Por Paula Escobar ChavarríaLaurie Paul, filósofa: “Es importante permitirse la incertidumbre”
Profesora de Yale y una de las filósofas más originales del momento, aborda en esta entrevista las elecciones y las decisiones transformadoras, en un mundo complejo, donde lo que se daba por sentado ya no lo es. "El cambio es algo muy difícil, pero no es necesariamente malo”, sostiene.

Si le ofrecieran la posibilidad de ser un vampiro y vivir para siempre, ¿cómo tomaría esa decisión, una que lo transformaría para siempre? Es una elección difícil, más allá de este supuesto, porque la persona que toma la decisión (su yo actual) será transformada radicalmente por esta, y ya no será la misma después. Muchas decisiones en la vida son así para Laurie Paul, incluidas tener un hijo o divorciarse.
Se llaman elecciones o decisiones transformadoras (transformative experiences en inglés), y ese es el punto focal de una de las filósofas más importantes y originales del momento, Laurie Paul. Profesora de Yale, sus principales intereses de investigación son la metafísica, la ciencia cognitiva, la teoría de la decisión y la filosofía de la mente. Explora cuestiones sobre la naturaleza del yo, el cambio de preferencias, el valor subjetivo, la experiencia temporal, entre otros tópicos. ¿Cómo llegó de allí a reflexionar sobre la maternidad o los vampiros?
Es que su aproximación a estos temas no es convencional ni sólo teórica: quiere ayudar a proveer un mejor marco conceptual para los mayores desafíos humanos, como es elegir cambios transformacionales individuales y globales. Ella no está en la filosofía enclaustrada en la academia, sino que se declara “totalmente desconcertada, fascinada y perturbada por la vida cotidiana”, como dijo en una entrevista.
Su libro Transformative Experience, una investigación filosófica sobre el cambio personal, ha sido traducida al francés, japonés y árabe, alemán y mandarín.
“Una experiencia es epistémicamente transformadora si la única forma de saber cómo es, es vivirla uno mismo. Si cambia tu punto de vista, incluidas tus preferencias fundamentales. Si es transformadora tanto epistémica como personalmente”, explica. Un ejemplo es tener un hijo.
De elecciones y decisiones transformadoras, del cambio y sus matices, conversó con La Tercera vía Zoom, desde su casa en Kyoto, Japón, donde lleva a cabo una residencia en la Universidad de Kyoto.
Es de noche en Japón cuando hablamos. Dice que está allí trabajando en su nuevo libro, pensando en jardines japoneses (que le encantan) y tomándose un descanso de New Haven, donde enseña, en la Universidad de Yale.
“No soy experta en jardines, pero sí sé bastante sobre la naturaleza de la percepción. La idea es reflexionar con detenimiento sobre algunas de las formas distintivas en que experimentamos los jardines, en particular las partes de piedra, lo que algunos llaman —no es del todo correcto— jardines zen, pero lo que tú llamarías simplemente un jardín paisajístico seco. Son muy interesantes”, dice.
¿Cómo surgió esta metáfora de elegir convertirse en vampiro para explicar lo que es una experiencia transformadora, como tener un hijo?
He pensado en algunas de estas ideas desde que empecé a estudiar filosofía. Luego tuve un hijo y me di cuenta de que fue una experiencia extraña y distintiva. Y pensé: he estudiado filosofía, trabajo en epistemología, que es la teoría del conocimiento, y metafísica, que estudia la naturaleza del mundo y, en particular, cómo pensamos en la causalidad, el yo y el tiempo, y nunca había leído nada al respecto. Eso me pareció bastante impactante. Así que empecé a plantear las cosas de esa manera. Y luego, básicamente, a hablar con otros (sobre tener un hijo)…
¿De qué hablaban?
Bromeábamos sobre que no duermes mucho y no pasas tiempo con tus amigos, que sientes como si estuvieras en otro lugar. Otra forma de verlo era que es como tener tres meses de jet lag (descompensación horaria). Estaba trabajando en estas ideas cuando vivía un tiempo en Australia. El jet lag puede ser bastante severo. Pero tener un bebé es como cuatro meses de jet lag. Así que pensaba en estos ejemplos y bromeaba al respecto. Y así fue como decidí: “¿Por qué no empiezo con esta pregunta? Hagamos que la gente piense en (esto), como ser o convertirse en algo completamente diferente”.

