La vital huella de Jarpa en Piñera y en el resto de la ex “Patrulla Juvenil” de RN

El deceso del viejo caudillo trajo a la memoria del cuarteto que alguna vez integraron el Presidente, la alcaldesa Evelyn Matthei, el ministro Alberto Espina y el senador Andrés Allamand ese formativo y convulso periodo que vivieron a su sombra al inicio de los '90, cuando tenían menos de 40 años. Hace tres décadas, el exministro de Pinochet les entreabrió la puerta al poder en RN. Terminó siendo un trance conflictivo y más tarde derivó en reyertas profundas, pero a la larga trazó el camino que les permitió llegar donde están.


Los cuatro deben haberlo recordado ayer. Cada uno a su manera. A Sebastián Piñera, Andrés Allamand, Evelyn Matthei y Alberto Espina, Sergio Onofre Jarpa Reyes les dejó un profundo surco en sus vidas y en sus carreras políticas. Entre ellos no solo lo han reconocido, sino que la mayoría subraya que si no fuera por el vínculo histórico que los ata al viejo caudillo de RN recién fallecido y el proceso que vino después, “no estaríamos donde estamos hoy”.

La muerte de Jarpa, uno de los últimos líderes históricos de las raíces de RN -Pedro Ibáñez, Francisco Bulnes, Pedro Daza, Sergio Diez tampoco están vivos-, les hizo recordar el período crucial comprendido entre 1990 y 1992. En ese entonces el exministro del Interior de Pinochet presidía un partido muy distinto al de ahora y alentaba los pasos de aquel grupo de jóvenes dirigentes -todos menores de 40 años- que fueron apodados La Patrulla Juvenil, como la serie de televisión que a fines de los ’60 protagonizaban Michael Cole, Clarence Williams III, Tige Andrews y la rubia Peggy Lipton.

Pudiendo haber seguido al mando, Jarpa pasó de ser el mentor de algunos de ellos (más que nada de Allamand) a cederles paso al poder. Pero el recambio no fue calmo y terminó siendo casi traumático en una derecha que -como siempre ha sido- se debatía entre duros y blandos, más y menos conservadores, veteranos y novatos. Gravitaron también la natural reticencia del líder a ser reemplazado, el ímpetu casi sin frenos del cuarteto y sus propias ambiciones, que durante los años siguientes los enfrentarían y hasta dejarían profundas grietas entre algunos de ellos.

El animal “de dos espinazos”

En esta historia en que se cruzan nombres de figuras vigentes y otras a las que sus descendientes les han seguido la huella, el punto clave está hacia la segunda mitad de 1990. Jarpa, uno de los fundadores de RN, llevaba tres años como su segundo presidente luego de Ricardo Rivadeneira (padre de Ignacio, por años discípulo y asesor de Piñera). Patricio Aylwin entraba recién a su quinto mes como Presidente. A Augusto Pinochet le quedaban aún 8 años al mando del Ejército. Había boinazos al menor conflicto con él. También senadores designados; ni hablar de cambiar la Constitución. Jaime Guzmán estaba vivo y a la UDI todavía le faltaba trecho para controlar el sector y ser una amenaza para el partido.

Jarpa -que venía de la derrota de un plebiscito que nunca le gustó y de la de Hernán Büchi en la presidencial del año anterior- apostaba a que su partido fuera pivote de acuerdos entonces difíciles con el gobierno, en una derecha donde ser liberal le colocaba a uno bajo sospecha poco menos de traición ante sus pares. Y los cuatro novatos dirigentes eran la cabeza de playa para un recambio.

Allamand había sido su secretario general durante todo su mandato; se conocían desde que él era dirigente juvenil en los ’70 de la Unidad Popular. Espina también había sido dirigente estudiantil y ahora era el jefe de una bancada de diputados en la que también estaba Matthei. Piñera era senador, gracias un cupo que le abrió RN y no la DC donde militó toda la vida su padre José. Los piñerólogos siempre han sostenido que por eso eligió un partido y no otro.

Jarpa tenía a los cuatro en alta estima. Se juntaba a comer con ellos y en el grupo hay quien recuerde -hay que decir que la memoria es variable en cada caso- que era un hábito que ciertos días a las 8:30 se reunieran en la oficina que tenía en el segundo piso de la sede de RN (la de Antonio Varas, ya no en la de calle Suecia que hasta hoy ocupa la UDI después del brusco quiebre de 1988).

A Allamand lo consideraba una especie de discípulo. “De hecho, en esa época le decíamos el Potrillo Allamand, y también el Joven Andrés; todavía lo saludo así a veces”, ríe Alberto Cardemil, exsubsecretario del Interior de Pinochet, exdiputado y expresidente del colectivo. “Con don Sergio eran amigos. Andrés llevó a RN a Sebastián y a la Evelyn”, recuerda.

