Lo estás haciendo mal: nueve errores comunes al usar el refrigerador (y que afectan tu comida)

Este electrodoméstico, clave en nuestras vidas, casi siempre se utiliza mal. Aquí hay nueve detalles que deberías conocer para manejarlo con eficiencia, y así alargarle tanto la vida útil al aparato como también a tus alimentos.





Apenas un rápido vistazo por la web sirve para descubrir que dar oficialmente con el nombre de quien inventó el refrigerador no es fácil. Que Jacob Perkins, que William Cullen, que Fred W. Wolf o el dúo Balzer von Platen y Karl Munters. A todos se les acredita la gran idea. Mejor es pensar que este electrodoméstico nos acompaña desde los inicios del siglo XX y se ha transformado en un indispensable para la subsistencia del hogar.

Desde esos grandes armarios destinados a generar hielo hasta la actualidad, en la que ya comienzan a aparecer los primeros modelos que incorporan inteligencia artificial: a pesar de ese largo recorrido conviviendo con los refrigeradores, aún pareciera ser que no entendemos del todo cómo diantres hacerlos funcionar de manera correcta.

Usarlos mal implica que la vida útil de un refrigerador, que debería bordear en promedio unos diez años, se deteriore irremediablemente. Prácticas como poner objetos sobre su superficie —desde bandejas a microondas— como si se tratara de otro mueble, son un problema para un electrodoméstico que es como una bomba de calor, y que fácilmente se puede sobrecalentar y afectar la calidad de nuestros alimentos.

Los errores y las malas prácticas en el uso del refrigerador abundan. Y no importa si se trata de un modelo convencional —que ya casi no quedan en el mercado— o uno tipo no frost: estas afectan por igual. Y ya es momento de erradicarlas. Aquí dejamos las nueve más comunes.

Error 1: Instalación inadecuada

Los problemas comienzan en el origen de la compra, cuando uno se hace de un refrigerador desproporcionado a sus necesidades: demasiado grande y con un consumo energético mucho mayor al que podría necesitar una pareja, o demasiado pequeño para un familión de cuatro, cinco o más personas (esto último redunda en un problema que veremos más adelante).

Pero nos saltaremos eso e iremos a la génesis, que se da una vez llegado el equipo al hogar: la instalación. Hay que entender que, para que un refrigerador haga su trabajo —que es refrigerar—, debe generar mucha energía, lo que es sinónimo de emisión de calor al exterior. Si el espacio que el artefacto tendrá es demasiado ajustado a sus dimensiones, se transformará en una especie de olla a presión, con el riesgo de que se termine sobrecalentando.

“Es importante que el refrigerador tenga una distancia prudente con las paredes y otros muebles, para que tenga la ventilación adecuada del motor, no se sobrecaliente nu genere un mayor gasto energético”, confirma Pamela Castro, marketing manager de LG Electronics.

Lo recomendable es que el refrigerador quede instalado a una distancia de, al menos, 10 a 15 centímetros de otros objetos o paredes ubicados a la redonda, para que el aire circule de forma más libre, el calor que genera el artefacto se ventile y así se pueda enfriar apropiadamente.

Tampoco no es recomendable instalar el refrigerador cerca de otros artefactos que generen calor, como una cocina o un microondas, porque esto también aumenta el riesgo de generar un sobrecalentamiento que dañe irreparablemente al equipo. “Un refrigerador no puede estar al lado de otro dispositivo que genera calor. Eso suena bastante obvio, pero he visto en algunas casas ese error de diseño”, comenta el cocinero y divulgador científico Heinz Wuth.

Error 2: No configurar de la temperatura

Tras el tema de la instalación viene, inmediatamente, el segundo error: no preocuparse de graduar el termostato con el que trabajará el refrigerador, lo que además debería fijarse según lo que se señale en el manual de instrucciones (porque este error lo damos por descontado: nadie lee los manuales de instrucciones).

“Esto generalmente puede producir exceso de frío y hacer que los alimentos se congelen; o lo contrario, no enfriar lo suficiente y hacer que nuestros alimentos se descompongan”, apunta Castro.

Si bien cada fabricante puede hacer una recomendación específica según el modelo de refrigerador, existe un estándar. “La temperatura ideal debe oscilar entre 2 y 5°C para el refrigerador y entre -16 y -18°C para el congelador. Esta generalmente se gradúa de forma análoga —con alguna perilla— o digital”, expone Roberto Maitland, product manager HA de Midea Carrier Chile.

¿Por qué a estas temperaturas? Según explica Heinz Wuth, porque bajo los 5 grados hay “menor proliferación bacteriana y de microorganismos”.

