Haroldo Brito, el inesperado damnificado tras la acusación constitucional

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La fallida presentación contra tres miembros de la Sala Penal convulsionó la convivencia interna en la Corte Suprema -donde incluso se esbozó la posibilidad de una renuncia masiva y una citación al Cosena- y dejó en entredicho el liderazgo del presidente del máximo tribunal.


-¡Esto no puede seguir así!

-¡Hasta cuándo es acosada la Corte Suprema!

El pleno -cita que reúne todas las semanas a los 19 ministros del máximo tribunal del país- del lunes 3 estaba en llamas. La molestia y las quejas por la acusación constitucional impulsada por el Frente Amplio y parte de la ex Nueva Mayoría en contra de tres miembros de la Sala Penal, Hugo Dolmestch, Carlos Künsemüller y Manuel Valderrama, por los beneficios entregados a reos condenados por delitos de lesa humanidad en Punta Peuco llegó esa mañana a su punto más álgido.

En la cabecera de la larga mesa en la que se ubican los jueces para este tipo de reuniones, el presidente de la Corte Suprema, Haroldo Brito, se tomaba la cabeza. Varios de los ministros expresaban en duros términos -algunos interrumpiéndose- sus críticas al libelo que el jueves 13 fue finalmente rechazado por la Cámara de Diputados por 73 contra 64 votos.

Pero esa mañana de principios de septiembre las cuentas internas en el seno del Poder Judicial eran otras. Y la posibilidad de que se avanzara en la inédita destitución o inhabilidad para ejercer el cargo a tres de sus integrantes tenía en ascuas a los supremos.

Fue entonces -al calor de lo que algunos de los presentes calificaron como una catarsis colectiva- que se debatieron opciones para intentar neutralizar la ofensiva parlamentaria de la oposición.

En medio de los gritos, la voz del ministro Carlos Aránguiz sonó nítida.

-¡Paremos esto! Pidamos citar al Consejo de Seguridad Nacional (Cosena), habrían sido sus palabras.

La referencia al organismo que asesora al Presidente de la República en materias vinculadas a la seguridad nacional no es neutra. Tras el retorno a la democracia, el Cosena fue duramente criticado por la entonces Concertación, por considerarlo una suerte de tutelaje al nuevo poder civil y la posibilidad -en ese entonces- de que el comandante en jefe del Ejército, Augusto Pinochet, lo convocara para abordar algún hecho, acto o tema que -a su juicio y el de algún otro de sus miembros- atentaba contra las bases de la institucionalidad fue una constante amenaza.

Las reformas de 2005 -sin embargo- lo terminaron por convertir en un organismo puramente asesor, pudiendo solo ser convocado por el Presidente de la República. La última vez que sesionó fue en enero de 2014, requerido por el entonces Mandatario Sebastián Piñera, en vísperas de que se diera a conocer el fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya por el diferendo marítimo con Perú.

Otra opción fue una propuesta de uno de los acusados constitucionalmente: Hugo Dolmestch.

-¿Y si renunciamos todos?

-Que este país se quede sin justicia, replicaron varios.

-Quizás una alternativa es que ninguna sala sesione un día determinado

-Hagamos notar nuestra molestia, se escuchó.

La propuesta que calmó los ánimos vino de un supremo -en cuyo nombre no coinciden las fuentes consultadas- a quien se le ocurrió que se pidiera una reunión con el Presidente para manifestar la preocupación de la Corte Suprema con el escenario que enfrentaban tres de sus miembros en el Parlamento. Y, como es tradición, antes de resolver la solicitud se procedió a votar.

El acuerdo fue casi unánime. De los 19 ministros, solo Andrea Muñoz votó en contra. La magistrada tiene un parentesco político con el constitucionalista DC Humberto Nogueira, quien es citado, en reiteradas ocasiones, en el libelo que acusa a los supremos. Su postura -sin embargo- molestó a sus pares, quienes volvieron los ojos sobre Brito, ya que entre los jueces se considera al jurista DC como el cerebro detrás de la acción constitucional y le atribuyen al presidente del máximo tribunal no haber logrado la unanimidad de sus cercanos -aludiendo a Muñoz- para defenderlos.

Pese a todo, la cita con el Mandatario se produjo al día siguiente -el martes 4.

Varios de los ministros -eso sí- sugirieron que el líder del máximo tribunal no fuera solo a la reunión con Piñera: debía ir acompañado del vicepresidente, Sergio Muñoz.

Brito asintió.

Daño colateral

En la mayoría del pleno existe coincidencia: el problema fueron las vacaciones. "Yo no me habría ido", sostuvieron varios consultados por el descanso de 16 días -del 13 al 29 de agosto- solicitado por Brito justo en momentos en que la discusión por la presentación del libelo en contra de tres supremos comenzaba a levantarse.

Y fue mientras el presidente de la Corte Suprema estaba en Europa cuando -el 22 de agosto- los diputados de oposición concretaron el ingreso de la acusación constitucional, que fue notificado a la Suprema tres días después.

