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El ocaso del MAS en Bolivia: El partido oficialista enfrentado a su peor momento en 20 años en el poder

De cara a las elecciones presidenciales de hoy en el país vecino, el Movimiento al Socialismo se presenta más fragmentado que nunca y no pocos hablan de un fin de ciclo. Los expertos apuntan al “personalismo” de Evo Morales y los continuos casos de corrupción, entre otros, como las causas tras la decadencia del que fuera uno de los proyectos políticos más influyentes de la historia reciente de Bolivia.

El presidente de Bolivia, Luis Arce, y el expresidente Evo Morales asisten a una ceremonia ancestral para celebrar el Año Nuevo Aymara, en Tiwanaku, el 21 de junio de 2022. Foto: Archivo MANUEL CLAURE

“Cuando Evo Morales vea los resultados de las elecciones, se va a ir a refugiar a Venezuela o a Cuba”, afirmó en julio el empresario Samuel Doria Medina, líder de centroderecha que encabeza las encuestas de cara a los comicios presidenciales de este domingo en Bolivia.

Pero el expresidente descarta ese escenario. Según Morales, no saldrá de Bolivia si gana la derecha tras 20 años de dominio del oficialista Movimiento al Socialismo (MAS), que lideró hasta antes de abandonar sus filas este año por su disputa con el actual mandatario, Luis Arce. “Me voy a defender, no me voy a ir. Dicen: ‘Se va a escapar a Cuba’. No me voy a escapar”, señaló el dirigente cocalero. En ese sentido, dio a entender que no dará tregua al próximo gobierno y que estará de vuelta en la “batalla en las calles y en los caminos”.

El líder indígena, que gobernó entre 2006 y 2019, pretendía buscar un cuarto mandato en estos comicios, pero quedó inhabilitado por un fallo del Tribunal Constitucional que señaló que nadie puede gobernar el país más de dos períodos consecutivos.

El expresidente de Bolivia, Evo Morales, encabeza una marcha de protesta contra el gobierno del presidente Luis Arce, en El Alto, el 23 de septiembre de 2024. Foto: Archivo Claudia Morales

Morales renunció al MAS meses después de que su dirección quedara en manos de Grover García, un aliado del Presidente Arce, tras un fallo del Tribunal Constitucional, que hizo efectivo el Tribunal Superior Electoral. Pero también dio un paso al costado en medio de una división del partido político, entre simpatizantes de él y los seguidores de Arce, y que comenzó a ser evidente desde 2022, aunque los antecedentes de la disputa datan del exilio del exmandatario en Argentina, en diciembre de 2019. Volvió a Bolivia en noviembre de 2020, acompañado a su regreso, por seguridad, por el entonces Presidente argentino Alberto Fernández.

Desde su refugio en el Chapare, en el departamento de Cochabamba, Morales ha sido una constante fuente de crispación social, que ha terminado por fragmentar, aún más, a la izquierda.

Acusado de estupro y con una orden de búsqueda y captura en su contra, el exgobernante se ha atrincherado en una región de sindicatos cocaleros para evitar su detención. Desde su escondrijo se ha dedicado a lanzar insultos contra Arce y también ha promovido numerosos bloqueos de carreteras. El exmandatario ha acusado al actual presidente —quien fue ministro de Economía en dos períodos bajo mandatos de Morales— de querer cerrarle el paso a los comicios y reprimir las protestas sociales contra sus aspiraciones políticas, señalamientos que Arce niega.

El presidente de Bolivia, Luis Arce, durante una conferencia de prensa, el 11 de junio de 2025, en la Casa Grande del Pueblo en La Paz. Foto: Archivo HANDOUT

Pero las “rabietas”, como apunta la periodista y bloguera disidente cubana Yoani Sánchez, no lo acercaron a su objetivo: lograr postularse como candidato a estas elecciones.

“El personalismo, que ha impulsado revoluciones y terremotos políticos en América Latina, también ha sido la ruina de muchas organizaciones. La incapacidad del líder carismático para apartarse a tiempo ha hundido las esperanzas electorales de numerosas facciones y cortado su camino hacia el palacio de gobierno. El caso de Evo Morales en Bolivia encarna el más reciente capítulo del ego desmedido que dinamita a todo un partido”, escribió Sánchez en junio, en una columna de opinión para la cadena alemana Deutsche Welle, donde no duda en hablar del “ocaso político” del otrora líder sindical.

