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Con el fantasma del fraude: por qué África brilla en los mundiales juveniles

Las selecciones de la CAF suman múltiples hazañas el los certámenes Sub 20. Algo que no han logrado replicar a nivel adulto.

Con el fantasma del fraude: por qué África brilla en los mundiales juveniles.

Este viernes comienza en Chile una nueva edición del Mundial Sub 20, el torneo que desde 1977 reúne a las mejores promesas del planeta. Y como cada dos años, la expectativa vuelve a posarse sobre África, un continente que ha hecho del fútbol juvenil un terreno fértil para las hazañas: campeones del mundo, finalistas inesperados y remontadas que rozan lo épico. Sin embargo, esa irrupción temprana no se traduce en éxitos equivalentes en el certamen adulto. Mientras sus selecciones Sub 20 han tenido la gloria, ninguna ha levantado la Copa del Mundo de mayores.

La paradoja tiene raíces profundas. En primer lugar, las condiciones sociales y estructurales del continente hacen que el talento emerja pronto. Con sistemas de detección menos institucionalizados y ligas locales que funcionan como vitrinas precarias, los jóvenes africanos compiten desde muy temprano en contextos exigentes, desarrollando una intensidad y madurez futbolística que a menudo supera a la de sus pares y algunos saltan a Europa muy jóvenes. Esa ventaja física y competitiva explica hitos como el título de Ghana en 2009 o el “Milagro de Dammam” en 1989, cuando Nigeria remontó un 0-4 ante la Unión Soviética para llegar a la final.

Pero hay un elemento aún más determinante en esta diferencia: la distorsión de las edades. En varios países africanos, el registro civil es incompleta, y la falsificación de documentos se ha vuelto una práctica común. El caso más reciente ocurrió en 2023, cuando un duelo clasificatorio Sub 17 entre Camerún y República Democrática del Congo fue suspendido porque 25 de los 40 futbolistas congoleños sometidos a pruebas resultaron mayores de la edad permitida. Camerún también debió reemplazar a 21 jugadores que no pasaron el test.

El plantel de Ghana celebra tras el Mundial Sub 20 de 2009.

Este fenómeno, que algunos comparan con el dopaje en Europa o América, responde a factores estructurales. En sociedades con alta pobreza y desempleo, la edad puede ser una barrera económica: falsificarla es percibido como un medio para prolongar oportunidades. Familias, clubes y agentes participan del engaño con la esperanza de que un contrato en Europa transforme su realidad.

Contra el fraude

La FIFA ha intentado combatir el fraude imponiendo pruebas de resonancia magnética en sus torneos Sub 17 desde 2011, capaces de detectar la madurez ósea y estimar con precisión si un jugador ya ha superado la adolescencia. Sin embargo, las federaciones locales a menudo aplican exámenes menos rigurosos, lo que permite que la práctica persista. Y aunque las sanciones existen —Guinea fue castigada por falsificar documentos en 2023—, la debilidad institucional sigue socavando los esfuerzos.

Este contexto explica por qué el rendimiento africano suele ser más alto en categorías juveniles que en el fútbol adulto. En muchos casos, los equipos Sub 20 compiten con futbolistas más desarrollados físicamente que sus rivales, lo que les otorga una ventaja inmediata. Sin embargo, al llegar a la élite, ese diferencial desaparece. Ya no hay ventaja de edad y el desarrollo técnico y táctico —menos trabajado por la precariedad de las estructuras formativas— se vuelve crucial. Es ahí donde Europa sigue dominando.

Aun así, África ha dejado una huella imborrable en la historia del torneo. Además del título ghanés en 2009, Nigeria fue subcampeona en 1989 y 2005, Malí llegó a semifinales en 2015 con Adama Traoré como figura, y varias generaciones han transitado de las categorías menores a la elite europea. Proyectos como la academia Right to Dream en Ghana, que conecta directamente con el Nordsjaelland danés, muestran que la profesionalización del proceso puede reducir las trampas y potenciar el talento.

El Mundial Sub 20 que arranca en Chile será otra prueba. África vuelve con cuatro representantes y con el desafío de demostrar que su talento no solo brilla cuando la edad es un factor. Porque más allá de las sombras del fraude, el continente sigue siendo uno de los mayores semilleros del mundo.

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