Columna de Diana Aurenque: Teletón y psicopolítica

24.08.2019.   LANZAMIENTO DE LA TELETON


Quienes fuimos niños en los 80 recordamos la Teletón como una maratónica jornada televisiva, donde el país se unía en “27 horas de amor”. En plena dictadura, Chile encendía los televisores, colaboraba y vibraba por obtener los recursos para la construcción y el mantenimiento de los Institutos de Rehabilitación Infantil (IRI) que tratarían a niños en situación de discapacidad. Muchos donamos, nos emocionamos con las historias relatadas en primera persona por los niños y sus familias, y lloramos luego de alegría cuando la meta se cumplía. La solidaridad y el amor -sentimos- le ganaban a la discapacidad enemiga.

Con la vuelta a la democracia comenzaron a emerger voces críticas, no contra el trabajo de los IRI, sino que niños y discapacidad fueran tratados como asuntos de caridad; que se vulneraran sus derechos al exponerlos y ello resultara estigmatizante y contrario a una inclusión activa. Asimismo, se criticó que las grandes empresas donaban para limpiar su imagen y disminuir el pago de impuestos. La Teletón dejaba de ser un acto de amor y se impugnaba como hipocresía; como un buen negocio que manipulaba los afectos del país.

Este año tendremos de nuevo Teletón. Y, como nunca, parece la ocasión perfecta para ejercitar una mirada menos moralizadora y más psicopolítica a este fenómeno. Pues, esté uno de acuerdo o no con las críticas antes dichas, lo cierto es que la Teletón activa algo muy singular que no es tontera ni manipulación: algo le pasa al país, al “pueblo de Chile”, que es inédito y digno de revisar, si queremos comprender mejor quiénes somos. Porque la Teletón, de una u otra forma, es como una bandera propia, un ícono patrio, inexistente en el resto de la política.

¿Por qué? Quizás porque despierta un afecto nacional que concierne al individuo directamente. La Teletón es un momento donde quienes aportan sienten que son parte de algo importante; contribuyen sin intermediarios en algo más noble que los propios intereses. En algo que, terminada la jornada, representa un logro común, donde cada quien sabe que “hizo lo suyo”, tuvo un lugar y función para alcanzar una victoria relevante. Cuando la meta se alcanza, viene una alegría y la sensación de que el esfuerzo valió la pena; ganamos, ganó Chile. Desde el punto de vista psicológico, debe ser algo similar a cuando termina el partido de la selección nacional de fútbol y decimos “ganamos” o “perdimos”. Una pertenencia se hace presente, acompañada de un orgullo por ser parte de un colectivo que está haciendo algo bueno; eso reafirma, nos hace sentir bien, ser mejores personas y más solidarios. Y donde un enemigo, ese abstracto negativo que es la discapacidad, es de algún modo vencido.

Vistos desde un ángulo psico-político, la Teletón junto a su animador histórico, Mario Kreutzberger, activan una emoción nacional que unifica a millones de chilenos contra un enemigo simbólico. Hasta ahora, no hay político ni ideología que haya logrado tal efecto. Y ese pueblo está ahí, latente, atento a la congregación por un buen propósito donde el individuo diga de nuevo “ganamos”.

Por Diana Aurenque, directora del Departamento de Filosofía Usach

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