Una fascinación que nunca se eclipsa

Foto: Agencia Uno

Todos los años, la Tierra presencia entre dos o tres eclipses solares totales, es decir, ve como la Luna se interpone frente al Sol, provocando el celestial espectáculo.

Solo Chile ha vivido dos en los dos últimos años, o cuatro en los últimos 25 años, si sumamos el de 2010 en Isla de Pascua y el de 1994, en el extremo norte del país.

Además, sabemos cuándo y dónde ocurrirán y por qué se producen. ¿Por qué entonces tanta fascinación? Solo para el eclipse de este lunes en La Araucanía se espera que lleguen cerca de medio millón de personas. Una explicación tiene que ver con aritmética y probabilidades: dada la inmensidad del océano, la mayor cantidad de veces estos suelen verse en alta mar.

E imposible que una persona pueda ver un eclipse en una misma zona. Piense que el próximo eclipse en la Araucanía no será hasta 2413, es decir, en 397 años más. Y el anterior fue en 1136.

Pero también hay una justificación evolutiva. Muchos de los que vieron el eclipse de 2019 en la Región de Coquimbo, aseguran haber experimentado una indescriptible cascada de sensaciones, que iban desde un llamativo asombro hasta una incomprensible emotividad.

“No sé muy bien porque la gente se emociona. Yo estaba entre Polo Ramírez y el alcalde de La Serena en el estadio, y al alcalde le cayó una lágrima en la mejilla, una lágrima de cocodrilo. Yo no lloré, pero me emocioné mucho. Hay un vínculo con la gente, fue emocionante ver a 10 mil personas en un evento natural, que es muy breve y muy emocionante”, resumió el astrónomo José Maza su experiencia en el eclipse de 2019.

Hace siglos, los mayas creían que el Sol había sido devorado por un jaguar. En China estimaban que el Sol era devorado por dragones, mientras que en Vietnam, por una rana.

No pocas culturas le daban una dimensión sexual a estos eclipses, interpretando que el Sol (masculino) y la Luna (femenina) “apagaban la luz para tener un romance”.

Hoy sabemos por qué se producen los eclipses. Por tanto ya no son necesarias las explicaciones divinas o consecuencias catastróficas del fenómeno. El Sol es 400 veces más ancho que la Luna y está 400 veces más lejos que la Luna de la Tierra, lo que permite esta increíble coincidencia celestial, lo que sin embargo, no alcanza a aminorar el impacto psicológico.

Y tiene que ver con que nos conecta, o en muchos casos, nos reconecta con la naturaleza. “Estos eventos nos hacen sentir parte del Universo, parte de nuestro propio planeta, del Sistema Solar, de una galaxia...”, dijo una vez un científico mexicano que recorre el planeta buscando estos fenómenos.

Son, de alguna manera, un recordatorio de que seguimos siendo animales.

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