Mientras el país atraviesa una crisis económica, dos candidatos de derecha, el empresario Samuel Doria Medina y el expresidente Jorge “Tuto” Quiroga (2001-2002), se perfilan en las encuestas para pasar a segunda vuelta, programada para el 19 de octubre.

Sin opciones de competir, sin candidatos que apadrinar y sin una bancada en el próximo Parlamento, Morales ahora ve cómo el proyecto que creó y acaudilló por dos décadas está por derrumbarse.

Esta vez “Evo”, como los bolivianos llaman a su primer presidente indígena, hace campaña por el voto nulo desde el Chapare, una región cocalera donde tiene su bastión más fiel. “Nosotros no vamos a dar legitimidad a esa elección amañada”, advirtió en una entrevista con la agencia AFP.

El propio Doria Medina, en entrevista con La Tercera a fines de julio, reconoció el riesgo que Morales representa en el actual proceso electoral. “Parece que se decantará por pedir el voto nulo y blanco, pues su objetivo es impedir que su exheredero Andrónico Rodríguez despegue electoralmente, y el aumento de ese tipo de votación no le conviene a este”, apuntó el candidato de la alianza Unidad.

Y, al igual que Yoani Sánchez, Doria Medina apuntó al “personalismo” del expresidente como una de las razones de la decadencia de su sector. “Morales es el principal responsable de la derrota de la izquierda por su personalismo y su deseo de reelegirse infinitas veces, pero Arce y su desastroso gobierno también tienen la culpa. La responsabilidad de fondo es ideológica e histórica: recae sobre un modelo inviable, que supimos desde el principio que terminaría tan mal como está terminando”, señaló.

El empresario coincide con lo señalado por varios analistas, quienes creen que estas elecciones pueden marcar el fin del ciclo del MAS en el poder. “Creo lo mismo. Se acaba el ciclo del MAS por dos razones: primero, porque su propuesta de soberanía económica a través de la propiedad estatal fracasó. Hoy Bolivia es más vulnerable y dependiente que nunca. No tenemos dólares ni para importar carburantes o remedios. Segundo, por la división del MAS, que se debe a su falta de institucionalidad, a la lucha por el poder entre caudillos y a la personalidad narcisista de Evo Morales”, argumentó.

Para Ana María Solares, exviceministra de Relaciones Económicas Internacionales e Integración en los gobiernos de Hugo Banzer y Jorge Quiroga, “la etapa de declive que atraviesa el Movimiento al Socialismo está marcada por la convergencia de tres factores principales, que en el clima electoral se retroalimentan: el deterioro del modelo económico, el fraccionamiento interno del partido y la pérdida del apoyo popular”.

“El MAS llegó al poder ofreciendo un impulso transformador y antropológico, que defendiera la justicia social, la plurinacionalidad y un cambio de modelo económico. Sin embargo, lejos de sustituir el modelo extractivista heredado, lo consolidó, haciéndolo la columna vertebral de la economía, con la vulnerabilidad de centrarla en exportaciones de gas y de minerales”, explica Solares a La Tercera.

“Su peor error estratégico es que mató la gallina de los huevos de oro, pues no fue capaz de tomar medidas para sostener la producción de hidrocarburos, agotando así su principal fuente de ingresos”, prosigue. Y agrega: “Con el declive de los yacimientos y la consiguiente disminución de las exportaciones, sumada a la caída de los precios internacionales, la economía boliviana entró en una de sus peores crisis en décadas: alta inflación, pérdida del valor de su moneda, escasez de combustibles y desabastecimiento de productos básicos. Esta situación erosionó la credibilidad y popularidad del discurso oficial”.

