Culto

Muere Vicente Ruiz, ícono de la contracultura en los años 80 y destacado artista multidisciplinario

El artista marcó con su performances el período de dictadura y agitó las aguas hablando de temas muchas veces considerado tabús. También recuperó a nombres como la cantante Cecilia. Tenía 67 años.

Ha muerto uno de los íconos de la contracultura chilena, símbolo de la resistencia artística durante los años de dictadura y de una figura que realizó una transición hacia expresiones más provocativas y disruptivas durante los primeros días de democracia.

El inclasificable Vicente Ruiz -performista, actor, director y profesor de danza y teatro, dramaturgo, bailarín, gestor cultural, videísta, director de cine y artista multimedial- ha fallecido en Santiago a los 67 años, según confirman desde Chileactores y según pudo confirmar Culto con su entorno cercano.

“Lamentamos comunicar el sensible fallecimiento de Vicente Ruiz, icónico artista de la contracultura durante la década de los años 80. Su trabajo se desplegó en la performance, la actuación, la danza, el teatro, el audiovisual y la creación multimedia. En estos ámbitos se desempeñó como actor, director, profesor, dramaturgo y gestor cultural”, dice el comunicado publicado en su cuenta de Instagram.

Junto a Patricia Rivadeneira, Vicente Ruiz creó múltiples acciones artísticas que fueron vanguardia y resistencia. Inolvidable hasta hoy es la performance “Por la Cruz y la Bandera”, realizada en 1992, que generó una enorme controversia mediática por su contenido -con la actriz semidesnuda en escena- y que sacudió a la plomiza sociedad chilena de esos años. Los medios se llenaron de calificativos como “grotesco”, “horrible desfile porno” y “repudiable”.

“Con esa osadía expresiva, el trabajo de Vicente abrió la conversación sobre temas tabú y necesarios para la modernización y democratización del país”, subraya el texto de Chileactores.

El poder de la performance

En ese sentido, el artista se convirtió en la encarnación de la performance en el país, pero como un acto no sólo artístico y cultural, sino que también político, que arrojaba debates sociales y cuestionaba las instituciones.

“Para mí (la performance) fue la constatación de que algo estaba ocurriendo en las bases. Las primeras performances que se hicieron en Chile estaban un poco guardadas. Cuando yo empecé con las performances, esto se hizo público, aparecía en los diarios. El lenguaje empezó a acercarse a lo que la gente estaba trayendo como generación. Por otro lado, está el tema de la aparición del cuerpo. Teníamos un cuerpo desaparecido que aparece, y aparece con una nueva generación. Aparece desnudo, y es como si naciera de nuevo. Esto tuvo gran impacto, y de todas maneras fue algo que se fue masificando, cada vez iba más gente a verlo”, dijo en 2022 a Palabra pública, de la Universidad de Chile.

Para él, y según rescató en otras entrevistas, el sentido de la performance no sólo era mostrar cuerpo y piel, sino que también la posibilidad de volver a reunirse, volver a juntarse, volver a mirarse. Tras años de reuniones vetadas o al menos miradas con recelo, Ruiz veía en la performance una alternativa más libre y el trampolín para sentarse con otros artistas: célebres por ejemplo son sus vínculos con músicos como Jorge González, en plena época de transformación del cantautor al frente de Los Prisioneros. O también con Carlos Cabezas y Javiera Parra.

Con respecto a González, en el libro Ya viene la fuerza. Los Prisioneros 1980-1986, de Alejandro Tapia, Ruiz comentó: “Cuando vi a Jorge supe que estaba ante una persona excepcional. Su energía y belleza lo auguraban para mí“. Por lo mismo, comenzaron a formar un tridente de amigos que integraba él, el hombre de La voz de los 80 y otra artista, Jacqueline Fresard, quien luego se convertiría en esposa del cantante.