En su libro describe que, en estas decisiones transformadoras, existe un debate entre diferentes yo, el presente y el futuro. Un yo que decide y un otro yo que asume las consecuencias…
Así es. Y me gusta cómo lo describiste. Es un debate entre identidades. Al mismo tiempo (estas decisiones) dan mucho miedo en cierto sentido, porque no solo intentas decidir en quién quieres convertirte, sino que incluso si esta versión de mí mismo está súper feliz con la decisión que tomé, no estoy seguro de reconocer esa versión mía después, y el hecho de que esa persona o ese yo pueda estar feliz con ella no tiene el mismo significado que si estuviera segura de ser el mismo… Y como cuando tomas estas decisiones no puedes meterte en esa mente del futuro, es muy atemorizante. Y esto es muy interesante ahora, porque creo que hay muchos cambios en el mundo, tanto con la IA como con la política y todo eso. También hay una sensación de que el mundo está cambiando y no sabemos cómo será nuestra cultura ni nuestro país. Y no sé cómo será mi país dentro de seis meses o un año. Y eso es muy inquietante, ¿verdad? No es solo incertidumbre. Es como si hubiera algo desconocido. Hay una especie de posibilidad desconocida. Y en el caso de decidir si quieres o no tener un hijo, creo que es lo mismo. Así que este tipo de factor desconocido no es como, oh, no estoy seguro de cuándo saldré a trabajar mañana, si lloverá o no, o si hará frío o calor. Eso es incertidumbre; esto otro no. Es algo muy distinto a lo que tenemos que hacer frente.
Es muy interesante, porque tener o no un hijo parece ser ahora una de las cuestiones más difíciles de contestar hoy, y hay una crisis global de natalidad. ¿Qué opina de esto?
Creo que hay dos caras de esto, relacionadas con el problema de la incógnita. La primera es que antes, sobre todo para las mujeres, cuando no teníamos tantas opciones, o cuando el camino era relativamente sencillo, simplemente dábamos por sentado que eso era lo que debíamos hacer. Y por eso no intentábamos pensar en ello, porque no era realmente una elección en cierto sentido. Es como si ese fuera el camino aceptado. Y eso es lo que la gente hacía si quería ser aceptada por su familia, su cultura o lo que sea. Pero ahora, obviamente, las cosas han cambiado, porque en nuestros países, la gente tiene muchísimas opciones. Así que creo que probablemente sea moderno decir: “Espera, ¿esto es lo que quiero?”. Y ese es el primer problema, porque entonces queda claro que la respuesta es desconocida. Además, ni siquiera sé qué estoy eligiendo. Entonces, ¿cómo puedo decidir si es lo que quiero? Primer problema.
¿Y el segundo?
El segundo es justo lo que hablábamos antes: agrégale que el mundo está cambiando. Y entonces existen estas incógnitas, no solo incertidumbres, sino incógnitas. ¿Cómo puedo tomar esta decisión si, por principio, no sé qué estoy eligiendo? Y hay tantas opciones... Eso es problemático en sí mismo. Pero, además, ni siquiera sabemos qué estamos eligiendo para ese niño. Porque el mundo está cambiando, en el sentido de que hay un cambio transformador a un nivel más amplio. Y creo que eso añade un nivel adicional de problemas.
Otras experiencias transformadoras, como el divorcio (como usted lo define), no parecen ser tan difíciles de elegir, ¿por qué?
Es cierto. Hay ciertas decisiones que simplemente las tomas con tu instinto. Así que para mí, no siempre se trata de la decisión. Así fue como enmarqué mi primer libro; el que estoy escribiendo ahora trata más sobre simplemente entender que estas elecciones nos cambian y que nuestras vidas, tal como las vivimos, involucran este tipo de eventos. Quizás incluso más de lo que nos damos cuenta. Pero la etapa de la vida en la que ambas -tú y yo- estamos, tiende a ser mucho más establecida que en las primeras etapas de la vida, cuando te estás desarrollando, en la infancia o la adolescencia, y luego en la edad adulta, cuando puedes tener problemas físicos o cognitivos. Puede haber un cambio bastante transformador en ese contexto, y eso crea sus propios problemas.
Estas decisiones importantes, ¿por qué son tan diferentes a las “normales”?
