Protesta en los muros: grafitis, rayados y afiches en el estallido social

A la fecha, más de 80 monumentos nacionales han sido afectados, según cifras del Ministerio de las Culturas. "La mayor parte son rayados con pintura o spray", dice la ministra Consuelo Valdés, quien mira con distancia la legitimidad de estas expresiones.


En las últimas cuatro semanas las calles de Santiago se han llenado de rayados, afiches y distintas expresiones gráficas con un factor en común: expresar un descontento social que va de la mano con el momento histórico que se vive en el país. Murallas, edificios, monumentos, paraderos y señaléticas se han transformado en un lienzo para quienes buscan expresarse ya sea rayando una frase con spray o pintando un mural.

"En todos los movimientos sociales siempre se da esta actividad. Sucedió en París en Mayo del 68 o en México", dice "Mono" González, el histórico muralista de la Brigada Ramona Parra. "Son las huellas que está dejando el ser humano de su descontento, pero ahí surge esa gráfica y hay que hacer registro de eso", añade.

Si bien la aparición de rayados y afiches no es nueva en nuestra ciudad, en estas semanas se ha incrementado. En ellas se escriben las demandas sociales sobre más justicia social y se mezclan con consignas contra el gobierno de Piñera, la represión policial y las peticiones por una nueva Constitución. "Es imposible ponerle orden, porque es lo que está viviendo la sociedad, es espontáneo en el sentido de que hay una angustia contenida que ahora explota", explica "Mono" González.

A la fecha, más de 80 monumentos nacionales han sido afectados, según cifras del Ministerio de las Culturas. "La mayor parte son rayados con pintura o spray", dice la ministra Consuelo Valdés, quien mira con distancia la legitimidad de estas expresiones.

"Debemos diferenciar entre la pintura de un grafiti como expresión artística legítima y el rayado que daña la ciudad. No es lo mismo intervenir un muro con un proceso creativo, que un rayado con aerosol sobre algún bien de valor histórico. El patrimonio es de todos, y es testimonio de los procesos sociales e históricos de nuestro país, por lo que es nuestra responsabilidad con las generaciones futuras protegerlo y ponerlo en valor", señala.

En ese sentido, para los creadores de la gráfica callejera no existe una diferencia de valor artístico entre el rayado y un afiche o mural con mayor nivel de producción. "No hay competencia estética, lo importante es el mensaje y dónde se escribe. Hay mucho respeto por el rayado del otro y existe un acuerdo tácito de no taparlos", cuenta C.V., uno de los miembros de Serigrafía Instantánea, colectivo de creadores gráficos que nació al alero de la movilización estudiantil de 2011 y que hasta hoy hacen propaganda política con afiches en serigrafía.

"Lo que hemos visto en las calles es una respuesta emocional, muy de la guata. Es tomar la brocha, el pincel, la lata de spray y ponernos a escribir el malestar en los muros. Para nosotros es una subversión del espacio, es un espacio de choque frente al statu quo, porque esto no viene de la cúpula de algún partido, sino que somos grupos autoconvocados", cuenta C.V. Lo mismo opina el artista callejero Caiozzama, autor de varios murales hechos con paste up, como el del perro Negro Matapacos, en el edificio Telefónica. "Para mí es arte desde el rayado más insignificante hasta el grafiti más producido. Todos están hablando de lo mismo. Todo lo que está rayado es de lo que está pasando, y hay papel, pintura, spray, hay de todo", dice.

Pero no son solo los muros los que se han rayado, también las estatuas, como el monumento al general Baquedano en Plaza Italia, recogen hoy el malestar popular. Para Luis Montes, académico de la U. de Chile, quien además estuvo tras la restauración de la escultura de Rebeca Matte vandalizada frente al Museo de Bellas Artes, la ciudad es el lugar para que el ciudadano se exprese. "Nos hemos acostumbrado a entender los monumentos como objetos ornamentales y no como hitos políticos. En ellos se cristalizan deseos de representación y vínculo. Lo interesante es ver las distancias que hay con algunos sujetos históricos que en su momento fueron levantados como héroes sin discusión y ahora se bajan violentamente de sus pedestales", señala.