Sin embargo, la graduación de la temperatura también depende de diversos factores, como la temperatura ambiente del espacio en el cual esté instalado el refrigerador, el nivel de exposición al sol, a la humedad o al viento. “Por lo mismo, la temperatura se ajusta de diferentes maneras en invierno y en verano; obviamente, en esta última estación se debe aumentar”, sostiene Castro.

Por eso, la recomendación es leer el manual de instrucciones y así conocer de qué manera configurar apropiadamente el electrodoméstico en relación a los factores externos. Wuth además sugiere contar con un termómetro para refrigeradores: “Son súper económicos, se cuelgan al interior, y así uno puede asegurarse de que se mantenga en 5 grados y no baje a 2 grados, que es cuando pueden comenzar a congelarse algunos productos”.

Higrómetro de temperatura y humedad Techvida

Tener control de la temperatura a la que trabaja el refrigerador no sólo es crucial para los alimentos, también lo es para el gasto energético.

Error 3: Mala distribución de los alimentos

No es que haya que ponerse estrategas, sino simplemente seguir las instrucciones del fabricante. Los refrigeradores cuentan con diversos niveles, divididos por cada bandeja de su interior, cada uno pensado para distintos tipos de alimentos. Y esto tiene que ver con que cada uno de esos espacios alcanza niveles más o menos fríos que otros.

“El refrigerador cuenta con diferentes temperaturas según la zona, siendo la parte superior la menos fría (puede alcanzar incluso unos 7°C)”, explica Pamela Castro. “Por lo tanto, hay que ordenar la comida de menor a mayor descomposición. Esto quiere decir que los alimentos que no se descomponen tan fácilmente, como la comida ya cocinada, lácteos y yogures, deben ubicarse en el medio y arriba. En cambio, en la zona inferior se deben dejar carnes o pescados, que es lo que se podría echar a perder con mayor facilidad”.

En esa misma línea, Maitland dice que lo ideal es ordenar por tipo de alimentos, considerando que los “productos más críticos en cuanto a conservación de temperatura” queden en las gavetas y no en los compartimientos de las puertas.

Error 4: Impedir la circulación de aire frío

La mala distribución de los alimentos puede, también, impactar negativamente desde otras aristas, como tapar los ductos a través de los cuales circula el aire frío. Esto ocurre, sobre todo, cuando hay mucha aglomeración de productos al interior del refrigerador, lo que además le demanda mayor gasto energético al electrodoméstico para conseguir la temperatura programada.

Si además el aire frío no puede circular entre los alimentos, el riesgo es que estos se echen a perder. “Esto afecta directamente en la calidad de los alimentos y el tiempo en que puedan preservarse”, dice Maitland.

Error 5: No sellar herméticamente los alimentos que van al congelador

Congelar los alimentos debería ser una empresa fácil. Sin embargo, por más sencilla que parezca la tarea, esta tiene sus precauciones. Si los alimentos no se congelan en un recipiente hermético, el aire ultra frío que circula al interior del artefacto puede —y seguramente, lo hará— dañar su calidad. Esto ocurre, según explica Castro, porque el oxígeno tiene efectos adversos sobre los alimentos: “Oxida la grasa y permite que algunos tipos de bacterias se puedan desarrollar”.

Si bien existen bolsas con un cierre hermético, Heinz Wuth recomienda optar por recipientes sólidos, idealmente cuadrados o rectangulares. ¿Por qué? Porque cuando los alimentos quedan apilados en bolsas, suelen perder su forma original. Por un lado, esto puede implicar que sacarlo del congelador se haga más complicado, pero por otro —y más importante— provoca la pérdida de las propiedades organolépticas del alimento.

¿Qué es esto? Pues su color, sabor, olor y textura. “Mientras más plano y formado el alimento, más podrá mantener sus cualidades organolépticas”, dice Wuth, que recomienda apilar los recipientes en en congelador como si se tratara de libros en un librero.

Otro error que se suele cometer, según Roberto Maitland, es congelar alimentos dentro de recipientes que ya contienen comida congelada, puesto que puede generar una contaminación cruzada que puede poner en riesgo la salud del hogar.

Error 6: Volver a congelar un alimento descongelado

Este sí que es un error común, que se repite porque, al parecer, gana la descreencia respecto a los riesgos que implica. “Por temas de salud, no se recomienda volver a congelar algo que ya ha sido descongelado”, adelanta Maitland, pues aumenta el riesgo de contaminación de los alimentos. Mientras más veces se haga, mayor será la presencia de bacterias que pueden generar una intoxicación alimentaria.

