Fans eufóricos, bromas a Carlos Peña y gritos de “¡usted me salvó la vida!“: el paso de Isabel Allende por Providencia
La escritora presentó anoche su último libro en el Teatro Oriente, en un evento donde aparecieron Carolina Tohá, Elisa Loncon y Felipe Berríos. En la conversación con Peña, confesó el libro que no le gusta de José Donoso y adelantó un documental que se está realizando sobre su vida.

Isabel Allende parte arriba. Frente a la ovación que recibe en su entrada al Teatro Oriente, al lado de su presentador, Carlos Peña, dice: “Tú nunca vas a tener un recibimiento como éste, Carlos”. Al rector de la Universidad Diego Portales no le queda más que asentir, mientras cientos de personas que repletaron el recinto vitorean a “la autora viva en español más leída del mundo”.
Gran parte del teatro, en el primer y segundo piso, acoge al público más fiel, ese que ayer miércoles 24 de septiembre, desde las 7 AM, hizo fila fuera del recinto de calle Pedro de Valdivia, soportando el calor y el polen que abunda en esta avenida santiaguina, sufrimiento para los alérgicos.

Desde las primeras filas aplauden el alcalde Jaime Bellolio y Elisa Loncon. También está Carolina Tohá, quien llegó sola y fue espontáneamente aplaudida por gran parte del público al ingresar a la sala. Cerca de la ex Ministra del Interior se ubicó el exsacerdote Felipe Berríos, en una de las pocas apariciones públicas que ha tenido tras el proceso judicial en que se acreditó que cometió un caso de abuso sexual, declarando la prescripción. Su presencia añadió una capa de curiosidad en la platea. Había quiénes se preguntaban “¿será o no será?”. Todo se confirmó cuando se vio que Berríos estaba junto a Fernando Montes, jesuita y ex rector de la Universidad Alberto Hurtado.
Apenas comenzó la conversación, Allende tuvo que ejercer de “moderadora” frente a sus seguidoras – el público era mayoritariamente femenino- pidiendo que “por favor, no aplaudan cada cosa que digo”. Más en serio que en broma, buscaba que la conversación fluyera. De todos modos, fue difícil contener las sonrisas, las risas y la emoción: Allende es una oradora-narradora innata que genera interacciones e identificación de manera instantánea y consigue un ritmo que ya quisieran actores y comediantes. Da lo mismo si es en un teatro de Providencia o en un programa estelar español como “La revuelta”.

Cuando Peña la condujo a hablar sobre sus procesos creativos, declaró su amor por la novela histórica, esa que implica indagar en libros de miles de páginas, periódicos y diarios de vida. Esa investigación, dice Allende, le da “la mitad del trabajo listo” en cuanto a historias y personajes.
Inevitablemente las palabras llegan a clásicos como La casa de los espíritus y Paula, las memorias sobre su hija fallecida hace ya 32 años, el libro que The New York Times dijo que “tiene todo”: “oído, vista, mente, corazón, una humanidad que lo abarca todo”. Emociones que transcurren en un diálogo certeramente abordado por Peña, en un rol de acompañante y apuntador de los temas, lejano al del columnista que muchas veces guía la conversación política y social nacional. Peña comprende que Allende tiene una personalidad única, una “chispeza” chilena que luce, aun cuando ha vivido un tiempo muy corto en el país.
Los próceres, “todos hombres” apunta, del ”boom latinoamericano” permiten a la escritora mostrar más de su desparpajo. Más allá de la admiración por García Márquez y de las reverencias a Rulfo y Cortázar, profundizó en José Donoso. Aunque El obsceno pájaro de la noche la impactó tanto que lo leyó dos veces seguidas, Casa de campo le parece “una lata”. Sin medias tintas.

Allende sigue comentando. Sobre vivir en Estados Unidos en estos tiempos: “La gente tiene miedo”. Sobre la eutanasia: “Yo estoy por una muerte digna”. Sobre el patriarcado: “Las mujeres de mi tiempo pensamos que terminábamos con el patriarcado en una generación, criando a nuestros hijos de otra manera, pero el camino es mucho más largo”. A los 83 años piensa que es el momento preciso para abordar sus memorias en un libro y también con un documental, que registraba en ese mismo momento la directora River Finlay.
Hacia el final, la escritora dice que no ha salvado ninguna vida con sus libros. “¡Pero usted me salvó la vida a mí!” gritan desde las últimas filas. Ella se sorprende y pide al hombre que se acerque. Cuenta que su madre trabajaba en la casa de Francisca Llona, la mamá de Isabel Allende, y que cuando tenía dos años la escritora lo rescató mientras se estaba electrocutando. “Tengan cuidado porque en la vida los círculos se cierran”, remata la autora.

En la despedida, las flores de rigor para la entrevistada. También la ya clásica selfie con el público. Y si la entrada fue con un video de presentación de su exitosa trayectoria, para la salida es el público quien se encarga: los aplausos y gritos se extienden, Isabel se despide una, dos, tres veces y corren lágrimas. Porque pocas escritoras chilenas conquistan desde las letras y la voz, porque pocas son bookstar.
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