Sin embargo, hay voces que defienden la existencia y mantención del patrimonio histórico, como el arquitecto Pablo Brugnoli, subdirector de proyectos del Centro Cultural La Moneda y magíster en Patrimonio Cultural: "No comparto que se rayen los museos o edificios patrimoniales. No estoy de acuerdo, por ejemplo, en que se elimine un monumento, pero sí que exista esa disputa de significado, que se dispute que se llame Plaza Italia o Plaza de la Dignidad. Creo que eso es la ciudad y el patrimonio, es una disputa por los significados", señala el arquitecto. Respecto de los rayados, dice que los ve como una manera de expresión legitima. "El rayado es reversible, lo importante es que la ciudad se exprese, porque insisto, la ciudad es de todos nosotros".

Un patrimonio social

La naturaleza de las expresiones gráficas callejeras refleja lo que también ha sido el estallido social: un fenómeno masivo, espontáneo y autoconvocado, sin ribetes partidistas. "Los colectivos desde hace años que vienen trabajando material gráfico sobre todas las demandas sociales que existen, desde el feminismo, los abusos o el conflicto mapuche y la represión del Estado", dice Sebastián González, hijo del "Mono" y también muralista.

Además de pegar afiches y rayar muros, los artistas distribuyen sus creaciones de otras formas. Serigrafía Instantánea ha colocado su prensa en la calle para regalar carteles a los transeúntes o estampar poleras, y otros están liberando sus imágenes para que cualquiera las use. "Es una doble propaganda cuando se pega en la calle y cuando se viraliza en redes sociales", dice el ilustrador Pablo de la Fuente (Grafika Diablo Rojo), quien, además de haber creado portadas de discos de Anita Tijoux y Banda Conmoción, hace propaganda política. "Liberé seis, el más usado es 'No es x $ 30 es x 30 años'. Esto no es para sacar provecho económico, sino para sensibilizar a la gente", dice.

Si bien se asume que la mayoría de los rayados, grafitis y afiches desaparecerán con el tiempo, se rigen tanto bajo la ley de la calle como por el departamento de aseo de los municipios, hay un deseo de que se deje un registro de este fenómeno. "Es imposible pedir que todo se quede, pero sería importante conservar algo para la memoria país. Por ejemplo, dejar intacto un espacio en Metro Baquedano, un lugar que ha concentrado mucha violencia y represión", plantea De la Fuente, de forma similar como partes del Muro de Berlín se conservan hasta hoy.

Otra medida es el registro fotográfico que ya está siendo realizado de forma periódica por colectivos como Migrar Photo o Frente Fotográfico y otros sitios web.

Para Javiera Manzi, socióloga, miembro de la Brigada Arte y Propaganda Coordinadora Feminista 8M y coautora del libro Resistencia Gráfica. Dictadura en Chile APJ/Taller Sol (Lom), vale la pena cuestionarse el borrado "inevitable" de las gráficas sociales. "En dictadura se conoció como 'golpe estético' el hecho de limpiar e higienizar las calles de las protestas como forma de control y normalización. Hoy existen movimientos que plantean los rayados como un nuevo 'patrimonio social' que merece ser valorado como parte de la apropiación de la ciudad por parte de la gente. Creo que lo que debiese hacerse es reconocer estas expresiones como una nueva forma de patrimonio", dice.

Pero no todos piensan igual. El año pasado el diputado de Evópoli y exministro de Cultura Luciano Cruz-Coke impulsó un proyecto de ley para regular estas gráficas, distinguiendo el arte urbano del rayado no autorizado. "Se aprobó con amplía mayoría en la Cámara y ahora espera ser discutido en la Comisión de Educación", cuenta. "El proyecto no tiene que ver con las sanciones, sino con las herramientas para decidir qué se queda y el límite lo pone la habilidad del artista y el dueño del inmueble que autoriza o no la obra. Lo que no hay duda es que quien raya patrimonio histórico debe ser sancionado", dice Cruz-Coke.

En Europa y Canadá los grafitis están regulados. Los rayados y pinturas no autorizadas son sancionados y en el caso de los espacios públicos y monumentos históricos, las penas son más severas.

"En mi caso, siempre he sido bien respetuoso con el tema de los edificios patrimoniales, mi trabajo siempre lo hago en paredes que ya están rayadas, aunque creo que en esta ocasión da lo mismo", dice Caiozzama.

Para Pablo de la Fuente, autorizar un rayado va en contra del espíritu de estas manifestaciones callejeras. "Legalizar el grafiti político es una incoherencia absoluta. Pero yo me pregunto sobre esta ciudad que está tapizada de publicidad pagada a veces muy agresiva y nadie se cuestiona su legitimidad o lo mucho que puede molestarles a los ciudadanos. Son las contradicciones de ese modelo capitalista", plantea.

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