Columna de Ascanio Cavallo: ¿Qué entendió el gobierno?



El bochorno que antecedió al cambio de gabinete del martes empañó innecesariamente la llegada de Carolina Tohá al Ministerio del Interior. Pero esto habría quedado atrás con rapidez si no fuera porque reveló un doble problema estratégico.

El primero es que el Partido Comunista no está dispuesto a pagar el costo del 62% de Rechazo (en unas palabras del senador Daniel Núñez que evocan el estilo de Luis Corvalán, “nos llevamos nuestras cositas”), ni siquiera porque fue el partido de gobierno con más responsabilidad sobre el proyecto constitucional y el único que abiertamente despreció la idea de tomar el compromiso de “Aprobar para reformar”.

El PC puede defender esto último, dado que no mostró eficacia, pero no el papel de sus convencionales en el texto emitido por la Convención. La situación del fallido subsecretario Nicolás Cataldo es similar: no es responsable del domingo, pero sí de su afición a Twitter y de sus ofensas a la policía. En una de sus apreciaciones menos finas, el presidente del PC, Guillermo Teillier, mostró su preocupación por los visos de “anticomunismo” en el caso de Cataldo. Por supuesto que hay tales visos: de otro modo el PC habría superado hace tiempo el 7,35% de los votos. Pero quizás Teillier sabe que toca una tecla sensible para el Presidente, vaya a saber uno.

Ubicarse en el 7,35% sería lo razonable para un partido político cualquiera. Pero el PC, al menos por ahora, privilegia otro hecho que es igual de objetivo: ha llegado a constituir el centro del gobierno, y si no mantiene esa hegemonía, ya se sabe: tomará “sus cositas”. La especial diferencia del PC con otros partidos es que piensa siempre en términos de poder.

Por esa u otras razones, el Presidente Boric no sabe, no puede o no quiere que el PC se sienta afectado por su responsabilidad. En las horas siguientes al traspié le hizo toda clase de gestos amorosos, reestructuró con fórceps el comité político, detuvo la salida de otros funcionarios militantes y hasta promovió al inocente Cataldo a una subsecretaría más estratégica que la anterior. Premiado sin apostar.

El costo de la derrota, en realidad, lo está pagando el Frente Amplio mediante compensaciones sucesivas para sus socios a través de cargos públicos. En estas prácticas, el gobierno no se está diferenciando en absoluto de las que condenó en sus antecesores, quizás porque no ve con claridad en qué podría consistir su “nueva política”.

El segundo problema estratégico es que el gobierno parece haber comprendido de una manera muy restrictiva la derrota que sufrió el domingo, casi como si no fuera también suya, como si pudiera quedarse atrincherado en esa tardía, insuficiente e inconvincente distancia que puso en las últimas semanas respecto del proceso constitucional. No parece haber tomado nota de que en un régimen parlamentario no habría quedado ni el jefe del gobierno ni ninguno de sus ministros.

El cambio de dos de los ministros del equipo político sería una señal suficiente en condiciones normales. Pero lo que ha ocurrido está muy lejos de ser normal. Y menos todavía cuando la figura principal del gabinete, la ministra del Interior, ha sido cambiada por razones diferentes y anteriores al resultado plebiscitario. El otro ministro caído de La Moneda, Giorgio Jackson, enfrentaba problemas de creciente inviabilidad en su relación con el Congreso y cuesta imaginar cómo podrían desaparecer desde otro ministerio. La dinámica de las “sillitas musicales” tuvo funestas consecuencias para Salvador Allende y los ministros que se vieron sometidas a ellas.

Lo que todo esto sugiere es que el Ejecutivo se resiste a medir la profundidad de la catástrofe. Los estudiantes han querido montarle otro 18 de octubre, y al menos el exconvencional comunista Hugo Gutiérrez se muestra entusiasmado con esa idea. Toda la carga de reprimir la violencia descontrolada, cuyo propósito es paralizar Santiago y otras ciudades, tendrá que caer sobre figuras socialistas.

La inflación amenaza con salirse de control, al punto de que la tasa de interés no está siendo capaz de contenerla. Y nuevamente, el restablecimiento de un cierto orden macroeconómico tendrá que ser administrado por figuras socialistas. La alternativa de mejorar las condiciones para que los productos chilenos se vendan más y mejor en el exterior parece descartada, porque el ministro de Economía ha dicho que prepara “algo mejor” que los tratados; está, por así decirlo, más cerca de aspirar al Nobel que de activar la economía.

El gobierno se muestra ubicado unos 10 pasos más atrás de lo que sucedió el domingo 4. Lentamente empieza a entrar en un túnel: a un costado, la contundente expresión ciudadana, que no es menos maciza por los actos de desprecio de los derrotados, y al otro, la presión del PC y algunos de sus seguidores para mantener un rumbo que también fue juzgado el domingo. Eso es lo que se vislumbra como el horizonte político para el Presidente en lo que resta de su cuatrienio, aunque el tiempo que en verdad tiene es de esos que, como diría Raymond Chandler, “no sale en los relojes”.

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