Columna de Luis Larraín: ¿Acuerdo constitucional?



Las conversaciones parlamentarias para acordar un nuevo proceso constitucional transcurrieron hasta hace poco con sigilo, demasiado sigilo para la importancia del tema, en que se ha trabajado sobre la base que el Congreso delegaría en una convención su potestad constituyente.

Los representantes de Chile Vamos confundieron en esas conversaciones su promesa de aprobar una nueva Constitución con la delegación en una convención elegida de esa tarea, compromiso que jamás se adquirió de cara al país y no es deseada por sus votantes.

Es relevante el punto, pues la delegación de la potestad constituyente en una convención en noviembre de 2019 fue un proceso fallido. Fallido porque la Convención elaboró una Constitución rechazada por los chilenos y además porque el Compromiso por la Paz acordado no se cumplió. No es una buena idea entonces repetir el proceso y sus errores si se quiere obtener resultados distintos. Un error grave fue someterse a plazos fatales. En 2019, después de la antidemocrática declaración de los partidos opositores a Piñera, que concedía a “la calle” el poder constituyente, se habló de un plazo de 48 horas para llegar a un acuerdo. Qué había tras ese plazo nunca se supo. ¿Acaso la amenaza de la violencia? El hecho es que se cedió a esa presión. Ahora el oficialismo habla de octubre, aludiendo al cumplimiento de tres años desde el “estallido”. Si Chile Vamos quiere imbuir al nuevo acuerdo del espíritu octubrista, puede ceder a esa presión que no tiene fundamento. El acuerdo debe tener total transparencia y razones espurias para fijar un plazo no son aceptables.

También resultaba incomprensible que los grupos negociadores tuviesen una mayoría de políticos del Apruebo, opción ampliamente derrotada en el plebiscito, y ningún representante del grupo de Amarillos por Chile que tuvo una actuación relevante en la campaña. Tan incomprensible que ya fue corregido.

Sin embargo, persiste, sin que se haya dado una explicación satisfactoria, la idea que la Constitución sea redactada por una convención elegida. ¿Cuál es la razón para que el Congreso delegue su potestad constituyente en una convención? Si alguna vez lo fue la opinión pública, hoy ya no lo es. La convención elegida parece ser un objetivo político del gobierno de Boric para esconder la derrota del plebiscito, al que supongo no cederá graciosamente la oposición, que se ha centrado en bordes o bases difíciles de hacer exigibles. Esa negociación no es conveniente para Chile Vamos y pasaría a ser inaceptable si no se complementa con una instancia en que el Congreso apruebe el texto propuesto a la ciudadanía, con los quórums actualmente vigentes para reformas constitucionales. Eso ya no sería una renuncia del Congreso a sus fueros, pues éste tendría un rol relevante en la elaboración de la nueva Constitución.

Por Luis Larraín, presidente del Consejo Asesor de Libertad y Desarrollo

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