Rodrigo Vergara, expresidente del Banco Central: "El riesgo en Chile de populismo, estancamiento y mediocridad ha subido considerablemente"

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El investigador sénior del CEP aborda la crisis que vive Chile y enfatiza que sin orden público "ni la agenda social, ni la nueva Constitución van a cuajar bien". Cree que el país se encamina hacia un esquema más socialdemócrata, con mayor gasto social y menor crecimiento. "A lo mejor es el precio a pagar para tener un país más en paz y más justo", reflexiona, pero advierte que puede haber un daño permanente.


A Rodrigo Vergara le preocupa el mediano plazo de Chile. Si bien empatiza con muchas de las demandas que se han planteado a partir del 18 de octubre y está muy de acuerdo en fortalecer más el paquete social con que el gobierno busca responder al estallido, para lo cual cree que hay que subir la carga tributaria en otros dos puntos del PIB, dice que "sería ilusorio pensar que tras esta crisis no hay un daño permanente". Las fallas que ha desnudado este episodio en el Estado como un todo, incluidos los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, y el impacto sobre la economía, lo hacen temer por el riesgo del populismo, el que a su juicio hoy está mucho más cerca que hace dos meses. Por eso, llama a todos los actores a estar a la altura: "Si tenemos suerte, lo hacemos correctamente y el sistema político se comporta con responsabilidad, nos puede ir bien", señala.

A más de un mes y medio del estallido de la crisis, ¿cuál es su estado de ánimo y en qué fase nos encontramos?

-Hay mucha gente que está con un ánimo cambiante. Estos días han sido más tranquilos y con menos violencia, entonces uno piensa que se está restituyendo cierta normalidad. Hay una cantidad importante de acuerdos en el Congreso y los mismos precios financieros se han tranquilizado algo. Pero la sensación de fondo es que todavía estamos ante una estabilidad frágil.

En todo lo que tiene que ver con una agenda social fuerte se ha avanzado. Hay gente que minimiza ese avance, pero la magnitud es muy importante. Puedo entender que tengamos que profundizarlo, pero para ser el punto de partida es muy fuerte, sobre todo en pensiones. Después, el ingreso mínimo garantizado, ahora de $300 mil líquidos, significa un aumento que no habíamos tenido nunca del salario mínimo. Además, hubo un acuerdo en materia tributaria, otro en Presupuesto y uno constitucional. Todo eso está bien.

 ¿Y dónde están los temores y dudas?

-La incertidumbre tiene que ver con la capacidad del Estado de hacer prevalecer el orden público. Si bien los últimos días han sido más tranquilos, persiste la sensación de que eso puede cambiar en cualquier momento y que el Estado aún no puede garantizar el total control de la violencia. Y seamos claros: sin orden público, ni la agenda social, ni la nueva Constitución van a cuajar bien. Además, sin eso es más difícil el ejercicio democrático, porque se coartan las libertades. El temor es uno de los sentimientos más paralizantes y cuando la gente teme por su seguridad física, todavía más. Por último, esa violencia tiene un efecto económico muy significativo y lo que ya ha pasado impactará fuertemente la inversión, el crecimiento y el empleo. No nos engañemos, vienen tiempos duros.

 ¿Todavía no se avizora una salida?

-Estamos en una etapa intermedia de la crisis. Hemos avanzando en cuanto a consensos en algunas materias económicas y sociales. Lo más importante es que la agenda social tiene que seguir profundizándose en el tiempo y respecto de eso se ha ido generando un consenso bastante amplio de que, a mediano plazo, habrá que financiarla con una mayor carga tributaria. Hay quienes piensan que tiene que ser antes, pero a mi juicio, hacer un aumento fuerte de impuestos hoy, lo único que haría sería contrarrestar el impulso fiscal que está generando el gobierno. Sería como dispararnos en los pies. Hay que sentarte a conversar sobre financiamiento de gastos permanentes con ingresos permanentes, pero para llevarlo a cabo a uno o dos años, en la medida que la economía empiece a retomar una senda de crecimiento.

 ¿Y de cuánto debería ser ese incremento de la carga tributaria?

-A ver, lo primero, es que esta reforma tributaria debe estudiarse muy bien, por lo que comparto la idea de armar una comisión que proponga posibles cambios. Respecto de cuánto, Chile está unos dos puntos por debajo de la carga tributaria promedio de los países Ocde cuando tenían un ingreso per cápita parecido al nuestro hoy. Entonces, se podría pensar en un aumento de esa magnitud, lo que ya es un esfuerzo significativo, pero debe ser bien diseñado.

