La tentación de sobreinterpretar



SEÑOR DIRECTOR:

Bajo un manto de amenazas se tendrá que abrir paso el nuevo proceso constituyente. No solo por la sobreinterpretación que varios sectores de la derecha realizan de los resultados del 4 de septiembre, sino también por la pretensión de poner en tela de juicio el plebiscito de 2020, minando la legitimidad de un instrumento democrático tan relevante como este. En las evaluaciones que hagan sobre el reciente proceso, se debe diferenciar entre las necesarias críticas y lecciones y los intentos de acotar lo más posible los marcos democráticos, o, peor aún, qué es lo que puede ser debatido en Chile. Esto ya lo hemos aprendido durante las últimas décadas, cuando múltiples demandas que avanzaban en condiciones más dignas de vida han sido, reiteradamente, declaradas inconstitucionales.

Dilatar en demasía la certeza de la continuidad del proceso, mientras se suscitan enfrentamientos entre sectores políticos encerrados en el Congreso, por supuesto que producirá más malestar. Ese es uno de los peligros de atrincherarse en sobreinterpretaciones del significado del Rechazo: no ver que la impugnación a la política sigue su curso. Por otro lado, plantear la posibilidad de que no sea un órgano 100% electo el que escriba la propuesta o posponer su elección en el contexto del voto obligatorio, parece más un cálculo político electoral para seguir sacando réditos de un resultado que no le pertenece a ningún partido. Una condición básica de la legitimidad del futuro texto es que sea trabajado por personas electas y no retroceder en mayor representatividad de la sociedad.

Sobre la discusión acerca del papel de las y los expertos en el proceso y, con ello, de la “hoja en blanco”, deben realizarse algunas precisiones. La ambigüedad del término “experto” hace que sea muy delgada la línea entre una comisión técnica de apoyo a la labor constituyente, que es deseable, y una comisión política que restrinja los márgenes de la conversación. En ese sentido, los expresidentes y políticos que se ofrecen para esta tarea, y pueden reivindicar cierta experticia, debieran presentarse a elecciones y someter al escrutinio ciudadano sus ideas y proyectos. Hay que cuidar que la hoja en blanco signifique realmente que la deliberación no está previamente limitada, sin que ello implique partir de cero, recogiendo todos los insumos constitucionales y la participación ciudadana necesaria.

Que tengamos una nueva Constitución hoy no está asegurado. Evitar la tentación de sobreinterpretar y darle continuidad al proceso es un imperativo para enfrentar la crisis política en que nos encontramos.

Camila Miranda

Presidenta de Fundación Nodo XXI

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