Cataluña pone a prueba su inesperada rebelión independentista

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Miles de personas se manifestaron este sábado por la unidad de España en la plaza de Sant Jaume ante la sede de la Generalitat.

El estallido independentista ha sorprendido a Madrid, acostumbrada durante décadas a ver en el País Vasco la única amenaza a la unidad del Estado.




La idea de una Cataluña independiente no es nueva. No en vano, su bandera, la "estelada", se inspiró en un movimiento secesionista que surgió casi a la vez: el cubano, a finales del siglo XIX. La bandera independentista es omnipresente en el paisaje de Cataluña: en los balcones de pueblos y ciudades, en el Camp Nou, en conciertos … Y ahora más que nunca porque el gobierno regional de Cataluña pretende llevar a cabo este domingo un referendo de autodeterminación. Sin embargo, la súbita eclosión del independentismo ha sorprendido en Madrid, acostumbrada durante décadas a ver en el País Vasco la única amenaza a la unidad del Estado.

"La independencia no está en la agenda política vasca, tampoco del PNV, el principal partido nacionalista. La prioridad los últimos años ha sido la reconciliación, cerrar las heridas provocadas por el terrorismo de ETA. Perseguir la independencia, todavía polarizaría más la sociedad", comenta Itxaso Domínguez, una analista política vasca. En 2011, ETA anunció el "cese definitivo de su actividad armada", y en marzo de este año, su desarme incondicional, lo que constituye un reconocimiento de su derrota.

Otra diferencia capital entre ambas "nacionalidades" -así las define la Constitución-, se halla en sus competencias en fiscalidad. El País Vasco goza de una autonomía fiscal casi plena, lo que le ha permitido capear la grave recesión de los últimos años sin grandes recortes en el presupuesto público. En cambio, Cataluña se queja de un enorme "déficit fiscal". Precisamente, con la finalidad de acercarse al modelo vasco y obtener también un mayor reconocimiento identitario, el Parlamento catalán aprobó un nuevo Estatuto de autonomía, que fue ratificado por las Cortes españolas en 2006. No obstante, en 2010 y tras un tenso proceso, el Tribunal Constitucional (TC) declaró diversos artículos inconstitucionales, como el que declaraba "nación" a la región. En aquellos años, se gestó el malestar catalán.

El presidente Mariano Rajoy, entonces en la oposición, atizó la catalanofobia como arma arrojadiza contra el gobierno del Partido Socialista, liderando una campaña contra el Estatuto catalán que incluyó el boicot de productos catalanes, la recolección de firmas, y una enorme presión al TC. "A mi nunca me ha interesado mucho la política. Pero con el boicot, las firmas, etc, tocaron mi dignidad como catalana. Fue entonces cuando me hice independentista", cuenta Marta, una enfermera de 39 años que pasea en un suburbio de la capital.

Su evolución política refleja la de muchos catalanes y explica la actual fiebre independentista. Antes de 2005, los partidos independentistas cosechaban entre un 10% y un 15% de los votos. En cambio, en las últimas elecciones regionales, en 2015, su cuota subió al 47%.

Pero no todos los catalanes ven con simpatía el movimiento independentista. La sociedad se halla muy polarizada. "Estoy de acuerdo en que se haga un referendo pactado con Madrid, y yo votaré no", opina Joaquim, un profesor de Literatura Española que acaba de ser abuelo. Aunque un 80% de los catalanes defiende el derecho de autodeterminación, buena parte de la sociedad discrepa de la decisión de convocar de forma unilateral la consulta, en una clara violación de la Constitución. "No nos quedaba otra opción. Hace cinco años que lo pedimos en manifestaciones masivas, y Madrid se niega a negociar", replica Cristian, dueño de una pequeña empresa de maquinaria industrial.

Tanto unos como otros coinciden en que la celebración de un referendo este domingo con unas mínimas garantías es imposible, sobre todo después de que la semana pasada la policía arrestara a los responsables del operativo logística de la consulta. Además, más de 12.000 miembros de la Guardia Civil se han desplegado en Cataluña para requisar urnas y papeletas. La jornada se prevé muy tensa. "Ahora lo que está en juego es cuál es el relato de los hechos que se impone", sostiene Joaquim. Sea como fuere, tras la "batalla del referendo", los analistas coinciden en que mañana se abrirá un nuevo escenario. El mundo entero mira a Cataluña con atención, mientras la UE mantiene su mutismo. ¿Es todavía posible reconducir el conflicto y buscar una salida negociada, o se acentuará la confrontación?

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