Sin embargo, algunos técnicos de oposición hablan de hasta 5 puntos más en 10 años.

-Eso puede ser cuando Chile tenga un ingreso per cápita parecido al que tienen hoy los países de la Ocde, para lo que falta mucho, por lo que hay que tener cuidado con sobreentusiarmarse. Con lo que ya se ha hecho, más un financiamiento permanente de dos puntos extra del PIB, se puede tener una agenda social muy potente y razonable para el nivel de ingreso per cápita de Chile. Esos dos puntos son del orden de US$6.000 millones al año. De ahí en adelante, habría que ir aumentando gradualmente con el crecimiento del PIB. Ahora, si queremos llevar la carga tributaria más arriba del nivel que tenían los países Ocde cuando ostentaban un PIB per cápita similar al de Chile hoy, es un camino bien riesgoso.

 ¿Por qué?

-El principal riesgo de eso es afectar el crecimiento y hacer aún más lento nuestro camino al desarrollo. Recordemos lo que pasó con la reforma tributaria de Bachelet.

 ¿Qué impuestos se podrían subir?

-Empezaré al revés: cuáles descarto. Ahí está el impuesto de primera categoría (a las empresas), hoy en 27%. Ha subido mucho en los últimos años y hoy se ubica por arriba de la media de los países de la Ocde. Tampoco hay espacio en la tasa del IVA de 19%, pero sí puede haberlo en algunas exenciones del IVA. También se puede revisar la renta presunta.

En la oposición se menciona el royalty y un impuesto a la riqueza. ¿Los comparte?

-Hay que estudiarlos bien. Por ejemplo, el impuesto al patrimonio es complicado implementarlo. Muchos países que lo han adoptado, como Suecia, Finlandia y Dinamarca, entre varios otros, después lo han eliminado, porque el capital es móvil y se les ha ido una parte importante, no recaudando lo esperado.

 ¿Cuál es la magnitud del impacto económico y social de esta crisis? Hacienda y el BC ajustaron fuerte sus proyecciones.

-En general, estoy de acuerdo con las proyecciones del BC. Es muy posible que crezcamos, tanto este año como en 2020, en torno al 1%.

 ¿Y qué tan probable ve una recesión?

-Es una posibilidad absolutamente vigente que haya una recesión técnica, pero más allá de si llegamos o no a eso, el impacto económico es mayor. Va a depender mucho de cómo se vayan logrando acuerdos y restituir el orden público. Una recesión de año completo esperaría que no fuera así y que la economía empiece a tener cifras un poquito mejores en la medida que vaya pasando 2020 y se despejen ciertas incertidumbres. Pero cuando se tiene un crecimiento esperado del 1%, no se está muy lejos de tener en algunos trimestres números negativos, por lo que ir a una recesión no se puede descartar. Para que eso no ocurra es básico el control de la violencia.

  De hecho, el BC prevé una caída del 4% de la inversión para 2020.

-Vamos a tener un shock de inversión muy fuerte. Comparto esa estimación, lo que tiene un impacto muy negativo en el crecimiento de mediano plazo y en el empleo. Además, vamos a seguir con fuentes de incertidumbre importantes, como la discusión de la nueva Constitución -a la que yo no le tengo mayor temor, aunque me reservo el derecho a cambiar de opinión-. En alguna medida, en los próximos dos años se va a definir en parte importante el futuro de los siguientes 20 años y eso no es inocuo. Además, esta crisis probó que teníamos un país menos sólido, lo que profundizaría el efecto sobre la inversión y también sobre el PIB potencial. Eso hace difícil pensar que retomemos una senda de crecimiento muy alto por un tiempo prolongado, incluso más allá de que se recupere la paz social.

¿El PIB potencial de Chile se fue bajo el 3%? ¿A dónde nos conducirá ese menor crecimiento?

-Efectivamente, es probable que nuestro crecimiento potencial ahora sea inferior al 3%. Yo creo que vamos a un modelo más socialdemócrata, con un mayor gasto social, mayor provisión de bienes públicos, ojalá de calidad. Uno puede pensar que eso es positivo y que hay muchos países de Europa que tienen ese sistema, pero es muy probable que vaya a significar también un menor crecimiento. A lo mejor es el precio que tenemos que pagar para tener un país más en paz y más justo. Pero pese a que quiero ser optimista, sería ilusorio pensar que tras esta crisis no hay un daño permanente. Ya lo he dicho, la marca Chile se depreció. Por lo mismo, es esencial minimizar la parte negativa. Que todo lo que se haga sea de la forma más eficiente posible. Si lo hacemos así y tenemos suerte, tal vez podamos retomar tasas más altas de crecimiento.