Hacia julio o agosto de 1990, el líder enfrentaba la decisión de si seguir al mando de RN o ceder el turno. De cualquier modo seguía controlando provincias claves, como la bancada de senadores. Pero Allamand había protagonizado junto con él las negociaciones políticas con la Concertación, y se sentía con el derecho a sucederlo. Además, estaba fuera del Congreso. La Patrulla Juvenil miraba la ocasión de suceder al líder bajo el pacto de que el secretario general se quedaría con la presidencia, Espina y Matthei se harían fuertes en el Congreso y que para Piñera quedaría la postulación presidencial de 1993.

Esa fue la primera controversia con Allamand. La literatura especializada recalca que Jarpa jugó al misterio un tiempo. “Daba pistas ambiguas de lo que quería o no” (Rafael Otano, Crónica de la Transición, 1995). Andrés intentó apurar los plazos para inscribir las candidaturas, y -también según Otano- eso forzó una cena en el entonces restorán Praga de Las Condes. Expertos en el tema rememoran que el secretario general, con el aval de sus años en el cargo, le dijo a su mentor que no se opondría si quería postular de nuevo, pero que él también competiría. Jarpa dijo que no lo haría y le despejó la pista, pero con duras condiciones.

“Le vetó el ingreso a la mesa directiva de Piñera y Matthei. No por objeciones personales, sino como freno al ancho dominio que el joven presidente intentaba extender. Allamand debió aceptar una mesa integrada por cinco figuras cercanas a Jarpa y solo tres a él mismo” (Ascanio Cavallo, La Historia Oculta de la Transición, 1998).

“Jarpa quedó muy herido y dolido con Andrés por eso. En su corazón quería que le pidieran seguir”, recuerda uno de los nombres del cuarteto. Hasta entonces, la dupla Jarpa-Allamand funcionaba en un partido que siempre ha sido variado e indómito para sus directivas. Cardemil recalca que “la mejor época de RN era ese animal político de dos espinazos, como le decíamos: Don Sergio de presidente y Andrés de secretario general. La gracia de Jarpa es que administraba las distintas almas del partido y las ponía de acuerdo”.

“El viejo quiere que sea su monigote”

No pasó ni un mes y Allamand, la noche que el Consejo General de RN lo proclamó su jefe en Valparaíso (6 de agosto de 1990), apuró los gestos a Piñera. En un evento que se ha descrito más de una vez como émulo de las concentraciones republicanas en Estados Unidos -hace tanto tiempo, que una aún más joven Lily Pérez era asesora de Matthei- el nuevo mandamás dijo esa frase que ha sido reutilizada tantas veces: “Acá se encuentra el próximo Presidente de Chile”.

Darle paso a Allamand implicaba que Jarpa respaldara a Piñera cuando fuera el momento, pero el nexo entre ambos era muy distinto. Hay páginas y páginas que describen un recelo que más tarde mutó en una relación agreste. Al joven empresario y senador también le rayó la cancha.

Cuando se reunió con Piñera, Jarpa le dio tres consejos: “No atacar al régimen militar, defender la agricultura y no actuar con tanta precipitación. Piñera entendió que el cacique le sugería que se pusiera bajo su tutela. Jarpa entendió que su mensaje era una prevención contra la prepotencia del dinero. Pero ni Allamand ni mucho menos Piñera respetaron los consejos ni los deseos del viejo líder” (La Historia Oculta de la Transición).

A Piñera, poco o nada habituado a recibir órdenes, no le gustó la escena. Allamand lo llamó después de una de esas “reuniones de pauta” del joven senador con el caudillo. “Sin anestesia, Piñera respondió:

—El viejo quiere que sea su monigote, quiere tener el poder sobre mi candidatura. No es tan vivo como él se cree…

—Síguele la corriente. Que parezca que le hacemos caso. Todos estos viejos son iguales —contestó Allamand”. (Bernardita del Solar y Loreto Daza. Piñera: Historia de un ascenso, 2010).

Hasta entonces se llevaban bien. Casi todos de quienes hicieron rewind con La Tercera PM para este artículo recuerdan que Jarpa “hasta le grabó mensajes radiales a Piñera para su campaña a senador contra Hermógenes Pérez de Arce”. Cardemil, en todo caso, advierte que “ahí hay harto mito”, y que “don Sergio le tenía gran admiración a Sebastián. A veces me decía que lo admiraba cuando hacía análisis económicos, con un discurso articulado para hacer oposición al gobierno”.

Pero, como recalca otro veterano y amigo del fallecido, Hugo Ortiz de Filippi -entonces senador RN y hoy dirigente del PRI- “la relación de Jarpa con Piñera era eminentemente política. No eran amigos. Jarpa era muy pragmático y se daba cuenta que Piñera era una alternativa de triunfo para el futuro”.

El asunto es que ni Allamand ni Piñera sacaban nada si no contaban con la bendición de Jarpa (y de un entonces todopoderoso Pinochet, cuyo respaldo el hoy mandatario también buscó). Y al aspirante le jugaba en contra haber votado por el “No”. Al saliente jefe de RN tampoco le agradaba la “democracia de los acuerdos” que los dos jóvenes impulsaban, y el estilo avasallador del joven senador, “sus cortos modales, sus maneras atropelladas y su impetuosa seguridad que lo alejaron de lo viejos próceres de la derecha" (La Historia Oculta de la Transición).

