La llegada del invierno pone en juego la crisis energética europea

Europa está en una posición más grave de lo que se temía en los últimos meses, después de que Moscú recortara las entregas de gas en represalia por las sanciones occidentales por la invasión a Ucrania. Foto: HANNIBAL HANSCHKE/ Reuters

Los países se preparan para el peor de los escenarios, con apagones y racionamiento de energía. Funcionarios y analistas afirman que la voluntad de los consumidores de reducir el consumo de gas será clave para pasar el invierno. Un invierno suave también ayudaría.


Europa está lo más preparado posible para un invierno sin gas natural ruso, pero no hay margen de error.

Las instalaciones de almacenamiento de gas para calefacción y generación de electricidad están casi llenas, el consumo ha bajado y los buques cisterna de gas natural licuado empiezan a entrar a toda velocidad. Europa está en una posición más fuerte de lo que se temía en los últimos meses, después de que Moscú recortara las entregas de gas en represalia por las sanciones occidentales por la invasión a Ucrania.

Sin embargo, muchas cosas pueden salir mal. Una larga ola de frío o la rotura de un gasoducto podrían alterar los preparativos de la región, amenazando con racionamientos de emergencia, apagones y una mayor recesión económica. Funcionarios y analistas afirman que la voluntad de los consumidores de reducir el consumo de gas será clave para pasar el invierno. Un invierno suave también ayudaría.

“Este será un invierno dominado por el miedo y la incertidumbre”, advirtió Roberto Cingolani, ministro italiano de Transición Energética. “Salvo catástrofes, como un clima extremadamente frío, si mantenemos el consumo bajo control, pasaremos bien el invierno. Sólo tenemos que esperar que nada vaya mal”.

Europa se encuentra en primera línea del conflicto energético que corre parejo a la guerra de Ucrania. Desde que lanzó su invasión a gran escala de Ucrania este año, Rusia ha estrangulado el suministro de gas en lo que los funcionarios europeos dicen que es un ataque económico diseñado para debilitar su apoyo financiero y militar a Kiev. Europa, a su vez, está apuntando a los ingresos energéticos rusos con un inminente embargo de las importaciones de petróleo.

Al comprar todo el gas posible a Noruega y el GNL a Estados Unidos, Europa ha llenado los almacenes a más del 90% de su capacidad. El gas ruso que llega por gasoducto representa el 6% del suministro de gas del continente, según S&P Global Commodity Insights, frente a casi el 30% antes de la guerra. Europa también importa una pequeña cantidad de GNL ruso.

Se están instalando terminales flotantes de GNL frente a las costas europeas, lo que permitirá a países como Alemania descargar y almacenar más cantidad de este combustible superfrío. Los miembros de la Unión Europea han ampliado las conexiones transfronterizas, por ejemplo, entre Polonia y Eslovaquia, para que el gas no se quede estancado en un país cuando se necesita en otro.

Los europeos también están reduciendo su consumo de energía, una medida necesaria para evitar la escasez más adelante en el invierno, según las autoridades. Cuando pueden, las empresas de sectores como el del vidrio y la fabricación de papel han recurrido al carbón y al petróleo, o han cambiado los turnos de trabajo para evitar el uso de la energía cuando la demanda es máxima. Algunas fábricas han cerrado. Los productores de energía están quemando más carbón.

“Europa está probablemente tan bien preparada como podría estarlo. La infraestructura está prácticamente agotada”, sostuvo Michael Bradshaw, profesor de energía global en la Warwick Business School. “Nos enfrentamos a la dura realidad de que hay limitaciones físicas a la capacidad de sustituir el gas ruso a corto plazo. Eso significa que es vital redoblar la apuesta por la reducción de la demanda”, agregó.

Muchas cosas podrían salir mal. Si el tiempo helado aumenta la demanda, las reservas podrían agotarse y los precios podrían dispararse hasta niveles que afecten a las finanzas de las empresas y los gobiernos. Las bajas temperaturas también desencadenarían una competencia entre Norteamérica y Europa por el suministro de GNL. Por su parte, las condiciones meteorológicas adversas ralentizarían las turbinas eólicas, mientras que un invierno especialmente nublado reduciría la generación de energía solar.

Las previsiones meteorológicas para este invierno se concretarán a principios de noviembre. Según el Servicio de Cambio Climático Copernicus, financiado por la UE, los primeros indicios apuntan a la posibilidad de un tiempo frío y tranquilo a finales de este año, seguido de condiciones más suaves a principios de 2023.

“El comienzo del invierno podría ser una situación realmente complicada para los tres principales mercados energéticos”, comentó Luke Boxall, director de la consultora The Weather Perspective, refiriéndose a Europa, Estados Unidos y Asia.