¿Cómo ve la situación fiscal, le parece creíble la nueva ruta de convergencia del déficit que estableció Hacienda: -2% en 2022?

-Tenemos que tener claro que el espacio es limitado y que luego de déficits más altos en 2020 y 2021, debe haber una convergencia hacia menores déficits estructurales. En ese sentido lo planteado por Hacienda me parece bien, pero falta una agenda larga en materia tributaria para recaudar más.

Y la deuda en 38% del PIB, ¿ya está al límite? El expresidente Lagos habló del 45%.

-Ya está muy cerca del límite. A pesar de que las agencias de rating por ahora han sido benévolas con Chile, es altamente probable que nos bajen la clasificación de riesgo más temprano que tarde, tanto por el aumento de deuda, como por el bajo crecimiento.

 ¿Cómo evalúa al gobierno en la crisis?

-Aquí ha habido una falla general del Estado y el gobierno ha sido parte de ello. Ha ido detrás de los acontecimientos, tanto en materia de la agenda social como del control del orden público. Con todo, me parece que se ha ido poniendo lentamente al día. En el Congreso he echado de menos más generosidad y responsabilidad en cuanto a su tardanza en la aprobación de ciertos proyectos, en particular en ciertos sectores con la agenda antiviolencia, y en sumarse sin más a iniciativas populistas e inconstitucionales. Con respecto al Judicial, tengo la impresión de cierta lentitud y permisividad, que no ayudan a evitar la impunidad ante hechos de violencia.

¿Mejoró el manejo del gobierno con el nuevo gabinete?

-Era importante tener rostros nuevos. En particular, creo que el ministro Ignacio Briones lo ha hecho muy bien. Es una persona empática, que ha logrado varios acuerdos que no eran fáciles de cerrar. Ha sido agresivo para avanzar, pero manteniendo racionalidad económica, no se ha vuelto loco. Tiene talento político y, por lo tanto, es la persona indicada para la actual circunstancia. Hay mucha gente que  critica al gobierno porque supuestamente ha tirado la casa por la ventana y otros porque ha hecho poco. Yo creo que ha estado en su justo medio.

De las medidas anunciadas, ¿hay algo que le preocupe?

-Me parece muy relevante el acuerdo en pensiones. Lo que no me gusta, en materia de ingreso mínimo garantizado, es que se esté pidiendo que el subsidio del Estado sea solo para las pymes. Hacer política social para pymes o no pymes puede llevar a unas distorsiones enormes: separación de empresas, de RUT, etc., para tratar de ser pymes.

La idea de la oposición detrás de ese punto es que se suba directamente el salario mínimo que pagan las empresas no pymes a $300 mil líquidos.

-Eso es supervoluntarista y sobre todo en las actuales circunstancias, donde el desempleo va a ser alto. Además, si se le agregan las 40 horas y la cotización extra para pensiones, nos queda un escenario muy delicado. Podemos estar apagando el fuego con bencina. Uno de los grandes riesgos que tiene hoy el país es el surgimiento de líderes populistas que hacen ver todo fácil, pero que después terminan en un descalabro.

¿Estamos más cerca de ese camino hoy día que antes de la crisis?

-Sin duda. Lo que pasa es que uno siempre puede leer todo esto como una oportunidad y yo quiero hacerlo así. Como una oportunidad de enmendar ciertas cosas y seguir avanzando, pero aunque me gustaría ser más optimista, veo que el riesgo en Chile de populismo, estancamiento y mediocridad hacia adelante ha subido considerablemente. Más aún con un Estado que ha mostrado la debilidad que hemos visto en este episodio. No sería de extrañar que surgiera un líder fuerte, duro y populista, y con eso solo estoy describiendo la historia que ya se ha dado en América Latina. Argentina es el ejemplo clásico, con Perón y todo lo que ha sucedido desde entonces hasta ahora.

Pero hay gente en Chile que le gusta Argentina, en otras razones, porque es más igualitario y la educación universitaria es gratis.

