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Todos los mares de La Odisea: el eterno retorno de Ulises en Homero, Kazantzakis y Joyce

Analizamos cómo la astucia de Odiseo se transforma en angustia existencial en el siglo XX y por qué el poema épico de Homero sigue siendo, en 2025, un espejo de nuestras propias crisis. Esta vigencia alcanza un nuevo hito con la esperada adaptación de Christopher Nolan, que llevará la magnitud del viaje homérico a la gran pantalla en 2026 y consolida el mito como una estructura narrativa inagotable del mundo contemporáneo.

Todos los mares de la Odisea: el eterno retorno de Ulises en Homero, Kazantzakis y Joyce

Si Homero hubiese escrito La Odisea, el poema épico monumental atribuido a su nombre en el siglo XX, buena parte de la crítica la habría clasificado como literatura fantástica, amén de la serie de personajes que aparecen: sirenas, monstruos marinos (Escila y Caribdis), gigantes de un solo ojo (Polifemo), dioses (Poseidón, Atenea), ninfas (Calipso) y hasta hechiceras (Circe). Pero el hecho es que se trata de uno de los grandes clásicos fundacionales de la literatura occidental, una obra que ha sobrevivido casi tres milenios y que hoy vuelve a ocupar el centro del debate cultural amén de una esperada adaptación cinematográfica de Christopher Nolan, proyectada para 2026.

Compuesta presumiblemente a finales del siglo VIII a.C., La Odisea estableció las bases de lo que hoy entendemos por novela, aventura y viaje interior. Según la Encyclopædia Britannica, la obra consta de 12.110 versos escritos en hexámetro dactílico y se divide canónicamente en 24 libros. A diferencia de la Ilíada, que se centra en la furia de Aquiles y la brutalidad de la guerra de Troya, la Odisea introduce un cambio de paradigma fundamental: la exaltación de la mētis (inteligencia astuta) por sobre la fuerza bruta. Es la historia de la supervivencia, del retorno (nostos) y de la reconstrucción de la identidad en un mundo hostil.

Ulises ante las sirenas.

La estructura narrativa de la obra es, en sí misma, una revolución. La historia no comienza por el principio, sino in media res, es decir, hacia la mitad. Tal como detalla el análisis de la Encyclopædia Britannica, los primeros cuatro libros —conocidos como la “Telemaquia”— se centran en Telémaco, el hijo de Odiseo, quien emprende su propio viaje de maduración para buscar noticias de su padre. Esta decisión narrativa de Homero desplaza el foco del héroe para mostrarnos el vacío que su ausencia ha dejado: un reino en caos, una esposa acosada por pretendientes y un hijo que debe aprender a ser hombre.

En el centro del poema está Odiseo (Ulises, en la tradición latina). De acuerdo al artículo de la Revista Chilena de Literatura Odiseo creativo: un capítulo de la historia remota de la creatividad, se trata de un héroe astuto y versátil cuya principal cualidad es la mētis —un tipo de ingenio práctico que le permite resolver situaciones aparentemente insuperables— y que representa la suma de experiencia, aprendizaje y resistencia. Su largo camino de regreso a Ítaca, lleno de encuentros con monstruos, dioses y tentaciones, ha sido interpretado -según un artículo del académico Héctor García- como una metáfora del viaje interior del individuo y de la lucha del ser humano por afirmar su identidad.

García añade que a la vez, el poema explora otros temas atemporales: la lealtad y la fidelidad de Penélope; la búsqueda de justicia frente al desorden que han generado los pretendientes; la relación entre los mortales y los dioses; y la tensión entre el destino y el libre albedrío, que era central para la mentalidad griega arcaica.

Ulises enfrenta a Polifemo.

A diferencia de otros héroes épicos definidos por la fuerza bruta, Odiseo es el “hombre de muchos giros” (polytropos). Es un personaje complejo: un guerrero sagaz, un náufrago paciente y, en ocasiones, un mentiroso necesario. Fuentes como la Boston University (BU) destacan que el poema está “en todas partes” hoy en día porque aborda temas universales como el trauma de la guerra, la fidelidad (representada en Penélope) y la búsqueda de la identidad tras una ausencia prolongada.

La razón de esta vigencia -añade el artículo de la BU- radica en que los temas homéricos resuenan con las crisis contemporáneas: el desplazamiento forzado de refugiados que cruzan el Mediterráneo, el trauma de los veteranos de guerra que intentan reintegrarse a la sociedad civil y la lucha de las mujeres por mantener su autonomía en sistemas patriarcales.

