
El complejo escenario de científicos y estudiantes chilenos en EEUU: censura, control migratorio y miedo a hablar
Universitarios y profesores chilenos en Estados Unidos relatan cómo el endurecimiento de acciones migratorias, la censura en contenidos y un ambiente ideológico adverso han convertido la experiencia académica en un terreno incierto.

Por décadas, Estados Unidos ha sido un faro académico para el mundo. Sus universidades, reconocidas por su excelencia e innovación, atraen cada año a miles de estudiantes y profesores internacionales, incluidos muchos chilenos. Pero ese escenario se resquebrajó. Las restricciones impuestas a principios de año por Donald Trump, el aumento del control político sobre contenidos universitarios y una creciente presión ideológica, están afectando profundamente la experiencia académica y personal de quienes eligieron ese país para estudiar o enseñar.
Desde principios de este año se ha evidenciado que desde el Ejecutivo estadounidense han prohibido la utilización de ciertos términos en los programas de estudios o en la elaboración de artículos científicos, específicamente si se trata de palabras consideradas dentro del espectro “woke”.
En caso de hablar sobre cosas como “cambio climático”, “equidad de género” o incluso ”vacunas" y “autismo” puede implicar que el gobierno federal ponga en duda o corte el financiamiento para que las universidades e instituciones científicas sigan investigando. En muchas de ellas podría ser causa suficiente para cerrar el laboratorio con candado.
En una entrevista previa con La Tercera, el profesor de la Universidad del Norte de Texas, Ricardo Rozzi, dio cuenta de este hecho que afecta a parte importante de las instituciones de educación superior estadounidenses. “Hoy hay una intervención en los programas educativos en que expulsan a todos los estudiantes extranjeros. Nos están revisando, no colegas académicos sino que los políticos, nuestros programas de estudio y tenemos indicación de que no podemos usar el término “cambio climático”, y hay ciertos libros que está prohibido usar”, acusó.

Si bien no existe una lista oficial, se cree que hasta ahora hay más de 200 términos que el gobierno de Trump determinó como parte de la “agenda woke” y que está cuestionando en cada publicación científica que se haya generado con fondos públicos. El diario The New York Times se ha encargado hasta ahora de rastrear y consultar por las palabras que ha cuestionado el gobierno en programas de estudio y artículos científicos.
El financiamiento de numerosos trabajos científicos dependen fuertemente de los aportes entregados por agencias de gobierno, como la Fundación Nacional de Ciencia (NSF) y los Institutos Nacionales de Salud (NIH). Este apoyo también es crucial para el personal y los estudiantes que trabajan con ellos.
Esta ha sido la tónica en las universidades que buscan evitar que el gobierno no corte los recursos para la investigación ni limite la entrada o permanencia de alumnos internacionales. Así lo han hecho universidades como Harvard, llevando esta situación a la justicia.
Pero esta creciente tensión ha hecho rondar el temor de muchos científicos extranjeros que temen ser blanco de acciones arbitrarias por parte de un Ejecutivo que no da explicaciones claras a la hora de deportar o negar la permanencia en el país. Aún está patente el caso de un científico aeroespacial francés que en marzo se le negó la entrada a Estados Unidos porque encontraron en sus redes sociales comentarios contra la administración de Trump.

