionalización de Vigalab. Rápidamente se dieron cuenta de que el mismo problema de las minas subterráneas de Chile también existía en Perú, país en el que comenzaron a entrar gracias a un nuevo fondo de escalamiento de Corfo. “La realidad es que las empresas mineras no saben en línea qué pasa bajo tierra. En la mayoría no hay internet. El único dato que tienen es el del trabajador que llena un papel con la hora que entró y luego registra su hora de salida, y la carga que generó. Pero los datos de productividad están bajo tierra”, indica con un tono similar al que debe usar con sus potenciales clientes.

Finalmente, Vigalab es una empresa de IoT que conecta a las empresas con sus máquinas, donde uno de sus productos estrella es Mine-Watch. Su negocio está basado en un modelo de ingresos recurrentes, donde cobran por cada máquina conectada al mes. “Es como una suscripción, que denominamos ‘IoT as a Services’. Nosotros ponemos todo el hardware, el software y agregamos el soporte, a cambio de un pago mensual por cada uno de los equipos”, explica José Reyes.

Actualmente tienen de clientes en Chile a empresas como Compañía Minera San Gerónimo, Las Cenizas, Cemin y Más Errázuriz; mientras que en Perú están con Poderosa (una de las minas más grandes de oro de ese país), Minsur San Rafael, además de implementaciones con Hochschild y Buenaventura. Hace poco los contactaron desde Hindustan Zinc, empresa india líder a nivel mundial en la fabricación de zinc y de la entidad canadiense Mining Innovation Commercialization Accelerator (Mica). Próximamente viajarán a ambos países para implementar las pruebas, al igual que lo harán en México. Con todo esto en carpeta, proyectan facturar cerca de US$1,6 millones en 2023.

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