Gonzalo Ordóñez, acádemico de la Universidad de Extremado de Colombia: “Hay timidez en la política pública de la región por el efecto de la tecnología en el empleo”

Según el experto en la IV Revolución Industrial, aunque América Latina está en mejor situación que África, esta acorta la brecha rápidamente. También especializado en el mercado laboral, asegura que para la región el teletrabajo es posible para una minoría.


Asia por sobre todo, pero también Estados Unidos, Europa y África avanzan más decididamente en materia de tecnología que las economías de América Latina. Así lo asegura Gonzalo Ordóñez, académico de la Universidad de Extremado de Colombia que participó hace unos días en el webinar de la Sociedad Chilena de Políticas Públicas y de la Universidad Alberto Hurtado para bordar la transformación tecnológica y del mercado laboral.

El también académico de la Universidad Twente en Enschede, de Países Bajos, asegura que falta iniciativa de los Estados, los encargados de que estos cambios contribuyan a un desarrollo general de la sociedad en lugar de un factor que aumente la desigualdad.

¿La pandemia marca un punto de inflexión en la revolución tecnológica por la que atraviesa la economía mundial?

-Sin duda la pandemia ha acelerado la cuarta revolución industrial, porque ha forzado a una mayor digitalización de procesos. Lo relevante de la pandemia es que precisamente los países que no tenían una suficiente preparación tecnológica son también los que más han sufrido. Son los que han estados menos preparado para afrontar las consecuencias y también ha perdido más empleos por este mismo proceso de la digitalización. La situación no es igual para los países desarrollados que ya venían en estas dinámicas, con mayor velocidad de adaptación en general de la cuarta revolución industrial.

¿Cómo ve a América Latina en relación al resto del mundo?

-En general se ha venido ampliando la brecha entre Asia y América Latina. Ellos están avanzando muchísimo más rápido incluso que Estados Unidos en adopción de la tecnológica. Pero llama la atención que también África avanza más rápido que nosotros. La brecha en ese caso nos favorece, pero se está cerrando.

De todas maneras en la región hay mucha diversidad. Brasil, México, Argentina, Chile y Colombia están haciendo grandes esfuerzos, pero el resto de los países está haciendo muy poco. De todas maneras, incluso en los que más progresan los esfuerzos son un poco tardíos. Empezaron aproximadamente hace solo cinco años.

¿Qué permite que a África avanzar más rápido?

-Eso tiene mucho que ver con los programas de apoyo de organismos multilaterales y de la cooperación internacional en general. Acá en América Latina se esperaría que los organismos multilaterales tuvieran un protagonismo como el que históricamente tuvieron, por ejemplo cuando se trató de apertura económica y globalización. Pero en términos de avance tecnológico el apoyo ha sido bastante tibio.

Además, hay timidez en la política pública de la región por el efecto de la tecnología en el empleo. Esa timidez se observa tanto en los gobiernos nacionales como en los organismos multilaterales, pese a que no hay pruebas empíricas de un efecto negativo.

¿Qué efecto tuvo la pandemia sobre el mercado laboral?

-En el corto plazo el efecto fue muy nefasto, porque nuestros países todavía son dependientes de exportación de recursos, de mano de obra poco calificada, poco entrenada en la digitalización. Cuando una economía depende mucho de la actividad física y se ve obligada a transitar a lo virtual, no sabe bien cómo hacerlo. Ahí es cuando se pierden oportunidades de negocios, empleos y mercados.

¿Particularmente cómo ve la tendencia sobre el teletrabajo en la región?

-La pandemia es un empuje, pero lo cierto es que los segmentos que pueden avanzar en esa dirección siguen siendo minoría en cada país. Seguimos dependiendo de muchos empleos de la calle, del campo... La falta de acceso a internet para la educación. Por ejemplo, en Colombia muchas de las escuelas rurales han tenido que cerrar y los muchachos no han tenido otra opción de formación.

¿Cómo países como los nuestros pueden lograr que este tipo de transformaciones contribuyan al desarrollo de toda la comunidad y no aumenten la desigualdad?

-El papel del Estado es fundamental. No se puede dejar al mercado esa labor de equilibrar la balanza.

Es claro entonces la educación gratuita, pública, de buena calidad y con buen acceso a la digitalización. Si tiene que procurar que internet llegue a las zonas alejadas de los polos de desarrollo, también se requiere mayor inversión en ciencia y tecnología. Todo eso contribuye a reducir las brechas, porque si no se hace nada simplemente aumentan dramáticamente.

En cuanto al mercado laboral, entre más capacitación y calificación será más fácil conseguir empleo. Los conocimientos que serán sustituidos son fácilmente automatizables.

¿Nuestros gobiernos tienen conciencia sobre estos desafíos?

-Hay más de discurso que de realidad en nuestros países. Hay esfuerzos escasos, concentrados en los cinco países que mencionaba. Pero hay que hacer muchísimo más. Se requiere de voluntad política, porque estas son apuestas de largo plazo. Son políticas de Estado y los gobiernos están más preocupados de dejar una huella en su periodo.

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