Una cosa extraña sobre estas decisiones transformadoras es que la evidencia que normalmente usas para tomar las decisiones de la vida normal no parece tener el mismo efecto. Incluso aunque tengas mucha evidencia sobre cómo la gente responde al divorcio u otras situaciones, es como si no importara. Si de verdad quiero divorciarme, simplemente lo haré, ¿no? O si de verdad no quiero divorciarme o si de verdad quiero tener un bebé, lo haré. Y toda la evidencia científica y real que la gente me da es bastante interesante y quizás un poco útil, pero no va a determinar nada. Esa es otra cosa extraña sobre estas decisiones, diría yo.
No se puede utilizar el tipo de proceso racional habitual…
Exactamente. Es cierto que no es que no podamos pensar si deberíamos hacerlo o no. Es que el modelo (de toma de decisión), el modelo común —solo hay un modelo, en términos muy generales—, no funciona. Y eso es importante, especialmente si pensamos en cómo se desarrollan, a nivel público o donde sea, políticas que apoyan diversas decisiones o estilos de vida, porque se supone que deben basarse en la evidencia, en la maximización de la utilidad y en todo eso. Estos modelos racionales son robustos por una razón, y si las decisiones que tomamos no se ajustan a la forma en que se modelan al nivel político, sin importar cómo las tomamos nosotros mismos, eso es un gran problema.
Me resultó muy interesante la forma como le da valor a la experiencia de vida cotidiana en la reflexión filosófica. De hecho, su reflexión parte de ser madre. ¿Cree que la filosofía, en este momento transformacional que vivimos, está cerca de las personas, que puede ayudar a entender lo que realmente estamos eligiendo?
Algo que me ha hecho muy feliz es haber recibido muchísimas respuestas y debates filosóficos. Cuando escribí esta obra, me sentía muy frustrada con el campo filosófico, porque sentía que la gente no quería tener ese tipo de conversaciones. No sabían cómo. Pero ahora parece que se está más involucrada en este tipo de conversación. Me parece maravilloso. Además, hay muchos otros tipos de conversaciones filosóficas sobre temas políticos. Así que creo que los filósofos pueden ayudar. Lo que podemos hacer es desarrollar marcos conceptuales. Y eso es lo que hace mi libro: desarrollar un marco conceptual. No siempre es aplicable a todo. Pero, ya sabes, es importante plantear estas preguntas y hablar sobre ellas, incluso si la gente no está de acuerdo, no se trata tanto de estar de acuerdo. Se trata de hacer que la gente reflexione sobre estas cosas y vea, quizás identifique: oh, ahora que hablamos de esto, veo que hay un enigma ahí. Hay algo que tengo que pensar o enfrentar o reconocer, que tal vez las cosas que dábamos por sentado, deberíamos pensarlas y cuestionarlas.
Finalmente, si las personas no pueden usar el proceso racional para tomar estas decisiones transformadoras, ¿qué les ayuda a tomarlas y pensarlas mejor?
Creo que lo que ayuda es, primero, reconocer la distinción entre incertidumbre e incognoscibilidad. Y reconocer que la incognoscibilidad es muy inquietante, pero también que no es el fin del mundo. En otras palabras, no atribuir la incomodidad que las personas pueden sentir a la existencia de algo desconocido a que sea necesariamente malo. El cambio es algo muy difícil, pero no es necesariamente malo. E incluso con todos los cambios políticos que estamos viendo, tiendo a ser, intento ser, optimista. A largo plazo, o ahora mismo, podría salir mal. No soy ingenua, pero que estemos en un período difícil de cambio no significa que todo vaya a ser malo. Así que creo que es importante ser abierto, permitirse la incertidumbre y la apertura. Y también esto es algo que considero muy importante con respecto al envejecimiento.
¿Por qué?
Pienso en esto porque mi madre es bastante mayor y está pasando por algunas cosas (complicadas). Y creo que la clave para envejecer con éxito, por ejemplo, es una cosa: aceptar el cambio. Y enfocarse en la naturaleza de cómo uno vive su vida. Y ¿cómo decirlo?, concentrarse en la vida que uno tiene ahora. Tratar de no aferrarse a quien se era antes. Diría: concéntrese en la vida y en quien es ahora. Y acéptelo, básicamente. Así que no hay magia, no hay una bala de plata ni nada por el estilo. Pero creo que es clave una especie de apertura y flexibilidad para cambiar y disfrutar de los tipos de descubrimientos que trae el cambio. A veces es difícil, ¿verdad? Como el sufrimiento, el dolor, que trae dificultades. Pero todavía hay una especie de belleza en eso. Eso es lo mejor que puedo decir.
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