-A ver, Argentina es un país que se estancó hace muchos años, que ha aumentado sus niveles de pobreza, que no es capaz de controlar la inflación, que tiene una inestabilidad financiera enorme y que la gente mantiene todos sus ahorros fuera del país. Argentina era, por lejos, el país más rico de América Latina. Los argentinos de hoy viven prácticamente igual que sus padres y sus abuelos, pero los chilenos viven mucho mejor que sus padres y sus abuelos. Esa es la diferencia. Yo digo: quiero un poco más que eso para Chile y creo que podemos más. Si tenemos suerte, lo hacemos correctamente y el sistema político se comporta a la altura, con responsabilidad, nos puede ir bien. Pero debemos estar conscientes que hoy día nuestro principal riesgo es que surjan líderes populistas y quedar confinados a un futuro mediocre, donde el país se estanque y no siga progresando.

 ¿Y qué pasaría ahí con las actuales demandas sociales?

-Se frustrarían permanentemente, porque primero los líderes populistas encantan a la gente, prometen lo imposible, generan desequilibrios enormes y después viene la crisis. Llega alguien más razonable, pero tiene que hacer ajustes y así se va repitiendo el ciclo. Y al final, cuando uno mira períodos largos, la economía está donde mismo y la pobreza y la desigualdad han aumentado. Los países no desaparecen, sobreviven, pero peor.

¿Está de acuerdo con una nueva Constitución?

-Entiendo el cuestionamiento de legitimidad de amplios sectores a la Constitución, pero tengo dudas en qué exactamente del fondo se quiere cambiar. Hay posibles cambios con los que no tengo problemas, pero otros sí. Tengo que pensarlo más. En cuanto a la composición, en principio prefiero el sistema mixto, porque la experiencia parlamentaria es importante. Me niego a sumarme a las voces que dicen que el Congreso, elegido democráticamente, es ilegítimo para esta tarea.

 Dijo antes que no le temía a esta discusión…

-No niego que tiene riesgos y que constituye una incertidumbre, pero soy optimista de que no nos iremos a los extremos. Como ya mencioné, creo que seguiremos teniendo un sistema capitalista, pero con un rol mayor del Estado.

A su juicio, ¿qué elementos deben estar para un buen funcionamiento económico?

-De partida, la autonomía del Banco Central. La iniciativa exclusiva de gasto del Presidente de la República. Tiene que haber un control sobre el gasto público. Yo entiendo que en la nueva Constitución habrá más derechos sociales, pero ojalá estén expresados de forma general y no tan específica que al final sea letra muerta y termine judicializando el sistema. El rol del Estado empresario me imagino que también va a tener alguna modificación. Espero que no haya grandes problemas con el derecho de propiedad, cuyas bases están en nuestra Constitución desde mucho antes.

Mensaje del Banco Central en el IPoM: "Era un momento especial, que requería de una señal clara"

¿Qué le pareció el tono del discurso del presidente del BC en la entrega del Informe de Política Monetaria (IPoM) y su emplazamiento al mundo político?

-Me parece lo correcto. El BC tiene una historia, una credibilidad y un prestigio que le permiten tomar posiciones como esta, con altura de miras, sin entrar en política contingente, y creo que el mundo político escucha. Era un momento especial, que requería de una señal clara.

La vocera de gobierno dijo que había sido un "tirón de orejas osado". ¿Se jugaron Mario Marcel y el consejo?

-Hicieron una buena labor.

¿Cómo lo ha hecho el BC en términos de la intervención cambiaria y de estabilizar el mercado financiero?

-El BC lo ha hecho bien y ha estado tomando las medidas que correspondían. Hay situaciones que son extraordinarias y que requieren que el BC dé un paso adelante y juegue sus cartas. En la situación actual había un ataque contra el peso muy fuerte, que lo estaba llevando fuera de los límites de sus fundamentales y, en ese sentido, la intervención del BC fue oportuna y significativa.

¿Eso es garantía de que el dólar se va a quedar en su actual rango, bajo los $800?

-El BC posee una influencia importante sobre el mercado, porque tiene herramientas significativas, pero si no somos capaces de restaurar el orden público y la violencia rebrota, el precio puede volver a subir. Era el momento de ser audaz y el BC lo fue, pero ellos mismos lo dijeron, no basta aquí con sus medidas, sino que el efecto final va a depender de si persiste el escenario de mayor tranquilidad de los últimos días.

¿Era partidario de mantener o de bajar la tasa de interés? ¿Hizo bien el BC al volver a un sesgo monetario neutral?

-Hizo lo correcto. Si uno está interviniendo en el mercado cambiario, con inestabilidad financiera producto de la crisis social interna, y si además el nivel actual de la tasa ya es bastante bajo, proveyendo un estímulo importante a la economía, intensificar ese instrumento habría sido un error.

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