“Esta medida fue supuestamente tomada porque su teléfono contenía intercambios con colegas y relaciones amistosas en las que expresó una opinión personal sobre la política de investigación de la administración Trump”, dijo en su momento el ministro de Educación Superior de Francia, Philippe Baptiste.
Foco de represalias
Entre las filas de quienes dan cuenta de este hecho también están investigadores y estudiantes de posgrado que partieron desde Chile a una de las casi 4.600 universidades en EE.UU. Quieren hablar, pero temen ser foco de represalias, desde perder sus becas hasta no poder permanecer en ese país.
Según la organización Open Doors de EE.U.U., en la temporada 2023/2024 (último dato disponible) se contabilizaron 3.113 estudiantes chilenos en Estados Unidos. El 80% corresponde a estudiantes de doctorado y en las principales ciudades que se localizan son Nueva York, California, Florida, Massachussets e Illinois.
¿Es un buen momento para irse a estudiar a Estados Unidos? Para Patricia, la respuesta es un tajante no. Ella, cuyo nombre fue modificado, es una de las decenas de chilenos y chilenas que año a año postulan a un programa de posgrado con el anhelo de expandir sus conocimientos en una de las universidades de mayor prestigio en el mundo.
“Nunca sentí el temor de que alguien, por ejemplo, me pudiese pedir mi identidad o preocuparse de mi situación migratoria. Ahora sí sentí ese temor, y la sensación de estar alerta le añade una presión a estar lejos de tu país”, comenta la estudiante. Tanto su casa de estudios como la institución que está a cargo de su beca le recomendaron no expresar su descontento contra lo que está aquejando el quehacer científico en dicho país.
La misma situación vive Pedro, quien está en su tercer año de doctorado en una universidad al este de Estados Unidos. “Nos pidieron que seamos súper cuidadosos con lo que decimos y con lo que publicamos, ya que se está realizando una revisión completa de tus redes”, señala.
La vigilancia no es solo simbólica, agrega. Según cuenta, en un caso insólito del que fue testigo, congelaron los fondos a unos colegas suyos que trabajan en estudios sobre Física de partículas magnéticas, solo porque se incluía la palabra “polarización”. Los responsables de dicho estudio tuvieron que argumentar que el término no aludía a lo que el gobierno considera como parte de la “agenda woke”.
Asimismo, el estudiante chileno describe que esta tensión de cuidar las palabras en las clases, en los laboratorios y en las relaciones personales ha aumentado la incertidumbre sobre su devenir personal, sobre todo ahora que están en proceso de renovación de visa, vitales para los extranjeros. Lo que antes se tardaba unas semanas, ahora demora varios meses y podría ser revocado sin que la entidad estatal entregue grandes detalles ni motivos.
Terremoto universitario
“Efectivamente es un momento muy dramático de la educación, particularmente de las universidades de los Estados Unidos”, sostiene José Joaquín Brunner, director del Doctorado en Educación Superior de la Universidad Diego Portales. Según el académico y exministro, el problema no es solo de forma, sino estructural: “La llegada del gobierno de Trump ha significado un verdadero terremoto para las instituciones universitarias”.
Entre otras cosas, Brunner agrega que esta situación socava los ejes centrales de la educación superior: “La autonomía de las universidades para autogobernarse y la libertad de enseñar, de aprender y de investigar”. Esta situación ha generado un clima de incertidumbre que afecta no solo a los académicos estadounidenses, sino también a investigadores que vienen del extranjero.
El neurocientífico chileno que investiga en una institución de vanguardia en EE.UU. -a quien llamaremos Pablo-, relata cómo esto se puede concentrar en tres debacles que afectan a los investigadores: la libertad de cátedra e investigación, el riesgo de desfinanciar el conocimiento y la situación migratoria de los científicos internacionales.
“Todas las oficinas de recursos humanos están sugiriendo fuertemente no viajar, a menos que sea estrictamente necesario. A nosotros nos dijeron ‘se recomienda encarecidamente no viajar’. Para que los gringos digan eso, es porque están todos asustados, y eso permea”, acusa.
De hecho, en marzo pasado se organizó una manifestación por la ciencia, llamada “Stand up for science”. En las principales ciudades se alzaron los científicos para pedir que detengan estas restricciones, específicamente la determinación de limitar fondos para la investigación.
“Nos pusieron buses para ir, pero al mismo tiempo las autoridades nos decían que por favor no lleven nada que identifique a la institución donde trabajamos, y que si nos detienen no digamos nada de dónde pertenecemos”, recuerda Pablo. Según complementa, las universidades también se resguardan. “En una manifestación te pillan con un logo de la institución y se van en contra de ella. Es terrible y todos tienen miedo”, manifiesta.

Tanta limitación, tanta invitación a no exponerse hizo que Pablo no asistiera a dicha manifestación.
Quien sí fue es un chileno que vive en EE.UU. desde hace casi 40 años. Jorge Golowasch dice que no está tan expuesto como sus pares chilenos. Es director de investigación en una universidad de Nueva Jersey y cuenta con la ciudadanía estadounidense. Así como reconoce que la presión por parte del gobierno es fuerte, también expresa que las universidades se intentan organizar para frenar estas acciones que limitan el actuar científico. Incluso, hace unos días la universidad donde trabaja declaró que va a conmemorar el Mes del Orgullo, acción cuestionada por la actual administración.
Eso sí, reconoce que la presión por revisar las investigación persiste: “Estuve en un panel de evaluación de subvención para investigación hace un mes, y estoy seguro que los que fueron identificados como los mejores y potencialmente financiables les pedirán que cambien las palabras cuestionadas, cambien el texto, o sino no les van a dar nada”.
Problemas con la visa
La Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID), que financia estudios de posgrado en el extranjero a través de Becas Chile, ha estado al tanto de esta situación y declaró que prestarán apoyo en caso de un eventual caso desfavorable para investigadores chilenos en EE.UU. “Apoyaremos y entregaremos toda la asesoría necesaria”, indicó la institución.
En relación a futuras postulaciones a Becas Chile, la ANID advierte que si no se permite el ingreso a la universidad estadounidense de destino, la persona podrá solicitar el cambio de la casa de estudios, siempre y cuando la nueva institución tenga la misma o mejor posición de ranking.

La incertidumbre no solo ha afectado la planificación académica, sino también la salud emocional de estudiantes y profesores. “Muchos profesores, entre chistes y no chistes, están aplicando para irse a Europa, porque no se sabe qué pasará de aquí a cuatro años”, relata Pedro desde Estados Unidos.
Pero Brunner pide calma: “Lo que uno diría sobre todo a estos estudiantes es que se mantengan tranquilos y a la espera de cómo esto se va desarrollando, y que estén bien intercomunicados entre sí”.
Mientras tanto, la idea del “sueño americano” para los científicos sigue atrayendo, aunque hoy con una sombra que cuestiona el anhelo prometido. “La gran recomendación que da toda la gente dentro de las universidades es tener un abogado preparado en caso de problemas con la visa”, enfatiza Pedro. Esto, si bien no es algo que se trata de manera oficial, es algo que se comenta desde hace unos meses.
“De marzo a junio ha pasado una eternidad en este camino. Pero hoy sé que siguen habiendo llamados a manifestaciones, yo recibí uno ayer. Creo que la gente ya no está tan asustada, o quizás están igual de asustados pero con menos autocensura”, proyecta Golowasch.

El semestre terminó en Estados Unidos hace un par de semanas, y muchos chilenos que están en ese país buscan renovar sus visas para continuar y terminar sus estudios, algo que por ahora genera incertidumbre.
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