Otro riesgo es que los flujos de gas se queden cortos debido a fallos técnicos o a ataques por motivos políticos. La sospecha de sabotaje de los gasoductos Nord Stream bajo el Mar Báltico y los drones avistados cerca de las plataformas de gas noruegas han puesto de manifiesto la vulnerabilidad de las infraestructuras energéticas.

Funcionarios y analistas aseguran que Moscú podría cortar el resto del gas que llega a través de los gasoductos de Ucrania y Turquía. Los países de Europa Central y del Este que aún compran gas ruso por gasoducto, sobre todo Moldavia, que obtiene todo su gas a través de Ucrania, son los más vulnerables.

Otros riesgos son la posibilidad de que se produzcan interrupciones prolongadas en las centrales nucleares francesas, lo que aumentaría la necesidad de gas para la generación de energía. El parque nuclear del país se ha visto afectado por problemas de mantenimiento, lo que ha mantenido a muchas centrales fuera de servicio en las últimas semanas.

Mantener un bajo consumo de gas es una parte fundamental del plan europeo para el invierno. La UE se propone reducir la demanda de gas en un 15%. En septiembre, el consumo de gas se situó un 11% por debajo del promedio de cinco años, según la empresa de datos sobre materias primas ICIS.

Ahora bien, una de las incógnitas es cómo responderán los consumidores a la combinación de precios disparados, hay súplicas de que se consuma menos gas y paquetes de ayuda gubernamental destinados a reducir las facturas. Una señal inquietante: cuando el frío llegó a Alemania en septiembre, la demanda se disparó.

“No hemos pasado la primera prueba”, dijo Gergely Molnar, analista de la Agencia Internacional de la Energía. Es probable que los cambios de comportamiento lleven tiempo, añadió.

A su vez, algunos países han introducido medidas obligatorias de ahorro de energía. Francia y Alemania, por ejemplo, han restringido el uso de luces en tiendas y edificios públicos por la noche. En Italia, Francia y España, la temperatura de la mayoría de los edificios residenciales y de oficinas está ahora limitada a 19 grados Celsius, equivalentes a 66 grados Fahrenheit. En Italia, la calefacción central de los edificios públicos y privados se encenderá una semana más tarde que en años anteriores, y permanecerá encendida una hora menos al día.

Sin embargo, los funcionarios de algunos países señalan que el suministro no es el principal problema. Este año, Italia se ha apresurado a sustituir la mayor parte del gas ruso, extrayendo más de los gasoductos del norte de África y llenando las terminales de GNL. Con las instalaciones de almacenamiento llenas en más de un 93%, Italia aún tiene suficiente gas para exportar a otros países europeos.

“El verdadero problema no es la escasez, sino la fijación de precios”, aseguró Cingolani, ministro italiano. “Los ciudadanos pueden ser incapaces de pagar sus facturas y las empresas corren el riesgo de cerrar”.

Las divisiones políticas de la UE han dificultado parte de su respuesta a la crisis. Italia es uno de los países que abogan por limitar el precio del gas, lo que la enfrenta a Alemania y a otros miembros con más recursos, que afirman que un tope de precios podría desviar el gas a otros lugares. Los líderes se reúnen para decidir sobre las propuestas esta semana. Rusia ha dicho que detendrá los flujos de gas si se impone un tope de precios.

La sustitución del gas ruso ha supuesto un gran costo. El gas natural se cotiza a unos 140 euros, equivalentes a US$ 136, por megavatio-hora, lo que supone una reducción de más de la mitad desde que los precios alcanzaron su punto máximo a finales de agosto, pero más del triple del nivel de hace un año.

En caso de agotamiento del suministro, los gobiernos han preparado planes para gestionar los apagones y racionar la energía para proteger a los más vulnerables. En Alemania, el gobierno declararía la emergencia, y entregaría la responsabilidad de distribuir y asignar el gas al regulador nacional de la energía. La UE podría obligar a los Estados miembros a reducir el consumo si las condiciones empeoran.

El operador de la red eléctrica del Reino Unido comentó que podría haber apagones si no hay suficiente gas en el país y si se cortan las importaciones de electricidad del continente. National Grid ESO dijo que pagaría a los usuarios de energía industrial y comercial para que redujeran la demanda.

Durante este invierno, la evolución de Europa ayudará a determinar la gravedad de la crisis del gas que se avecina dentro de 12 meses. Si los niveles de almacenamiento se desploman, los analistas afirman que rellenar las reservas de gas de Europa en 2023 con poco o ningún gas ruso será extremadamente difícil.

“Tenemos que prepararnos para el próximo invierno, que será aún más difícil”, aseguró este mes el presidente francés Emmanuel Macron.

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