Cuidado, Tesla, hay un competidor realmente diminuto en tu retrovisor

Un vehículo eléctrico fabricado por la empresa boliviana Quantum Motors circula por las calles de Cochabamba, Bolivia. FOTO: PATRICIA PINTO/REUTERS

Un vehículo eléctrico fabricado en Bolivia alcanza una velocidad máxima de 56 kilómetros por hora y en él caben tres personas, “pero no pueden ser muy gordas”, dijo uno de sus usuarios. Puede enchufarse a cualquier toma de corriente, lo que elimina la necesidad de invertir en costosas estaciones de recarga y su precio, de US$ 7.500, lo hace mucho más asequible que los vehículos eléctricos más llamativos que circulan por las calles de Estados Unidos y Europa.


COCHABAMBA, Bolivia- La revolución de los vehículos eléctricos ha llegado a las alturas de los Andes. Se mueve a no más de 56 kilómetros por hora y puede ser un poco claustrofóbico.

Mientras que Tesla y otros fabricantes de automóviles se enorgullecen de fabricar vehículos eléctricos lujosos y aerodinámicos -algunos con una velocidad superior a 320 kilómetros por hora-, Quantum Motors de Bolivia ofrece un viaje mucho más suave.

Del tamaño de un carrito de golf y construidos como una caja, los autos de Quantum tienen técnicamente lugar para tres personas, con espacio delante sólo para el conductor y dos pasajeros acurrucados detrás. Olvídate de la maleta. Ni viajes de larga distancia. Pueden recorrer 100 km antes de necesitar una recarga, que puede durar entre seis y ocho horas.

“Fue amor a primera vista”, dijo Daniel Derenne, un jubilado de 62 años en Cochabamba que compró un Quantum poco después de su lanzamiento en septiembre de 2019.

Al día de hoy, ha recorrido 10.000 kilómetros en su diminuto vehículo. Asegura que caben tres personas, “pero no pueden ser muy gordas”, precisa.

Derenne solía llevar una pegatina en la ventanilla trasera que indicaba que el vehículo es eléctrico y no contamina. Esperaba que eso animara a otros a pasarse a los vehículos eléctricos, una rareza en Bolivia.

La mayoría de la gente aplaudió su mensaje, comentó. Pero algunos conductores pensaron que les acusaba de contaminadores. Derenne recuerda que algunos conductores le hicieron señas con el dedo. Y los conductores de autobús se referían a su auto como El Estorbito.

“No te respetan en absoluto”, afirmó Derenne.

Los fundadores de Quantum creen que el vehículo, el primero fabricado en Bolivia, es el futuro de la industria automovilística en América Latina, donde viven 670 millones de personas. En las calles atestadas de tráfico del mundo en desarrollo, los autos en miniatura tienen más sentido, aseguró Carlos Soruco, uno de los fundadores de Quantum. Y su funcionamiento es mucho más barato que el de los automóviles convencionales. Los propietarios de Quantum dicen que gastan unos US$ 7 al mes en cargar sus autos.

Carlos Soruco, cofundador de Quantum, cree que los diminutos vehículos eléctricos son el futuro de la industria automovilística latinoamericana. FOTO: RYAN DUBE/THE WALL STREET JOURNAL

El vehículo eléctrico (VE) de fabricación boliviana puede enchufarse a cualquier toma de corriente, lo que elimina la necesidad de invertir en costosas estaciones de recarga. Encontrar estacionamiento es pan comido. Su precio, de US$ 7.500, lo hace mucho más asequible que los vehículos eléctricos más llamativos que circulan por las calles de Estados Unidos y Europa.

“Estamos convencidos de que el desarrollo de los vehículos eléctricos en Latinoamérica no se va a producir con Tesla o Volkswagen”, señaló Soruco.

Hasta ahora, Quantum ha vendido 370 autos.

Los bolivianos sueñan desde hace tiempo con tener su propia industria automovilística, pues creen que le permitiría a una de las naciones más pobres del hemisferio occidental reducir su dependencia económica de la exportación de materias primas, desde plata hasta gas natural. Los políticos prometen que su país, sin salida al mar, utilizará algún día sus vastos yacimientos de litio -los mayores del mundo- para impulsar la transición mundial hacia energías más ecológicas.

Angie Sciaraffia, estudiante de medicina, estaba encantada de comprarse un auto fabricado en Bolivia, con un espejo retrovisor tan pequeño que cabe en la palma de la mano. Se decidió por un Quantum azul diamante con cristales tintados y techo solar.

“Tener un auto boliviano es espectacular”, dijo Sciaraffia, que lo describe como fácil de conducir. “Sólo tienes que acelerar y frenar”, agregó.

En Bolivia, Quantum tiene un pequeño pero leal grupo de seguidores entre los propietarios de autos como Sciaraffia, que toca la bocina y saluda a otros conductores de Quantum cuando se ven por la calle en Cochabamba.

Ximena Pérez adora el suyo. Lo compró durante la pandemia, preocupada por los autobuses abarrotados. Indicó que nunca ha sentido que le faltara espacio, excepto una vez que se fue a acampar. Le costó meter la carpa, la rueda de repuesto y el perro en la parte trasera del Quantum. Afortunadamente, su perro es un chihuahua.

“Está hecho para el auto”, comentó Pérez.

Al principio, la empresa no podía matricular sus autos en Bolivia porque las leyes locales exigían que todos los vehículos tuvieran un documento de importación, papeleo estándar en un país donde nadie había fabricado nunca un auto. Las compañías de seguros eran reacias a ofrecer cobertura. Los bancos no sabían cómo estructurar los préstamos para automóviles.

Quantum cerró durante unas semanas justo después de su apertura en 2019, cuando las violentas protestas políticas paralizaron Bolivia. Entonces llegó la pandemia, que trastornó las cadenas de suministro mundiales y encareció la importación de piezas chinas. Hoy, la escasez de dólares en Bolivia ha dificultado el pago de las importaciones.

A pesar de los enormes recursos de litio de Bolivia, el país apenas produce el suyo propio, debido al férreo control estatal que ha obstaculizado las inversiones privadas. En consecuencia, las baterías de Quantum utilizan litio procedente de China.

A José Carlos Márquez, ingeniero y otro de los fundadores de Quantum, se le ocurrió la idea del VE en 2015, mientras construía una carretilla eléctrica para mineros. Está convencido de que la transición a los VE exigirá reducir el tamaño de los autos para evitar el derroche de energía.

Edgar Román compró su Quantum en 2020. Lo utiliza para su trabajo, que le obliga a visitar oficinas gubernamentales para rellenar el papeleo necesario para importar equipos de construcción.

“Me gusta”, dijo Román. Cuenta que los transeúntes le preguntan a gritos cuánto dura la batería y si pueden dar una vuelta.

El Quantum, aseguró Román, tiende a arrancar de un tirón en lugar de acelerar gradualmente y ofrece una conducción con más baches que su otro auto, un Nissan. El auto boliviano no tiene calefacción, por lo que hace frío en invierno. Román sostuvo que también es incómodo intentar hablar con su mujer cuando está sentada detrás de él.

“Tienes que hacer esto”, puntualizó, mostrando cómo giraba la cabeza hacia atrás para hablar con su mujer, como un taxista.

Una vez estuvo a punto de quedarse sin batería. Llegó a casa conduciendo a la velocidad de un corredor. Los demás vehículos le tocaban la bocina para que se apartara. Su madre iba en el asiento trasero.

“Me decía: ‘Puedes hacerlo, Quantum, puedes hacerlo’”, relató.

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