
No hay Grau sin Boric, ni viceversa

En el mundo de las explicaciones fáciles formuladas desde lejos, Nicolás Grau Veloso asumió como Ministro de Hacienda porque el Presidente Boric no tenía a quién más nombrar luego de la renuncia intempestiva de Mario Marcel, o simplemente para hacerle un (otro) favor a un (otro) amigo. Descarte y/o amiguismo. Esto, porque es evidente que Grau no parece tener una trayectoria que lo avale para Hacienda. Luego de su no tan afortunado paso por Economía, el importante nuevo cargo, en principio, le queda grande.
Sin embargo, yo creo que esa explicación simplista se equivoca. Boric podría haber nombrado a otros economistas en Hacienda. El rubro es en extremo competitivo y los egos vinculados a la profesión suelen ser masivos. En búsqueda de un parche, el Presidente podría haber convocado, tal como hizo Michelle Bachelet cuando renunció el Ministro Rodrigo Valdés, a Nicolás Eyzaguirre. En una línea parecida, podría haber ofrecido el cargo a Roberto Zahler. O, en una movida políticamente más audaz, invitar a Manuel Marfán o a Sebastián Edwards. Sin embargo, prefirió no hacerlo.
¿Amiguismo, entonces? ¿Es Grau otro Javier Velasco a la espera de sus langostas y su sobajeo de pies en autos de alta gama? Esta explicación también carece de sentido. Primero, porque Grau ya había logrado ubicarse en el Ministerio de Economía, luego de un par de años aporreados. Si es por un sueldo bueno en un cargo tranquilo, el ahora Ministro de Hacienda ya tenía eso. Su cambio de ministerio solo le traerá desafíos y problemas, sin agregar langostas ni placeres parafílicos.
¿Por qué Grau, en tal caso? La razón que yo veo es que Boric no está pensando simplemente en parchar el manejo de las finanzas públicas hasta el final del mandato, sino que está mirando hacia adelante, hacia el futuro de su carrera política. Ninguno de los pesos pesados mencionados le sirve, en ese sentido. Todos nacieron en los años cincuenta, si no en los cuarenta. Se retirarían en el puesto, y probablemente no estarían disponibles para hacer de escuderos económicos de Boric en una nueva aventura presidencial, en cuatro u ocho años. E incluso si lo estuvieran, políticamente no son camaradas del Presidente. Son repuestos del mundo de la Concertación.
El sueño de Boric es liberarse de la muleta técnica del Socialismo Democrático para ejercer el mando. Igual que Bachelet, imagina un segundo gobierno propio, no intervenido. Sin Andreses Velascos. Y sabe que el drama de la Nueva Mayoría fue justamente no tener a nadie de la casa para el cargo de Hacienda: a Arenas le quedaba gigante el poncho, y no tenía autoridad alguna en el puesto, actuando como un mero apéndice de la presidenta. Grau, en cambio, no es un anexo de Boric: al igual que él, fue presidente de la FECH, y posee, a diferencia del Presidente, credenciales académicas sólidas. Boric, igual que Bachelet, no tiene idea de economía. Y Grau sabe. No es un yes-man. Es el segundo a bordo que el actual Presidente necesita para un eventual segundo gobierno. Es la única pieza clave que, en un escenario político líquido donde los partidos valen poco y nada, Boric necesita para lanzarse a buscar nuevamente la banda presidencial.
El paso de Grau por Hacienda es, si concedemos todo esto, una prueba de fuego para Grau. Tendría que mostrar destreza, oficio, independencia y moderación, validándose frente a un entorno que lo mira con suspicacia o desprecio. Si el Presidente lo usara para reventar el chanchito fiscal de cara a las elecciones, se hundirían juntos. Pero Boric difícilmente haría eso por Jara, que ya casi todo el mundo político mira como caso perdido. Como digo, lo que el mandatario debe tener en mente es otro plan, que involucra validar y foguear a Grau, no quemarlo.
¿Entiende Grau lo que está en juego? Todo hace pensar que sí. Que, competitivo como es, hará su mejor esfuerzo para validarse. Y cuidará su boca, que tiene línea directa con su ego. Sus primeras declaraciones lo muestran: llamó a dejar que las obras hablen por sí solas. Amo de su silencio, esclavo de sus palabras, no parece tomarse a la ligera el nombramiento. Y no debería: hay mucho más en juego que mantener a flote al gobierno que ya se acaba.
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