A los problemas económicos se suman también los políticos. A juicio de Manfredo Kempff, ministro de Informaciones durante el gobierno de Hugo Banzer y vicecanciller durante el de Jaime Paz Zamora, “la decadencia del MAS comenzó cuando perdió el referéndum del 2016, en donde la población rechazó el propósito de Evo Morales de reelegirse indefinidamente. Sin embargo, recurrió a presiones inaceptables sobre la Justicia y logró que, acudiendo a dudosos criterios internacionales, se impusiera la reelección como un ‘derecho humano’. Con ese criterio se candidateó a la presidencia por quinta vez (2002, 2005, 2009, 2014, 2019) y en la última elección recurrió al fraude para evitar el balotaje con Carlos Mesa, donde iba a perder”, comenta a La Tercera. “Morales quedó debilitado a su retorno a Bolivia, luego del breve gobierno de Jeanine Áñez, pero ya le cayeron encima las probadas acusaciones de pedofilia y, además, las demandas sobre su pésima gestión y la tremenda corrupción. Su partido empezó a disgregarse y sus compañeros lo fueron abandonando”, señala.

Al respecto, apunta Solares, “se produjo una profunda fragmentación interna del MAS, como resultado de las desmedidas ambiciones personales de poder”. “Evo Morales -cuyo liderazgo fue la base simbólica y cohesionadora del partido durante años y que promovió la candidatura de Arce- muy pronto vio que sus aspiraciones de volver a la presidencia chocaban con las de un Arce decidido a continuar en la función. Esta rivalidad terminó con el control de la sigla por parte de Arce, la renuncia de Morales al partido y el bloqueo legislativo de proyectos del Ejecutivo, especialmente, la aprobación de créditos externos, por parte de la bancada leal a Morales. Es evidente que esta pugna afectó la aplicación de políticas públicas y deterioró la gobernabilidad”, afirma.

En medio de esta disputa surge un tercero en discordia, Andrónico Rodríguez, actual presidente del Senado, “impulsado por militantes del MAS que buscan evitar que la pugna entre Morales y Arce elimine las posibilidades electorales del partido”, afirma Solares. “Rodríguez, inicialmente visto como figura que podría llevar al consenso, se encontró con una fuerte oposición de Morales, quien fuera su mentor, y tras una serie de dificultades, logró competir liderando una tercera fuerza”, afirma.

Según Kempff, “Andrónico Rodríguez, inexperto y poco ilustrado, cinco veces presidente del Senado, dudó mucho, porque Morales era su gran mentor, y terminó, finalmente, alejándose, aunque lo tacharan de traidor. Pero Andrónico no solo se apartó de Morales, sino también de Arce, con quien nunca había tenido una relación cordial”. “Decidió finalmente lanzar su candidatura por el partido Alianza Popular. El golpe que recibió Evo Morales fue terrible y Andrónico es hoy el máximo representante de la traición entre el pueblo evista”, sostiene. Por ello, vaticina: “Salvo algún fenómeno imprevisto, está sentenciado al fracaso en estas elecciones”.

“Así, el MAS queda fracturado en tres corrientes: evistas, arcistas y andronistas, cuya rivalidad ha ocasionado divisiones en los movimientos sociales y sindicatos tradicionalmente aliados, lo que debilitó su base social”, dice Solares. Al respecto, destaca que “lo que determinó en mayor medida la pérdida de apoyo fueron los continuos escándalos de corrupción, tanto en la gestión de Morales como de Arce, comprometiendo a los niveles más cercanos de ambos y alcanzando incluso al sistema judicial, lo que erosionó aún más la legitimidad del proyecto”.

Evo Morales se ha atrincherado en el Chapare, una región de sindicatos cocaleros para evitar su detención.

“Todo esto indica que estamos ante el colapso del MAS, un proyecto político construido en torno al carisma de Evo Morales y a una narrativa de transformación, cuyo agotamiento moral e ideológico ha desmantelado al que fuera uno de los proyectos políticos más influyentes de la historia reciente de Bolivia”, sostiene la exviceministra de Relaciones de Económicas Internacionales e Integración. Y advierte: “Lo cierto es que estas elecciones no representan un acto electoral más. En el año del Bicentenario, Bolivia decide qué proyecto político adoptará para reconstruirse. La paradoja es que, pese a la importancia histórica del momento, sigue reinando la incertidumbre”.

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