La columna de Guarello: El Albertío

El arbitro peruano Diego Haro, durante el partido entre Chile y Brasil en el Monumental. FOTO: AGENCIAUNO.

“No debemos quedarnos llorando la ineptitud de un réferi de segunda categoría y el miedo estructural de sus colaboradores por perjudicar a Brasil. Hay que entender la naturaleza humana: si la cobran, la Conmebol los cuelga y no arbitran más torneos internacionales”.



A esta altura no queda mucho que agregar. Desde que comenzó el sistema de Eliminatorias todos contra todos en 1996, el actual es el peor rendimiento de todos llegada la séptima fecha. Peor, incluso, que el 2002, donde, después de los siete primeros partidos, Chile acumulaba ocho puntos con un 38,10% de rendimiento. Ya sabemos cómo terminó eso, con todos los jugadores importantes, salvo Marcelo Salas, esquivando o negándose a ser convocados y Chile, con un entrenador puesto ahí por un programa de radio, alineando una selección de quien pueda o quien quiera. Bueno, hoy estamos peor, tenemos seis puntos y un rendimiento del 28,57%.

Se pueden dar muchas explicaciones, una de ellas, con bases, es que el famoso y endiosado VAR nos ha quitado varios puntos. Dos en Montevideo, dos en San Carlos de Apoquindo y ayer, el mediocre árbitro peruano Diego Haro, dicho por los mismos peruanos, ni siquiera se dignó mirar la falta de Casemiro sobre Arturo Vidal. Está bien, la jugada es interpretable, pero la contracámara, desde la tribuna Cordillera, muestra claramente el empujón del volante del Real Madrid. Una acción que en el centro de la cancha se cobra sin dudar. Lo terrible es que Haro no la fue a mirar a la pantalla porque sus cómplices del VAR le dijeron que no valía la pena. Ya escuchamos esos audios. Una vez es casualidad, dos es coincidencia, tres es costumbre. Y desde hace un rato el VAR funciona de una manera muy “creativa” en favor de Brasil, sea Copa Libertadores, Copa América o Eliminatorias.

Pero no debemos quedarnos llorando la ineptitud de un réferi de segunda categoría y el miedo estructural de sus colaboradores por perjudicar a Brasil con algún fallo. Hay que entender la naturaleza humana: si la cobran, la Conmebol los cuelga y no arbitran más torneos internacionales. Y eso es plata en el bolsillo. El problema, más allá de que arbitre un buzón y el VAR lo controlen cinco nutrias, es que Chile no le hace un gol a nadie. Analizando los 96 minutos del jueves (hasta pocos descuentos dieron), queda claro que crear una situación de peligro y más, convertirla, se ha transformado en una cuesta irremontable para la selección chilena. Si ya la mano venía pesada desde hace tres años (promedio de un gol por partido), la gravedad del asunto se agudizó hasta llegar a la UTI con la lesión de Alexis Sánchez y la imposibilidad de Ben Brereton de jugar por Chile.

Alexis Sánchez, en el último partido que jugó con la selección chilena, en el que solo pudo disputar 45 minutos producto de una lesión de la que no se ha recuperado. FOTO: FOTOARENA/AGENCIAUNO

Qué triste paradoja la del querido Ben. La Premier League le puso la bota en la cabeza y no lo dejó venir. Seguro en la madrugada del viernes estuvo pegado a alguna pantalla sufriendo con el partido, impotente, casi al borde de las lágrimas, por no poder estar en la cancha yendo al choque con Eder Militao y Marquinhos. Es una certeza, alguna se hubiera creado el delantero del Blackburn Rovers. Por las buenas o las malas, una ocasión de gol hubiera tenido Big Ben. Mientras tanto, en algún lugar de Miami cuyo nombre me interesa un camión de callampas en lata, Robbie Robinson dormía plácidamente, o se tomaba unas Coors con sus amigos, sin enterarse del destino de quienes, hasta hacía 24 horas, eran sus compañeros de selección hasta que decidió salir huyendo. No hay caso, como dijo Violeta Parra en El Albertío: yo no sé por qué mi Dios, le regala con largueza, sombrero con tantas cintas, a quien no tiene cabeza.

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