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El síndrome del pato cojo: cuando el gobierno actual no ha concluido, pero ya es historia

"Si los últimos meses serán de mera administración, sin grandes reformas en la agenda y con el objetivo de 'salvar los muebles', entonces nada mejor que hacerlo con una retórica muy particular: cerrando el círculo iniciado en marzo de 2022, cuando esta nueva generación llegaba al poder con la ambición de cambiarlo todo", dice Roberto Munita Morgan, director de Administración Pública de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Andrés Bello.

En política, pocas metáforas hacen más sentido que la del “pato cojo” para explicar los avatares que sufre un gobierno en sus postrimerías.

El pato es un animal sumamente versátil: puede caminar, correr, nadar y hasta volar. Pero un pato cojo no puede hacer nada de lo anterior. Queda inmóvil.

Por eso, esta imagen es útil para explicar el momento final de un gobierno: es un momento en que se pierde el control de la agenda pero no por una crisis, sino porque la opinión pública, los medios y la clase política ya están pensando en el futuro, y el gobierno actual ya es historia.

Es inevitable: toda administración, tarde o temprano, sufre el síndrome del pato cojo. La pregunta es cómo enfrentarlo. Y aquí la estrategia del actual oficialismo parece apuntar hacia volver a las raíces. En la recta final de su período, hay pequeñas luces de que una construcción que se asemeja a los orígenes de Apruebo Dignidad, cuando se hablaba de los círculos concéntricos de poder y el Frente Amplio marcaba la pauta.

“Para reemplazar a Mario Marcel, Boric optó por Nicolás Grau, hasta ahora ministro de Economía y cercano tanto generacional como ideológicamente al Presidente. Esa decisión tiene muchas lecturas, y una de ellas dice relación justamente con la teoría del pato cojo”.

Es cierto que Álvaro Elizalde sigue siendo el hombre fuerte del gabinete —incluso fue enviado a Argentina para ayudar en la crisis entre hinchas de la Universidad de Chile y del club Independiente de Avellaneda— pero la reciente partida del Ministro de Hacienda, Mario Marcel, ligado al Socialismo Democrático, muestra cómo se están reordenando hoy las redes de poder.

En esta etapa de cierre, lo lógico era que Marcel fuese reemplazado por Heidi Berner, la actual subsecretaria. Habría sido un hito histórico: la primera mujer en encabezar Hacienda. Un relato redondo para una administración que, al menos en sus comienzos, insistía hasta el cansancio de ser feminista.

Con todo, si había razones de peso para no mover a la subsecretaria, otra jugada segura, conservadora y poco riesgosa habría sido recurrir a alguien con experiencia, como Nicolás Eyzaguirre. Él conoce las oficina de Teatinos 120 como la palma de su mano, y podría tramitar la última ley de presupuestos sin contratiempos. No por nada Bachelet lo instaló en Hacienda en plena crisis, al final de su período, en una jugada que fue leída casi como “en caso de emergencia rompa el vidrio”.

Sin embargo, Boric optó por Nicolás Grau, hasta ahora ministro de Economía y cercano tanto generacional como ideológicamente al Presidente. Esa decisión tiene muchas lecturas, y una de ellas dice relación justamente con la teoría del pato cojo: si los últimos meses serán de mera administración, sin grandes reformas en la agenda y con el objetivo de “salvar los muebles”, entonces nada mejor que hacerlo con una retórica muy particular: cerrando el círculo iniciado en marzo de 2022, cuando esta nueva generación llegaba al poder con la ambición de cambiarlo todo.

Así, hoy, a pesar de no haberlo conseguido, pueden argumentar que aprendieron en el camino y que están listos para asumir futuros desafíos. Y esa, en definitiva, puede ser la mejor forma de darle la vuelta al síndrome del pato cojo: no como un punto final, sino como tres puntos suspensivos.

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