¡No es el bikini, estúpido!



Por Sofía Salas, Centro de Bioética, Facultad de Medicina, Clínica Alemana Universidad del Desarrollo

Las integrantes del equipo noruego de balonmano fueron multadas por la Federación Europea por no usar el uniforme reglamentario en un partido del Torneo Euro 2021. En solidaridad, las gimnastas alemanas en las Olimpíadas de Tokio compitieron con un uniforme completo, para así ponerle fin a la sexualización de la disciplina.

¿Tiene razón esta Federación? A primera vista, uno diría que sí. Cada deporte tiene estrictas normas que regulan las vestimentas deportivas. Por lo tanto, quienes las violan deben ser sancionados. El reglamento de esta Federación establece que “las atletas deben usar braguitas de bikini”, las que deben tener “un ajuste ceñido”, estar “cortadas en ángulo hacia la parte superior de la pierna” con un ancho lateral no mayor de 10 centímetros. Sus colegas varones, en cambio, pueden jugar con cómodos shorts. La cantante estadounidense Pink rápidamente tomó partido por las jugadoras y dijo: “La Federación Europea de Balonmano debería ser multada por sexismo. Bien, chicas. Con mucho gusto les pagaré las multas. Sigan así”. Pero esto no resuelve el tema de fondo y la controversia quedó instalada.

La ropa ha sido durante mucho tiempo la manzana de la discordia en los deportes de playa y algunas jugadoras consideran que la parte inferior del bikini es degradante o poco práctica. Para ellas, el “incumplir con el código de vestimenta es una batalla importante”. Este es solo un ejemplo más en el cual las mujeres se han sentido discriminadas, sexualizadas y entorpecidas en realizar su trabajo debido a la vestimenta y refleja un tema más complejo que el simple uso de un bikini más o menos pequeño.

Es cierto que este deporte surgió al calor del verano, con jugadoras que elegían vestirse acorde con el calor estival. Otra cosa es que las federaciones exijan uniformes que atentan contra la dignidad o comodidad de las deportistas. Trabajos recientes han mostrado que, según deportistas de élite, el trato que reciben por parte de la prensa tiende a invisibilizarlas y a juzgarlas con estereotipos de género, resaltando más sus atributos físicos por sobre los logros deportivos (Martínez-Abajo, 2020). Ejemplo de esto es que al reportear los juegos de playa se enfocan en el físico de las deportistas sin mostrar alguna jugada en particular. Este sexismo incluye presiones psicológicas y violencia física o sexual, tal como ha denunciado la gimnasta Simone Biles, o la entrega de premios desiguales y degradantes, como los que recibieron las ganadoras del Campeonato de Squash de Asturias (kit de depilación, una lima y un vibrador) o la entrega de un galvano, mientras sus pares masculinos reciben premios económicos ([1] Martínez-Abajo, 2020).

A fin de cuentas, no es el bikini el problema, sino lo que hay detrás de esta exigencia que en nada compromete el rendimiento deportivo. Parafraseando la célebre frase del asesor de Bill Clinton, ¡”no es el bikini, estúpido”! Debemos recordar que el deporte es un “modo de expresión que transmite valores sociales”, creando identidad. Por esto que sostengo que no solo es un tema estético, sino que también ético.

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