
La desinformación importa

La gente no sólo vive en las redes sociales, pero los medios sí. Esa es la realidad que importa a la hora de analizar el rol que pueden tener campañas coordinadas de desinformación en redes sociales, como las que fueron destapadas en un reportaje televisivo la semana pasada. En ese sentido, no es sólo grave y preocupante que haya campañas coordinadas para promover información falsa en beneficio de un candidato, sino que es aún más complejo que entre quienes están detrás, haya personas que tienen el poder de decisión en medios masivos.
El reciente reporte del Reuters Institute de la Universidad de Oxford, sobre consumo de medios, muestra algunos resultados que pueden iluminar esta discusión. Por un lado, vemos que los ciudadanos en todo el mundo (incluido América Latina) están reduciendo su confianza en medios tradicionales, lo que se compensa con un aumento consistente en la obtención de información a través de redes y medios sociales. Esto ha tenido dos efectos específicos. Por un lado, los medios tradicionales están cada día invirtiendo más en generar contenido para redes, como una manera de mantener cierta participación en el mercado. Por otro lado, y que es lo que nos importa en este caso, extraen las polémicas y discusiones que ocurren en redes sociales para llenar su agenda informativa. Es ahí donde se vuelve relevante lo que pase en estos medios.
Esto no es algo nuevo, por cierto. Ha habido investigación en gran parte del mundo sobre el efecto de la desinformación en redes sociales en procesos electorales. Se ha documentado la existencia de granjas de bots o de campañas coordinadas para promover historias falsas en distintas partes del mundo, muchas de ellas financiadas por gobiernos extranjeros. Si bien no está tan claro si han tenido un efecto directo en cambiar las preferencias electorales, sí las tienen en fijar la agenda mediática. Y es ahí donde este tipo de campañas se vuelven relevantes. Quizás no van a cambiar el parecer de una persona de forma directa, pero tienen la capacidad de marcar la agenda, obligar a los candidatos a reenfocar sus esfuerzos y drenar recursos. Si no me creen, es cosa de revisar cuándo se empezó a debatir sobre los supuestos problemas de salud de una candidata a la Presidencia y encontraremos un ejemplo concreto.
Chile tiene un proceso electoral con alta confianza ciudadana, basada en años de trabajo por parte de nuestros órganos electorales (Servel, Tricel, entre otros) y de los gobiernos de turno. Pero una cosa es el proceso electoral y lo que lleva la administración del mismo, otra distinta es el ambiente mediático y el nivel de la discusión que se lleva adelante. De confirmarse que la campaña de desinformación que reveló CHV es cierta, estaríamos ante otro ejemplo más de sectores de la ultraderecha atacando directamente la calidad y confianza de nuestras elecciones. Algunos lo hacen escondidos en nombres de usuarios, otros lo hacen a cara descubierta repitiendo el mismo guion que llevó a revueltas populares en EE.UU,. y Brasil luego de que perdieran las elecciones. En el fondo, es una mezcla entre ataques personales y al proceso, poniendo en dudas la salud de sus contrincantes y la integridad de las elecciones. Un combo destructivo que pareciera que quieren repetir. Por eso importa lo que aparece en medios, porque aporta a un discurso que nos tiene en crisis.
Por Javier Sajuria, profesor de Ciencia Política en Queen Mary University of London y director de Espacio Público
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