Por Lucas MujicaUn club con tradición, a la B: el amplio listado de errores que condenaron a Unión Española al descenso
El cuadro hispano firma su segunda caída a Primera B en la historia. Se da luego de una campaña cargada de líos dirigenciales y deportivos.

Unión Española consumó el segundo descenso de su historia tras una campaña marcada por la inestabilidad dirigencial, la mala planificación deportiva y el desgaste de un proyecto que, después de 17 años bajo la administración de Jorge Segovia, mostró sus grietas más profundas.
La derrota por 4-2 ante O’Higgins, en Santa Laura, le pone punto final a un hecho histórico. Pese a empezar arriba en el marcador, los errores futbolísticos volvieron a aparecer en Plaza Chacabuco.
La caída a la Primera B, 28 años después de la última vez, no fue un accidente ni un golpe repentino. Fue la consecuencia de una acumulación de decisiones fallidas que terminaron hundiendo a un club históricamente protagonista del fútbol chileno.
Un año que se desmoronó desde arriba
El primer síntoma apareció lejos de la cancha. En medio de la temporada, Francisco Ceresuela dejó la presidencia por motivos personales, abriendo un nuevo proceso de reacomodo en un directorio ya tensionado. Su reemplazo, Santiago Perdiguero, asumió en un escenario complejo, con el plantel en crisis y el ambiente interno desgastado.
A ello se sumó la salida del gerente Cristian Rodríguez y el ingreso de Sabino Aguad, en medio de diferencias por los plazos de los trabajos en el estadio Santa Laura. La remodelación del césped, los problemas con la luminaria y la falta de avances concretos deterioraron todavía más la situación. Union Española debió suspender partidos, trasladar horarios y recibir constantes reclamos de sus hinchas por el mal estado del recinto y el elevado precio de las entradas. La desconexión con la comunidad creció en un momento donde el apoyo era indispensable.
Mientras la crisis escalaba, Segovia, residente fuera del país y con comunicación principalmente por redes sociales, negó la posibilidad de vender el club, pero la distancia aumentó el malestar de la hinchada. Para muchos, es el símbolo de un modelo agotado.

La banca como reflejo del caos
Tres entrenadores pasaron por el Santa Laura en menos de un año, una señal evidente del desconcierto institucional. José Luis Sierra comenzó el 2025 como el rostro de un proyecto ambicioso, con un plantel reforzado para competir en la Liga de Primera, Copa Chile y Sudamericana. Pero su rendimiento fue pobre. Seis puntos en nueve fechas del campeonato y una eliminación temprana en el continental. La renuncia del ídolo fue el primer gran golpe deportivo.
Luego llegó Miguel Ramírez, quien asumió con la mochila de un complicado paso previo por Deportes Iquique. Nunca logró ordenar al equipo, pese a recibir seis incorporaciones en invierno. Cuatro triunfos en 15 partidos y otra eliminación en Copa Chile sellaron su salida.
La última apuesta fue Gonzalo Villagra, símbolo de la casa, obligado a asumir de emergencia en plena recta final. Con poco tiempo y un equipo golpeado, no pudo revertir un derrumbe que ya parecía irreversible.
Un plantel que nunca respondió
Unión Española inició la temporada con un mercado activo y ambicioso. Llegaron, entre otros, Cristian Montes, Matías Marín, Sebastián Pereira, Brayan Véjar, Agustín Nadruz y Fernando Ovelar. La expectativa era alta; el rendimiento, mínimo. Varios nunca lograron continuidad y otros no fueron capaces de responder a la presión.
El problema se repitió en el segundo semestre: refuerzos que no hicieron diferencia y un equipo sin estructura clara. La irregularidad defensiva, con la valla más batida del torneo, y la falta de gol terminaron convirtiéndose en una condena permanente.
La estadística final es elocuente. Unión fue uno de los peores locales del campeonato, con apenas 14 puntos en 14 partidos, y nunca logró hilvanar dos victorias seguidas.
Un deterioro sostenido bajo la era Segovia
Desde 2008, Unión vivió grandes momentos con Segovia. Un título de Primera División, una Supercopa y campañas brillantes como las de 2009, 2011 o 2017. Pero esa etapa quedó lejos. En los últimos años, el club entró en un declive progresivo, con proyectos cortos, austeridad creciente y poca capacidad de respuesta ante los cambios del fútbol chileno.
El 2025 expuso ese desgaste de manera brutal. El equipo compitió todo el año en posiciones de descenso y terminó sellando la peor campaña desde el retorno a torneos largos. Incluso salvándose, el rendimiento habría sido el más bajo en un lustro. La caída no sorprende: es el desenlace lógico de una dirigencia que no logró actualizar su proyecto ni reconstruir un plantel competitivo.
La última vez que Unión perdió la categoría fue en 1997. Pasaron 28 años para que la historia volviera a repetirse. Hoy, con un club que vive tensiones internas, un estadio en permanente cuestionamiento y una hinchada cada vez más desencantada, el desafío es monumental.
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