Columna de Paula Escobar: Salir del tobogán



Muchos se rieron y viralizaron la imagen del Presidente Boric atascado en un tobogán en Punta Arenas, previo a la derrota mayúscula que sufriría el 7M. Algunos lo leyeron como la metáfora perfecta de su realidad política: un Presidente atrapado. ¿Cómo saldría del atolladero entre lo que pensó hacer y lo que los tiempos le permiten y le exigen? ¿Entre lo soñado, lo prometido y lo posible?

Este jueves, Boric entregó una respuesta a cómo salir de la parálisis, porque quizás no sólo él está atascado, sino Chile: a medio camino entre un pasado que ya fue, pero sin aún vislumbrar un futuro mejor. En su muy esperada -y muy larga- cuenta pública, el Presidente dibujó un plan de salida del tobogán: el qué, el cómo, el cuándo y el con quién. Primero, declaró claramente que sus prioridades habían cambiado, y que incluso podría seguir cambiándolas. “¿Acaso el constatar el grado de tensiones que presenta la sociedad chilena, sus miedos e incertidumbres, y el retraso del Estado para darles respuesta, les (me) ha hecho reordenar las prioridades? Mi respuesta es sí; tajantemente, sí”, dijo, sin complejos.

Luego abordó el cómo: habló de soluciones “híbridas”, “subóptimas”. En castellano: lo contrario del voluntarismo y del maximalismo. Habló de ceder, pero de verdad: de no pararse de la mesa hasta que se llegue a una solución, que aunque no sea perfecta, sea mejor que lo que hay. Y dijo que sus reformas pendientes -pensiones, tributaria- no saldrán como las presentaron. Mientras algunos especulaban que se iba a atrincherar en hablarle a su núcleo duro de seguidores -el 30% de la metáfora primate de Piergentili-, Boric llamó a moverse todos hacia el eje de lo posible, porque lo peor sería no lograr nada.

Más claro imposible.

Puso plazos concretos y perentorios: a fin de julio se enviará la nueva propuesta de reforma tributaria, en la que espera que la oposición se allane a conversar y concordar. Que se haya votado en contra la sola idea de legislar la materia provocó una parálisis mayor. Boric hace esta invitación a los suyos, y especialmente a la oposición, a sumarse a su aceptación de la realidad, para poder sacar adelante políticas sociales que le den estabilidad y paz a Chile y marquen el fin de un ciclo de tensiones y desencuentros paralizantes.

Pero se necesitan dos para el tango, y la pregunta es si la oposición se allanará a salir del túnel. En la derecha hay señales de endurecimiento, eso es evidente, pero también hay brotes verdes. Algunos en el empresariado han entendido mejor la película general, y apoyan la necesidad de un pacto fiscal -que incluya no sólo tributos, sino también mejora en la gestión del Estado, y medidas pro ahorro e inversión-, y de mejorar las pensiones ahora ya. Que se haya renovado el sector empresarial eligiendo primero a Karen Thal en Icare, y esta semana a Rosario Navarro en Sofofa, es esperanzador. Ambas son las primeras mujeres en dirigir esas instituciones, y son dos personas tan capaces como dialogantes, que comprenden la urgencia de avance en materia social, que quieren abrirles las puertas a otras personas y que no están para defender el statu quo.

Otra señal muy potente de brotes verdes es el trabajo de la Comisión Experta constitucional. Esta semana no sólo logró hacer su trabajo y elaborar un anteproyecto, sino que muchas normas se aprobaron por unanimidad, desde el PC a Republicanos. Sus 14 capítulos son sobrios, habilitantes de distintos proyectos políticos. Un texto que quizás no es el soñado por cada uno, pero que permite a todos convivir, y que no excluye a nadie. Todos cedieron, nadie quedó como “triunfador”, porque comprendieron que la salida del atasco constitucional era entender que el triunfo o era colectivo o no era. Bajo el sereno y lúcido liderazgo de Verónica Undurraga y de Sebastián Soto, dieron cátedra de gobernabilidad, de poner el bien común por sobre el particular, y de ceder hasta llegar a un resultado aceptable y que fuera mejor que lo que hay.

El mismo Congreso Nacional ha mostrado que es capaz de salir del atolladero: lo hizo con los acuerdos constitucionales, también acordando la jornada laboral de 40 horas, el aumento del salario mínimo a 500 mil pesos, o al aprobar la legislación para hacer pagar a los “papitos corazón”.

Ahora las oposiciones deben ver cómo responden a este llamado a acordar las reformas tributaria y de pensiones, y ayudar así a salir del tobogán a nuestro país. Esa respuesta tiene que ver con la hegemonía y la identidad de la derecha, y la encrucijada en Chile Vamos entre asimilarse o diferenciarse del Partido Republicano. ¿Mantendrán y profundizarán su sello? Porque si en definitiva deciden endurecerse, ¿cómo podrían ganarle en derechismo a un partido cuyo líder más votado en la última elección considera que Pinochet es “un estadista”?

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