Columna de Raúl Cordero: El año más cálido de la historia, otra vez

El centro de Santiago, el 26 de diciembre. Foto: Andrés Pérez


Por Raúl R. Cordero, académico de la Universidad de Santiago

El 2023 romperá el récord de 2016 como el año más cálido jamás registrado a nivel global. No es la única marca negativa de un año, en el que se registraron megaincendios en Chile, sequías récord en el Amazonas, riesgo de racionamiento de agua en Uruguay, mínimos insólitos de hielo marino en Antártica, cortes de luz por falta de hidroelectricidad en Ecuador, e inundaciones catastróficas en Libia.

A este brote de eventos extremos han contribuido no sólo el cambio climático, sino también El Niño. Aunque este calentamiento anómalo en la temperatura superficial del Pacífico probablemente contribuyó a que tuviéramos el invierno y primavera más lluviosos en 25 años, El Niño también ha empujado la temperatura global al alza, exacerbando algunos de los peores efectos del cambio climático.

Aunque El Niño debería remitir en los próximos meses, es probable que su influencia termine marcando el inicio de 2024. Debido a la persistencia de El Niño, el pronóstico estacional de MeteoChile prevé temperaturas sobre típicos durante el próximo verano. Los extremos de la Navidad recién pasada, la más cálida registrada al menos desde 1950 en la capital, parecen confirmar dicho pronóstico.

Las altas temperaturas tienen efectos sobre la salud de los mayores de 65 años y hacen difícil controlar la propagación de incendios forestales. De cumplirse los pronósticos que apuntan a un verano abrazador es poco probable que logremos controlar la explosiva propagación de incendios durante las olas de calor más intensas. Pero sí podemos minimizar las pérdidas materiales (mejorando el ordenamiento territorial) y humanas (educando a la población en cómo responder en caso de alerta).

Chile cuenta con un adecuado Sistema de Alerta Temprana, pero aún arrastramos deficiencias en la respuesta de la población a dichas alertas. Más información y educación son necesarias para minimizar los riesgos asociados al calor e incendios, que probablemente marcarán “a fuego” nuestros veranos futuros.

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