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Godzilla y la metáfora de la bomba atómica: una relación de siete décadas

La franquicia ha sido sinónimo de terror, guerra y poder nuclear desde su origen en Japón en 1954. Godzilla Minus One (2023), la película más reciente del estudio que posee los derechos, recuperó esa idea con éxito. Hollywood, por su parte, se ha acostumbrado a apenas realizar guiños a esa tradición.

Godzilla y la metáfora de la bomba atómica: una relación de siete décadas

Godzilla minus one (2023) supuso todo un acontecimiento por múltiples motivos. La película del director y guionista Takashi Yamazaki, la primera cinta sobre el personaje realizada en Japón desde 2016, sumó elogios por su cuidado al retratar las historias humanas y por sus impecables escenas de acción.

Quizás uno de los grandes méritos fue recordarnos que el origen de la bestia está estrechamente ligado a las bombas atómicas que Estados Unidos lanzó sobre Hiroshima y Nagasaki el 6 y 9 de agosto de 1945, respectivamente.

Con el aval de Toho, el estudio que creó al personaje en los años 50 y posee sus derechos, Yamazaki decidió ambientar la historia entre los últimos días y después de la Segunda Guerra Mundial. Su protagonista es Kōichi Shikishima (Ryunosuke Kamiki), un piloto kamikaze que abandona su misión y aterriza en una isla en la que se encuentra con Godzilla. Tras perder a sus padres en los bombardeos a Tokio, su corazón se ablanda y acoge a dos jóvenes huérfanas. Hasta que la bestia reaparece y devasta todo a su paso.

El diseño de una característica del personaje –las puntiagudas aletas dorsales del monstruo emiten radiación azul cada vez que lanza su rayo de calor– fue un guiño directo a su origen. “Queríamos volver al motivo original de la existencia de Godzilla. La criatura es una metáfora de las armas nucleares, así que imitamos cómo funcionaría un arma dentro de su cuerpo. Cada elemento se une y crea una implosión, y es entonces cuando emergen los rayos azules”, explicó el cineasta a Los Angeles Times.

Godzilla minus one superó a Shin Godzilla (2016) como el filme japonés sobre Godzilla más taquillero de todos los tiempos. Además, en marzo de 2024 se convirtió en la primera película no hablada en inglés en obtener la estatuilla a Mejores efectos visuales en los Oscar. Alcanzó todos esos hitos con una apuesta que se olvidó de las metáforas a hitos recientes (el desastre de la central nuclear de Fukushima en 2011, en el caso de Shin Godzilla) y recordó que el personaje es un símbolo de terror, guerra y poder nuclear.

Godzilla in a scene from the film. © Toho Co. Ltd. ALL RIGHTS RESERVED © Toho Co. Ltd. ALL RIGHTS RESERVED

Esas lecturas se han vuelto más difusas en las superproducciones de Hollywood. La cinta de Roland Emmerich de 1998 planteó que el monstruo nació producto de las pruebas nucleares de Francia en el Océano Pacífico. Luego, 16 años después, el largometraje de Gareth Edwards propuso una conexión entre la bestia y los ensayos atómicas realizados en las Islas Marshall (Oceanía), ambientando parte de su historia en el Japón actual. Ni hablar de las entregas del llamado MonsterVerse​ (Godzilla vs. Kong, Godzilla y Kong: El nuevo imperio), que en el mejor de los casos son entretenidos pasatiempos.

Takashi Yamazaki resumió esas diferencias de manera más cordial durante la promoción de su última película: “El Godzilla de Toho es retratado como un monstruo y un dios al mismo tiempo, mientras que el Godzilla producido en Estados Unidos parece tener un sabor más monstruoso”.

Tras el enorme éxito de su filme de 2023, Takashi Yamazaki y el estudio japonés ya están preparando la secuela de Godzilla minus one. Como ocurrió con ese título hasta poco antes de su estreno, los detalles de la trama se han mantenido en secreto. Pero cuesta imaginar que no tendrá ese sello que ha vuelto icónicas las representaciones del personaje en su país de origen,

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