“Nos comenzamos a juntar los tres. Caminábamos como jóvenes y fuimos muy afines. Me parecía estar ante alguien muy especial: [Jorge] tenía una agudeza mental que lo llevaba a dar opiniones muy sinceras y de modo muy rápido, lo que hacía estar muy alerta. Yo mismo era un joven muy especial en ese momento, ya que estaba acostumbrado a que la atención girara en torno a mí con gran intensidad", decía el artista en el mismo texto.

Luego, en una mirada más general, comentaba en la conversación con Universidad de Chile en años más recientes: “En el fondo, la gente decidió que el encierro de diez años había terminado. La gente salió a la calle a encontrarse. Y también me pasó a mí. Fui y me empecé a encontrar con la gente en los bares, a enamorarme, a hacer cosas en conjunto”.

Vicente Ruiz también es recordado por la performance Hipólito, estrenada en 1984 en El Trolley, epicentro de la contracultura de la época. Esta obra reinterpretó la cultura griega clásica -la historia de una madrastra que acosa a un joven-, combinándola con elementos pop de la cultura chilena.

Al rescate de Cecilia, la Incomparable

También se suscribe como un hito su esfuerzo por devolver a la escena a Cecilia, la Incomparable, con quien siguió colaborando artísticamente. Fue, de hecho, uno de los responsables de su resurrección artística, cuando la intérprete sonaba como un eco olvidado y pretérito, donde los medios masivos le daban escaso crédito y encogían la nariz ante su sola mención.

De hecho, la fue a ubicar hasta la Taberna Capri, de Santiago centro, donde la artista pasaba algunas temporadas. Ahí la vio fumando y bebiendo agua. La invitó a musicalizar la obra Hipólito. El hecho cambiaría la vida de Cecilia y sería su primer trampolín para el posterior redescubrimiento de las nuevas generaciones.

“Era como una escena muy linda, porque estaba este lugar como un cabaret, pero vacío. Entré, y había una sola mesa donde estaba ella con una amiga tomando agua, porque ella no bebía alcohol pero sí fumaba bastante”, recordaba Ruiz en una entrevista de 2023 con Culto.

“Sólo obedecía a lo que mi instinto me llevaba a hacer; nunca pensé si estaba permitido o no permitido, si iba a hacer bien a los demás o mal, o si iba a hacer una proyección hacia los demás. Nunca quise ser líder de nada, sino como dijo Neruda: trabajando tú con tus raíces internas, eso es importante para mí”, dijo Vicente en una entrevista con la UDP, a propósito de la revisión de su trabajo.

En ese sentido, para muchos Ruiz fue una transición, un puente entre los años 80 subterráneos y el despertar incipiente de unos 90 que abrazaban muy de a poco ciertas vanguardias -aunque ese concepto no le gustaba- y expresiones más adelantadas. Su acto con Patricia Rivadeneira alguna vez lo definió como “el adiós de los 80 y la bienvenida a los 90″.

En enero de 2025, Vicente Ruiz donó su archivo artístico a la Biblioteca Nacional, incorporando más de 500 documentos a la memoria nacional. Además, su legado será resguardado por la Fundación Vicente Ruiz Maturana.

También, como hombre atento al presente, tenía un ojo puesto en los actuales colectivos que montaban performances en este siglo: “Siento que esta nueva generación no tiene conocimiento de nosotros, quizás hay algo cariñoso, afectivo, pero como no hay estudios nadie les enseñó esas performances, no están decodificadas. Sin embargo, creo que sí existe una idea de que la performance quede como acto, como un instrumento artístico, cultural, social. Estas nuevas generaciones toman la performance como propia, como les nace, y estos tres grupos que hoy existen son muy diferentes: Cheril Linett, Las Tesis y Delight Lab. Me parece maravilloso lo que hacen, pero como lenguaje son completamente distintos. Cheril Linett habla de la mujer y sí toma la afectación de lo religioso, pero en estas nuevas generaciones no existe lo religioso, porque el catolicismo fue abandonado hace mucho rato. En ese sentido, no nos deben, y sin embargo, estamos hermanados con el lenguaje”.

La despedida de Vicente Ruiz se realizará en Los Misioneros 2176, Providencia.

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