Pero además, revelan hoy dos testigos con memoria, la relación que tenían hasta entonces comenzaba a colisionar en el Congreso.

Uno los primeros choques fue en uno de los primitivos intentos por llevar de vuelta el Congreso a Santiago. Los senadores RN habían pactado para votar en bloque en contra, y Piñera afirmó que suscribía ese pacto. La votación -insiste uno de los testimonios- era con balotas de distintos colores. “Pero Sebastián al final votó favor del traslado a Santiago y el resto de la bancada se dio cuenta. Jarpa se indignó”, recalcan.

“Ahí comenzaron todo tipo de conflictos”, agrega otro sobreviviente de esa época. Jarpa y Piñera volvieron a enemistarse por diferencias ante el Caso Colonia Dignidad, y sobre todo durante la acusación constitucional contra cuatro jueces de la Suprema que destituyó a Hernán Cereceda (1992). La mayoría de la derecha lo defendió, pero el senador Piñera se unió a Ignacio Pérez Walker y a Ortiz de Filippi, que articuló ese descuelgue. “Ahí se pelearon a muerte”, cuenta un amigo del recién fallecido.

Entre los veteranos de RN recuerdan que con Allamand, Jarpa tuvo conflictos políticos pero nunca personales. Que después de lo del ’90 siguieron conviviendo, hasta que chocaron de frente en ese mítico Consejo General de Temuco 1995, cuando el partido le dio la espalda y le quitó el piso para negociar con el gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle reformas constitucionales. Pero que con Piñera, el asunto tenía otro calibre.

Un viejo conocido de ambos dice recordar muy bien que además incidían sus personalidades: “Hubo una vez una historia en que Sebastián le hacía comentarios y bromas puntudas, puntillosas, a Jarpa sobre cierto asunto personal. Como él era muy serio, se lo tomó pésimo y ahí tuvieron una disputa. Y ya tenían una relación de amor y odio”.

“Creo que el distanciamiento fue humano. Los dos tienen personalidades distintas. Tenían sentido del humor distinto, y don Sergio era un viejo chapado a la antigua”, rememora Cardemil, sin referirse a un incidente en particular.

Con esa línea de crédito ya a medio gastar, cuando llegó 1992 y hubo que encarar la cuestión presidencial, Sergio Onofre dejó de apoyarlo. Para entonces la rivalidad entre Piñera y Evelyn Matthei hervía y pronto llegaría al lamentable episodio de la radiograbadora Kioto, que enterró las aspiraciones de ambos y le despejó por un rato el camino a Allamand (hasta que se exilió en Estados Unidos luego de su derrota senatorial de 1997, un spin off de su amargo conflicto con Matthei por el Caso Drogas de 1995).

Ortiz de Filippi recuerda que Jarpa y él “apoyábamos a la Evelyn. Yo no era amigo de Piñera. Ella me daba más confianza porque la encontraba una política más cercana a lo que éramos nosotros. Piñera, además, venía con un perfume decé. Él tenía muchas condiciones, pero entonces estaban las uvas verdes para él”.

Cardemil asevera que en ese lance entre Jarpa y Piñera, el asunto no fue personal: “Era perfectamente legítimo que él apoyara a la Evelyn y no a Sebastián. Era otro problema”.

Para cuando estalló todo y Ricardo Claro le puso play a la grabación entre Piñera y su viejo amigo Pedro Pablo Díaz (hoy embajador en Australia; su hija, Magdalena, es jefa de gabinete del Presidente), Jarpa ya estaba jugado. Comenzó a criticarlo y llegó a decir cosas terribles, como que “su visión es la de una persona que está relacionada con el aspecto económico y financiero, que vive en otro mundo, ajeno a las preocupaciones sociales”, y que “Piñera es como una maleta de contrabandista: tiene doble fondo”. (Piñera, Historia de un ascenso).

Terminado el desastre del Piñeragate, Jarpa concluyó su período como senador y se retiró a su campo. En RN dicen que con el tiempo toda la ex Patrulla Juvenil, incluido el hoy Presidente, siguió en contacto con Jarpa. Otra cosa es que algunos de ellos, hoy, sigan pensando que tal vez no fue buena idea acelerar su salida del mando. “Él impulsó nuestras carreras, las de los cuatro”, dice una de las personas integrantes del cuarteto que siempre repara que desde entonces siguen vigentes: uno ha sido Presidente dos veces; una, diputada, senadora, ministra, candidata presidencial y hoy alcaldesa de Providencia; otro, diputado, senador y ministro de Defensa, y Allamand, diputado, senador, ministro y precandidato a La Moneda.

“Fue muy generoso conmigo”, agrega otra voz. Y una última: “Éramos muy jóvenes, apenas sobre la treintena, y Jarpa pudo haber seguido: nos habría permitido blindarnos de la derecha dura por más tiempo. Fue la mejor época de RN, él ejercía un poder total y nunca he conocido otro presidente del partido así”.

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