Pablo Larraín: "El personaje de Neruda se resiste a hacer una biografía tradicional"

El director de No acaba de terminar su película Neruda, una comedia negra sobre la persecución que sufrió el poeta en el gobierno de González Videla.




”Y usted, ¿cómo se llama? Si, usted”. El que habla es Pablo Neruda y así enfrenta a los policías en la nueva película de Pablo Larraín. Tiene orgullo, soltura y una pizca de ironía. En esta misma escena se ve a un policía de delgado bigote e inexpresivo rostro que mira al poeta. Es Oscar Peluchoneau, el detective que por orden de Gabriel González Videla debe capturar a Neruda, pero que aquí no lo hace. En este juego de cacerías y roles dislocados, puede pasar que el cazador se pase toda su vida buscando a una presa inasible. Es más, tal vez sea humillado y Neruda le pregunte cómo se llama.

Filmada entre Santiago, Valparaíso, el sur de Chile, Buenos Aires y París, Neruda tiene poco y nada que ver con lo que antes realizó Pablo Larraín y sí mucho en común con las artificios de la técnica cinematográficas, los laberintos de la novela negra y un costado poco conocido del poeta: su sentido del humor. Es aquella virtud la que lo mantiene vivo y la que lo hace escapar en el año 1948 a la persecución ordenada por Gabriel González Videla tras prohibir el Partido Comunista. El filme de Larraín,  al que La Tercera tuvo acceso a parte del metraje, es además una construcción imaginaria sobre lo que pasó con Neruda ese año, permitiéndose  las licencias creativas del caso.

En este retrato se despeina su retrato icónico a través de escenas nerviosas y tragicómicas: Neruda, personificado por Luis Gnecco,  lee su Poema XX vestido de jeque árabe en una gran fiesta; el detective Peluchoneau (Gael García Bernal) pasa de largo frente a una vitrina donde el  escritor se camufla entre fotografías; Neruda, consciente del aura mítica que le otorga la pesquisa, concluye: “Esto tiene que ser una  cacería salvaje”.

Seleccionada para la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes (del 11 al 22 de mayo), la película se estrena el 11 de agosto en Chile y su realizador, a medio camino entre la reciente edición de esta cinta y el montaje de la nueva  Jackie (con Natalie Portman como Jacqueline Kennedy) se explaya.

Gael García Bernal decía  que no sabía cómo iba a terminar su personaje y que sólo se definiría en la sala de montaje

Es que efectivamente pasa eso. Truffaut tenía una frase muy cierta: cuando uno filma lucha contra el guión y luego en la edición pelea contra el rodaje. Al principio a mí me costaba el proceso de montaje, pero hoy lo disfruto muchísimo. Creo que el momento más luminoso al hacer una película es cuando tienes todas las escenas frente a ti, te sientas y dices: “Ya, a ver que es esto”.  Al final  dimos con algo que nos transformó y fascinó. Pero  esto les pasa a todos los cineastas.

¿Pero para ustedes era nuevo?

Es que todo es un juego de ilusiones al final. Estábamos filmando en pleno invierno con capas de plástico contra la lluvia y frente a nosotros había un set de los años 40 con actores con micrófonos bajo sus abrigos, jugando a una ilusión absolutamente arbitraria . Y a partir de eso se produce una sensación de destino desconocido que puede provocar   angustia, placer o ambas cosas a la vez. Dentro de esas circunstancias llegamos finalmente a este biopic falso, entre otras cosas porque creo que el personaje de Neruda se resiste a un biopic normal. Simplemente no cabe en una caja para  decir: “Ya, este es Neruda”. Sería una pretensión muy grande de mi parte. Es por eso que en general no me gustan las biografías fílmicas tradicionales. En esta película, en cambio, hay una arbitrariedad muy grande que al mismo tiempo te provoca un goce enorme: es pura libertad. Se trata de la figura del perseguidor y el perseguido que a su vez componen una suerte de muñeca rusa donde todos crean algo cada vez más falso, a su vez dentro de otra cosa, que está en otra. Por eso optamos por hacer la película como una fuga, un policial, dónde hay mucho de leyenda.

