La era del remordimiento

Ataques al romanticismo y la fidelidad. El mercado se llena de fichajes que obligan a pedir más perdón que aplausos. A justificarse o desdecirse. Castillo, Jeisson, Morata, Courtois... cambios de camisa, o intentos, que irritan a las hinchadas.



Ni siquiera se han bajado del avión y los jugadores fichados están sumergidos en polémicas. Obligados a dar explicaciones. Algunos, incluso, no han alcanzado a estampar la rúbrica en el contrato. Pero las críticas están. Los cuchicheos, el qué dirán. Se habla de traición, se cambian las palabras, se desdicen las promesas de amor. El mercado se aleja del romanticismo y se llena de remordimientos. De polémica.

Bien lo sabe Alexis, que hace diez días pisó el Emirates por primera vez tras su fuga al rivalísimo Manchester United (equipo del que el día de su fichaje se declaró aficionado desde la infancia), y la hinchada del Arsenal le trasladó su enfado a golpe de pifias.

Especialmente comprometidos son los fichajes de jugadores que vienen de jurar amor eterno y fidelidad absoluta. Acompañan su rendimiento con declaraciones populistas hacia una hinchada y, tras los diferentes caminos que toman sus carreras, terminan cazados por sus propios dichos.

Durante el reciente mercado de fichajes, dos jugadores dieron que hablar por firmar en el archirrival de uno de sus antiguos clubes. Son los casos de Morata y Castillo.

Castillo arribó al Benfica para redimirse de sus fracasos en Europa y en su partida le dedicó sentidas frases al Pumas: "Desde ahora me tienen a mí y toda una familia entera hinchando por Pumas. ¡Los llevaré en mi corazón siempre!". Ahora, tras otro paupérrimo periplo al otro lado del Atlántico, vuelve a México, aunque al América, club rival del conjunto universitario. En su arribo a la capital azteca demoró un minuto en catalogar a las Águilas como el equipo más grande del país. Su nueva parcialidad lo recibió como estrella, mientras que la anterior lo tilda de mercenario. "Al único equipo que no traicionaría es a la UC", se justifica ahora. De momento.

Morata llegó cedido al Atlético desde el Chelsea, tras jugar cuatro temporadas por el Madrid y ofender a gritos a la hinchada atlética en la celebración de uno de los títulos blancos ("que se enteren los indios, quién manda en la capital", vociferó). Ahora tiene enfadados a todos. A la hinchada saliente, por la traición. Y a la nueva, que no olvida. El jugador y la prensa afín al club se ha dedicado la semana a desempolvar fotos del jugador vestido de rojiblanco en su infancia. De hecho, era de su cantera. Pero también se han rescatado sus besos y lloros de emoción cuando fichó por el Madrid. El sábado hay derbi, y el Metropolitano está dividido. Morata no gusta.

Al que le espera un infierno ahí es a Thibaut Courtois, que vuelve a su antigua casa por primera vez desde que cometió la traición de fichar por los merengues. El belga ya olvidó cuando cantó contra el Madrid en la celebración de un título ("salta, salta, salta, pequeño canguro, y a los madridistas que le den por el culo"). El Bernabéu pasó por alto la afrenta. Pero los atléticos lo esperan con las garras afiladas. "Si les hace feliz, bien por ellos. A mí me motiva más", dice el meta.

En Chile, la UC logró abortar una operación que también habría obligado a explicaciones. El paso de Jeisson Vargas, canterano y barrista cruzado, a la U. Una cláusula evitó el bochorno.

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