¿Entrar a la Universidad en Chile saltándose la fila?: Miradas apuntan al 15% de admisión especial

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Un 15% del ingreso corresponde a una admisión especial con criterios que cada universidad determina. Expertos advierten de que actualmente no hay control de este tipo de ingreso y que los porcentajes por esta vía serían muy altos.


El fraude destapado en Estados Unidos, donde se descubrió un sistema de sobornos para que jóvenes ingresaran a prestigiosas universidades de ese país -mediante la alteración de las pruebas de admisión- , puso en el debate la pregunta sobre cómo funciona el sistema de admisión e Chile y si es posible que se replique una situación como la americana.

Los expertos coinciden en que no; de partida, porque el mecanismo de PSU hace mucho más complejo un fraude de esas características. Sin embargo, si es que hubiese alguna fórmula de saltarse la fila, habría que poner los ojos sobre la admisión especial donde la selección y la matrícula se realiza de acuerdo a criterios que cada institución determina. Es decir, sería el punto de ingreso de la discrecionalidad.

Según los datos del Sistema Único de Admisión (SUA), dependiente del CRUCH, el 2017 un 7% de la matrícula en universidades del Consejo de Rectores fue a través de "admisión especial". Y un 21% en el caso de las universidades adscritas -donde se contemplan a 14 casas de estudio privadas-. De hecho, en el mismo informe se hace ver que al menos seis universidades, entre las que están la Universidad Andrés Bello y la Universidad Mayor, no cumplieron  con el mínimo de 85% que deben ingresar por el sistema regular.

Además, el 2017 el CRUCH aprobó una modificación del reglamento que rige la admisión a universidades que "obedece a la necesidad de establecer con mayor claridad los tipos de programas académicos que constituyen excepciones en el 15% de Ingresos Especiales".

En ese sentido, algunos han apuntado a la falta de  fiscalización de los criterios que las universidades usan para sus admisiones especiales."Los sistemas de admisión especial son un poco más desconocidos y han ido aumentando en los últimos años. Algunos de estos son cupos para programas especiales para jóvenes con menores niveles socioeconómicos o ingresos para mujeres en carreras que están subrepresentadas. En general, son porcentajes marginales y en general el sistema funciona con criterios objetivos", dice Loreto Cox, investigadora del CEP.

Además de los mecanismos especiales de admisión que tienen las universidades, el SUA, que regula el ingreso a los planteles a través de la PSU, también tiene una versión de "admisión especial", a través del programa PACE, el que apoya a escolares de contextos vulnerables para que lleguen a la educación superior y asegura cupos de admisión en los planteles que adhieren a esa iniciativa.

Este año, participaron 29 instituciones en el programa, entre universidades y planteles técnicos. Por ejemplo, la U. de Chile abrió 75 cupos en sus carreras y la U. Católica dispuso de 126 vacantes.

Y para el proceso de admisión que recién pasó, había 30.672 escolares del programa PACE inscritos para dar la PSU, de los cuales 6.574 llegaron a la etapa de postulación en esas 29 instituciones.

Carlos Peña: "Debiera diseñarse un sistema que satisfaría a un observador imparcial"

El rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, cree que las admisiones especiales, en principio, "no son incorrectas" y agrega que el sistema tiene dos defectos: la cantidad de alumnos que entran por esa vía y la falta de control.

Agrega que "a la hora de examinar los sistemas de admisión es necesario tener en cuenta el sentido que poseen: se trata de asignar cupos escasos, cupos que aseguran o hacen probable una alta posición en la escala invisible del poder o del prestigio. La asignación de esos cupos es, pues, una cuestión de justicia. Ahora bien, una sociedad justa es una que asigna oportunidades contabilizando el esfuerzo o el mérito, las acciones voluntarias de las personas y no sus cualidades adscritas o factores que no son accesibles, en principio, a todos".

Asimismo, el rector Peña se pregunta si los sistemas estandarizados satisfacen ese criterio general de justicia. "En abstracto sí", responde. "En la medida que son ciegos a la identidad de las personas y sensibles solamente al rendimiento; aunque no hay que olvidar que en el caso de Chile el rendimiento es en gran medida función del sistema escolar y la posición en este resultado de la situación socioeconómica (la clase) de la familia. Al margen de la injusticia que subyace en el sistema escolar, la gran ventaja de las pruebas estandarizadas, querría insistir es que son ciegas a la identidad de los postulantes e inmunes a la subjetividad discrecional de quienes administran (administramos) las universidades".

Agrega que "un buen ejemplo es el tema de la gratuidad y la selección en base a la PSU. Una universidad que selecciona estandarizadamente no puede contabilizar la capacidad de pago de las personas a la hora de seleccionar".

Sobre la admisión especial dice: "Las instituciones pueden contabilizar factores distintos al rendimiento académico como el liderazgo o las habilidades deportivas; pero eso debe ser excepcional y sometido a controles que permitan que un observador imparcial juzgue si la selección cumplió las reglas o no".

Y agrega que "eso, desgraciadamente no se cumple hoy en el sistema el que presenta dos defectos: el porcentaje de admisión especial es demasiado amplio y se presta para que irrumpa la subjetividad discresional; y el sistema especial está entregado a las instituciones sin que exista un control externo que asegure su imparcialidad, la supresión de la subjetividad".

"El problema no es, entonces, contar con vías especiales, pero ellas deben ser: i) excepcionales (y el 15% de hoy -hay que decirlo-- no es excepcional); ii) sometidas a reglas de transparencia de manera que el sistema impida la subjetividad y la consideración de factores distintos a los que se comunican a los postulantes. En el ideal debiera diseñarse un sistema que satisfaría a un observador imparcial", advierte Peña.

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