Aunque entre los cercanos a Brito sostienen que este -lejos de despreocuparse- monitoreó desde fuera del país el desenlace del debate, en la mayoría de los ministros se resintió la ausencia de su líder, más aún debido al carácter inédito de la ofensiva lanzada desde el Frente Amplio y parte de la ex Nueva Mayoría.

Lo cierto es que el apoyo interno al ministro nunca ha sido sólido. Su propio desembarco en la presidencia de la Corte Suprema -a diferencia de sus antecesores, Hugo Dolmestch y Sergio Muñoz- fue dividido. Mientras en algunos círculos -más conservadores- enrostran a Brito su cercanía con los gremios más radicales de jueces que buscan limitar el poder de la Corte Suprema, otros -incluso en el sector más progresista- cuestionan su relación sentimental con la fiscal judicial del máximo tribunal, Lya Cabello.

Este último factor es uno de los que más pesan en las resistencias internas al presidente de la Corte Suprema, aunque a él parece no afectarle. En varios plenos -dicen- se le ha planteado, sugerido y recomendado que no se presente en actividades públicas oficiales junto a su pareja, con el propósito de no confundir los roles que ambos poseen en el Poder Judicial. "Si a mí me dijeran cómo llevar mi vida personal, me molestaría demasiado y lo haría notar..., pero el presidente no dice nada", asegura un magistrado que está en el bando de quienes no querían a Brito como su presidente.

Con todo, el líder de la Corte Suprema apenas regresó de sus vacaciones lo primero que hizo fue ir a visitar a los ministros acusados para manifestar públicamente su apoyo. "Él ha estado a la altura", dice uno de los magistrados que es considerado uno de sus más cercanos, y explica que "el tema con Haroldo es un tema de estilo, él es una persona reflexiva, pero antes de irse de vacaciones dejó todos los contactos en quien lo subrogó".

Otra prueba de su preocupación en el tema -dicen en el entorno de Brito- fue su clara alocución tras la cita con Piñera -en la que habló de "preocupación" por el libelo en lo que se consideró una "presión indebida" entre los impulsores de la acusación constitucional- y el hecho de que -el jueves 13- siguiera sentado en su despacho junto a los directores de la Asociación Nacional de Magistrados (ANM), Álvaro Flores y Mauricio Olave, además del ministro Guillermo Silva, lo que ocurría en la Cámara. Los tres ministros acusados también estaban presentes.

En medio de la ofensiva que afectó a los jueces Dolmestch, Künsemüller y Valderrama, Brito también debió contar entre sus pasivos el retroceso de sus cercanos en la ANM. Si bien estos, como Flores y Olave, obtuvieron cargos en la directiva y tienen a cuatro de siete representantes, la lista encabezada por el ministro Mario Carroza -y contendora de los cercanos al presidente del máximo tribunal- obtuvo más votos.

La sombra de Muñoz

Directamente proporcional a la desazón por la actuación de Brito en este episodio ha sido la ascendencia de Sergio Muñoz entre sus pares.

A Muñoz -uno de los ministros más jóvenes en edad, pero de mayor antigüedad en el pleno- le correspondió asumir como presidente subrogante del máximo tribunal durante las vacaciones de Brito. Apenas tomó el cargo, el ministro -durante la ceremonia de títulos de la Corte Suprema- envió un duro mensaje al Congreso al sostener que ni este ni el Presidente de la República por la Constitución pueden revisar el fondo de los fallos.

Pero no solo eso. Muñoz -según sostienen quienes conocieron las tratativas- mantuvo contacto con varios parlamentarios para explicar la falta de fundamentos del libelo y, pese a estar invitado a la Comisión de Constitución, se ausentó de dicha instancia como una señal para impedir el avance de la acusación. Por ello, que se rechazara la cuestión previa presentada por los defensores de los tres magistrados de la Corte Suprema acusados constitucionalmente fue considerada por algunos ministros una derrota.

En el periodo en el que lideró el máximo tribunal también se hicieron públicas dos cartas de grupos de abogados -uno de ellos reconocidos penalistas y el otro vinculado al mundo de los derechos humanos- en las que se valoró la "trayectoria" de los jueces apuntados.

Sus pares reconocieron las gestiones de Muñoz al exigir que sea el acompañante de Brito en la citada reunión con el Presidente Piñera.

Los partidarios de Brito, en tanto, resintieron el golpe. "Brito ha sufrido la tensión interna que proviene del grupo articulado por el ministro Muñoz que actúa en una inédita y coordinada oposición a su conducción. El episodio de la acusación constitucional no origina esa tensión, solo la dejó ver de manera más evidente" , sostuvo el juez Flores.

Lo concreto es que en los pasillos del Palacio de Tribunales reflotó la idea de que Muñoz vuelva a ser presidente del máximo tribunal, pese a que nunca se ha dado una situación de este tipo.

En privado, consciente de este nuevo escenario, el ministro se ha limitado a señalar que cuando ninguno de sus pares desee ser presidente -la tradición prioriza la antigüedad de los ministros-, él no tiene inconveniente alguno en retomar ese rol.

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