Por otro lado, congelar y descongelar los alimentos los lleva a perder sus cualidades organolépticas, como señala Heinz Wuth. Las bajas temperaturas transforman el líquido que poseen los alimentos en cristales que rompen sus tejidos.

Por todo lo anterior, lo recomendable es descongelar los alimentos sobre un recipiente que permita que el agua congelada no se acumule alrededor del producto, sino que drene y la separe de éste. Y una vez que se deshiele, cocinarlo o consumirlo.

Error 7: Meter la comida caliente al refrigerador

Este es un punto que genera algo de debate. Pamela Castro y Roberto Maitland, por un lado, advierten de los efectos negativos que esta práctica puede tener sobre el refrigerador. Por un lado, demanda mayor energía por parte del electrodoméstico para recuperar la temperatura, ya que un recipiente caliente subirá los grados al interior del aparato.

Además, este fuerte choque de temperaturas podría llevar a que “se pierdan los nutrientes de los alimentos”. Por lo mismo, ambos recomiendan esperar a que las comidas se enfríen lo suficiente antes de dejarlas dentro del refrigerador.

Por su parte, Heinz Wuth sostiene que sí se puede guardar comida caliente en el refrigerador, aunque esto efectivamente generará mayor gasto energético. Lo que no se puede, dice, es dejar el alimento caliente dentro del refri pero sin tapar. “Por ejemplo, uno puede guardar un kilo de lentejas. Lo importante es que no sea mucha comida y que esté bien tapada: de lo contrario, el vapor va a generar un efecto de condensación que puede contaminar otros alimentos y echar a perder al refrigerador”.

Error 8: No limpiar el refrigerador periódicamente

Dado que almacenamos alimentos, es muy importante llevar una correcta limpieza. “De lo contrario, corremos el riesgo de que los alimentos se contaminen con gérmenes, a pesar de la baja temperatura a la que se encuentran”, advierte Castro.

¿Cada cuánto tiempo se debe limpiar el refrigerador? Aquí los entrevistados difieren: mientras la representante de LG recomienda hacerlo una vez al mes, Roberto Maitland asegura que con hacerlo cada dos semanas será “suficiente”. Heinz Wuth es algo más laxo y dice que una limpieza profunda cada dos meses no debería generar problemas.

¿Cómo limpiar el refrigerador? Lo ideal es retirar todos los alimentos que se encuentren dentro de él, y luego sacar y limpiar de manera pormenorizada cada bandeja, cajonera y pieza desmontable que haya en el artefacto. Esta limpieza debe ser tanto al interior del artefacto, incluyendo las siliconas —donde se suelen formar hongos, debido a la humedad— y también por el exterior.

Mientras Pamela Castro sugiere solo utilizar un paño húmedo para realizar la tarea —“ya que los típicos productos de limpieza que se encuentran en las cocinas son muy abrasivos para este electrodoméstico”—, Maitland propone hacerlo con agua tibia, una esponja o paño y un detergente “suave”.

Heinz Wuth, en tanto, primero aconseja pasar un paño absorbente para deshacerse de la humedad, y luego utilizar un espray de alcohol al 70%: “se coloca en todos lados, se deja actuar unos minutos, se pasa un paño para remover y listo”. Cualquiera sea la opción que elijas, debes preocuparte de esperar a que el refrigerador se seque bien antes de volver a almacenar los alimentos.

sUn dato que deja Wuth: si tu refrigerador genera mal olor, además de recurrir a una limpieza, puedes dejar un trozo de carbón en su interior. “Está comprobado que funciona, pero no desinfecta”.

Error 9: La manía de abrir por abrir la puerta del refrigerador

Se calcula que una familia de cuatro personas abre en promedio hasta 66 veces al día la puerta del refrigerador. Y no es que comamos o tomemos algo frío esa cantidad de veces a diario. Muchas veces se abre por abrir: “a ver con qué nos vamos a tentar más tarde”.

Eso genera un gasto energético enorme, pues el refri consume más con la puerta abierta que cerrada. No se trata de un asunto menor si se considera que, según la compañía CGE, el consumo aproximado de un refrigerador es de 250-500 W por hora, alcanzando hasta un 30,6% del consumo general de energía del hogar. Es decir, es por lejos el electrodoméstico de mayor gasto energético en un domicilio.

“Abrir mucho la puerta del refrigerador o dejarla por mucho tiempo abierta no sólo deteriora la vida útil del electrodoméstico, sino que también pone en riesgo a los alimentos en su interior, que se pueden echar a perder”, asegura Heinz Wuth. Lo mejor sería eliminar esta mala costumbre. Abrir lo justo y necesario. Es todo lo que se necesita.

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