Teresa Wilms Montt, un universo trágico y fascinante

Teresa Wilms Montt.

Las Obras Completas de la escritora nacional acaban de ser editadas en España, y el volumen también se encuentra en Chile. De la mano de sus editoras, revisamos la escritura de Wilms, que inevitablemente fue de la mano de una vida agitada y casi novelesca.


En 1916, y con la ayuda de Vicente Huidobro, la poeta Teresa Wilms Montt escapó del Convento de la Preciosa Sangre, donde había sido recluida a la fuerza en octubre de 1915. Fue la pesada sentencia de un Tribunal de Familia tras el escándalo que se generó en la alta sociedad de Santiago cuando se enteraron que Wilms Montt había sido infiel a su marido, Gustavo Balmaceda Valdés, con su primo, Vicente Balmaceda Zañartu. El matrimonio no había sido todo lo feliz que Teresa había esperado, amén de un esposo alcohólico y celoso.

De ahí comenzó un periplo que la terminó por ubicar en Buenos Aires (donde publicó sus primeros libros), Nueva York (donde fue detenida por ser confundida por espía alemana, en plena Primera Guerra Mundial) y Europa. Pasó por Madrid y París, donde finalmente se estableció definitivamente. Todo esto lejos de sus hijas, de quienes había sido separada en 1915, y solo las volvió a ver en 1920, en la ciudad luz, aunque ellas volvieron al país dejando a su madre profundamente deprimida.

Esas peripecias de alguna manera marcaron su obra poética, de versos largos y en estilo libre, que desarrolló en los poemarios Inquietudes sentimentales (Buenos Aires, 1917), Los tres cantos (Buenos Aires, 1917), En la quietud del mármol (Madrid, 1918), Anuarí (Madrid, 1919, dedicado a Horacio Ramos Mejía, un joven de 20 años que se suicidó frente a ella) y el volumen de narrativa Cuentos para hombres que son todavía niños (Buenos Aires, 1919).

Hoy, su trabajo autoral puede ser encontrado en el volumen Obras Completas, que acaba de publicar la española editorial Renacimiento y que también se encuentra en Chile. No solo incluye sus trabajos literarios, también sus diarios e incluso una breve entrevista que concedió en París, en 1921, poco antes de su trágico suicidio, el 24 de diciembre de 1921. Ahí, confiesa que solo ha amado a un hombre, a Ramos Mejía, “después que se mató por mí”.

Además, se refirió a la parentela que había dejado atrás en Chile y quienes había huído: “Mi familia debe sentir por mí conmiseración y desdén. Yo siento por ellos desdén y conmiseración”.

Las editoras de estas Obras Completas son María Ángeles Pérez López y Mayte Martín Ramiro, quienes, a coro, comentan a Culto: “Creemos que las dificultades a las que Teresa Wilms Montt tuvo que enfrentarse durante toda su vida acaban influyendo en su obra. Si bien somos conscientes del gran interés que suscitan los diarios, sabemos que en parte se debe a que nos desvelan, como se afirma en el prólogo, muchos de los elementos de una biografía de leyenda que se ha ido construyendo con el paso de los años”.

Retrato de Teresa de la Cruz por Julio Romero de Torres (1920).

“Ahora bien, pensamos que es necesario separar el yo biográfico del yo que se construye en el texto para evitar caer en lecturas meramente biografistas. Nos apena ver cómo la recepción literaria a menudo se ha reducido a aspectos de su vida, contribuyendo a perpetuar la eterna romantización de la escritora joven suicida. Como afirma Rosa García Gutiérrez: ‘no hay evocación de la época sin referencia a su belleza física, exotizada o demonizada’. Es desolador que las lecturas de su obra se hayan centrado casi siempre en ella y no en un análisis filológico que pretenda desentrañar realmente las claves del texto. Por eso, nosotras hemos querido hacer esta edición crítica y recoger algunas de las investigaciones más valiosas sobre su obra”.

¿Qué les llama la atención del trabajo de Wilms Montt para que decidieran hacer este libro?

Leímos Inquietudes sentimentales (1917) de casualidad allá por enero de 2020 gracias a una amiga chilena y nos fascinó cómo utilizaba el lenguaje para mostrar esa desvinculación con la realidad, ese deseo de muerte («Así desearía yo morir, como la luz de la lámpara sobre las cosas, esparcida en sombras suaves y temblorosas»), cómo el sujeto lírico creaba una atmósfera macabra que no habíamos visto nunca antes: “Nada tengo, nada quiero; mi cabeza dolorida, enferma del extraño mal, se abandona sobre la mesa, pesada como block de mármol”.

Entonces, corrimos a buscar otras obras para seguir leyéndola y descubrimos un universo fascinante. No fue fácil encontrar la mayoría de sus poemarios, de ahí nuestro deseo de hacer este libro y brindar a las demás la oportunidad de acercarse también, de nuestra mano, a la obra de Teresa Wilms Montt. Buscamos las primeras ediciones y comenzamos este proceso largo y bello que terminó con estas Obras completas que no habrían sido posibles sin la Fundación Chile-España, sin Renacimiento y sin tantas otras personas que nos han ayudado por el camino.

Para ambas, la obra de Wilms Montt “es difícil de clasificar”. Esto por la constante inquietud que mostró: “Su condición de mujeres influye en esa constante búsqueda y reelaboración del yo poético que lucha por salirse y cuestionar los moldes establecidos. Recordemos esos versos de Gabriela Mistral: “una en mí maté, / yo no la amaba” o cómo Teresa Wilms se definía a sí misma como ‘quiltrilla guacha’”.

“Al inicio de su escritura la influencia modernista es ineludible. En su primer poemario, Inquietudes sentimentales (1917), se inauguran una serie de motivos que se repetirán después: el sufrimiento amoroso en comunión con el hastío vital, la muerte y la identificación del sujeto lírico con la naturaleza. Por otro lado, también cobra especial importancia la eterna lucha de Eros y Tánatos a través del erotismo que provoca la muerte del amado. En Anuarí (1918) se desarrolla una estética de lo macabro que ya se podía intuir en obras anteriores; la naturaleza aquí juega un papel esencial para la creación de una atmósfera fúnebre”.

Casualidad o no, ese desapego de su familia Teresa lo extendía en parte también a Chile. Consultada en la citada entrevista si tenía buenas relaciones con los chilenos presentes en París, contestó: “Muy raras veces (han sido amigos). Generalmente han sido mis peores enemigos y por colgarse aventuras, me calumnian”.

Por supuesto, Wilms fue consultada por la literatura chilena de su tiempo, y su respuesta no fue muy halagadora. “La ignoro casi enteramente. Aparte de los nombres de Prado, Magallanes y Gabriela Mistral, no admiro otros. En cambio, me preocupo mucho del movimiento intelectual argentino. Buenos Aires tiene un interés vivísimo por la renovación constante de gentes de valer que se efectúa allí. Los chilenos debían interesarse más por Argentina, ir más frecuentemente”.

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