¿Cree que Neruda tendía o gustaba de la mistificación de sí mismo?

Hay una discusión histórica muy interesante al respecto: a Neruda lo buscaron 300 policías dirigidos por el comisario Oscar Peluchoneau durante más de dos años y nunca lo capturaron. Andaba prófugo, pero también hacía fiestas, iba a reuniones y circulaba por las calles. Se presta para pensar que aunque González Videla ordenó su detención, en algún momento prefirió que eso no sucediera pues tener preso a Neruda era impresentable. De ahí entonces nos viene la idea de un policía que tiene que perseguir a alguien, pero sin tener que atraparlo. Eso, en la película, nos sirve para entrar a la farsa, la comedia, el humor negro. Es un cóctel cinematográfico entre parodia y género policial,

¿Por qué se opta por un tono irónico?

Sucede que ellos vivían en un período modernista, con sueños gigantes e infinitos, mientras nosotros ya sabemos lo que pasó después. Lo que hacemos es ir a ese lugar y época, tratar de entender como pensaban, pero no olvidarnos que nosotros estamos con la ventaja del tiempo. Por eso, en vez de caer en la ingenuidad de hacer una película seria y grave donde los personajes se gritan sus ideas y viven todo con pasión extrema, preferimos meterlos en una fabricación lúdica e inasible.

En No ya estaba este espíritu y se prefería contar la historia que todos conocemos de otra forma   

No se trata de sacralizar o sacralizar a nadie, sino que de construir un artefacto que sea fascinante y eso se hace con respeto, pero también con libertad. Ahora, No es un proyecto muy distinto a Neruda, escrito por Pedro Peirano, quien puede tener una forma muy diferente de ver las cosas que Guillermo Calderón en Neruda.  Lo que yo hago es acomodar los guiones a  a mi visión.

¿Por qué optó por una estética tan llamativa, muy diferente a la  oscuridad de El club, Post Mórtem o Tony Manero?

Es una estética más luminosa y clásica, con muchos movimientos de cámara y una narrativa nos pareció adecuada para este relato. Es una película con más de 60 locaciones, con una producción larguísima que significó nunca estar más de  dos días en un mismo lugar y en ese sentido nos pareció interesante darle un ritmo visual que fuera atrapante . Eso quizás tiene que ver con lo que nos produce la propia poesía de Neruda y, por supuesto, su vida peligrosa y fascinante. Es una persona que todo el tiempo se está poniendo en riesgo, que desafía al presidente de la época en el Congreso, que luego se escapa, que se sube a un caballo, se mete en una casa, después a otra, se esconde en un closet, se sube a una ventana, deja pistas, hace bromas, escribe. Creo que Neruda, a pesar de ser muy diferente a Nicanor Parra, tenía esa capacidad de descolocar. En algún momento uno no sabía si hablaba en serio o no.

¿Sí?

Cuando quería, podía hacerlo. Tenía las herramientas, la erudición, la sofisticación y la inteligencia para conversar con alguien sin saber si hablaba en serio o no. Ahí es cuando creo que Luis Gnecco es un genio a la hora de interpretarlo. Además, después de mucho tiempo, había logrado bajar de peso, pero a la hora de hacer Neruda tuve que pedirle que subiera 25 kilos.

¿Puede que los cercanos o estudiosos de Neruda  no estén de acuerdo con la película?

En la Fundación Neruda leyeron el guión y lo aprobaron, pero no porque estén de acuerdo con todo, sino porque creen que su figura es patrimonio de todos.

¿Qué banda sonora tiene?

Gran parte de la música es del siglo XIX,  música clásica de Edvard Grieg, Felix Mendelssohn o Antonin Dvorak. Pero también hay músicos del siglo XX como Krzysztof Penderecki o Charles Ives, Y, claro, composiciones de Carlos Cabezas.

¿Se siente muy cansado con tanto rodaje y compromiso en el cuerpo, sin parar: El Club, Neruda, Jackie, óperas, teatro? 

No. Tengo para  rato. Me van a tener que sacar a palos.

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