El artículo de la Boston University destaca cómo las nuevas traducciones y adaptaciones —como The Penelopiad de Margaret Atwood o Circe de Madeline Miller— han desplazado el foco hacia los personajes femeninos o marginados, demostrando que el texto original es lo suficientemente rico y elástico para soportar nuevas interrogantes. La Odisea no es un monumento de piedra; es un organismo vivo que muta con cada generación que lo lee.

Penélope y Telémaco esperan a Ulises en Ítaca.

La Odisea de Nikos Kazantzakis: el grito del hombre moderno

A mediados del siglo XX, el célebre escritor griego Nikos Kazantzakis -el mismo de La última tentación de Cristo- asumió la monumental tarea de continuar el viaje donde Homero lo dejó. En su obra La Odisea: Una secuela moderna (1938), Kazantzakis expande el universo homérico con un poema épico de 33.333 versos.

Como señala el estudio Odisea de Kazantzakis Ítaca, punto de llegada y de partida, del académico Miguel Castillo Didier (acaso el experto chileno en el mundo griego) el Odiseo de Kazantzakis ya no es el hombre que anhela el hogar. Tras llegar a Ítaca y matar a los pretendientes, se siente asfixiado por la domesticidad. Este nuevo Odiseo es un asceta existencialista que vuelve a partir, esta vez para explorar los límites de la libertad humana y la divinidad.

El escritor griego, Nikos Kazantzakis

Sin embargo, para el Odiseo de Kazantzakis, Ítaca es una jaula. La paz doméstica le resulta asfixiante. Según un análisis de la revista especializada en filosofía Mutatis Mutandis, Kazantzakis reescribe el mito para reflejar la angustia existencial del hombre moderno. Su Odiseo no busca restaurar el orden (oikos); busca romperlo. Abandona nuevamente a Penélope y a Telémaco para emprender un último viaje hacia el sur, pasando por Esparta, Creta y Egipto, hasta llegar a la Antártida, donde encuentra la muerte.

La revista Mutatis Mutandis explica que esta obra es un vehículo para la filosofía del propio Kazantzakis, una mezcla de vitalismo nietzscheano y misticismo ascético. Odiseo se convierte en un “atleta de la libertad”, alguien que rechaza cualquier forma de consuelo religioso o esperanza futura para abrazar el abismo. Mientras el héroe de Homero lucha por volver para ser recordado, el de Kazantzakis lucha por avanzar para disolverse en el todo. Es una odisea del espíritu que transforma la supervivencia física en una búsqueda metafísica radical, donde la única patria verdadera es la libertad absoluta de la conciencia.

El Ulises de James Joyce: la epopeya de lo cotidiano

La influencia de Homero tomó un camino diametralmente opuesto en las manos del escritor irlandés James Joyce. Si Kazantzakis expandió el mapa geográfico, Joyce comprimió la inmensidad del mar Egeo en las calles de una sola ciudad —Dublín— y la duración de diez años en un solo día: el 16 de junio de 1904.

Su novela Ulises (1922) es considerada la cumbre del modernismo literario. Según la Encyclopædia Britannica, Joyce utilizó la estructura de la Odisea como un andamio arquitectónico para narrar la vida de Leopold Bloom, un agente de publicidad judío, de mediana edad y cornudo, que se convierte en el Odiseo contemporáneo. Cada capítulo del libro de Joyce se corresponde con un episodio de Homero: el capítulo de “Hades” es un entierro en el cementerio de Glasnevin; el de “Eolo” tiene lugar en una oficina de prensa ventosa; y “Circe” transcurre en el distrito rojo de la ciudad.

De acuerdo a la revista literaria Classics Authority, Leopold Bloom, el protagonista de Joyce, encarna un Odiseo contemporáneo: un hombre común cuya “odisea” cotidiana en las calles de Dublín refleja las búsquedas internas del héroe griego —la identidad, el cuerpo, la memoria, la paternidad y la intimidad— pero con un realismo y una introspección inéditos en la literatura anterior.

Al estructurar Ulises en episodios que se corresponden simbólicamente con los cantos homéricos, Joyce no solo rinde homenaje a Homero, sino que también reinventa la manera de narrar la experiencia humana, dando paso al modernismo literario tal como lo conocemos hoy.

Raúl Rodríguez, académico de la Universidad Católica de Valparaíso, traductor y ensayista, es un estudioso de la obra de Joyce, señaló a Culto que parte del legado de Joyce recae en que “transformó el modo de escribir y entender la novela, convirtiéndose en un escritor con el que las generaciones posteriores se deben enfrentar, pues no lo pueden esquivar”. A partir de este libro, que narra en mil páginas los acontecimientos de un solo día, “las y los escritores posteriores tendrán que elegir si serán o no ‘tradicionalistas’, mientras que en la época prejoyceana lo eran con toda normalidad”, explica el académico.

Para Rodríguez, su influencia llegó a nuestro país con la pluma de Roberto Bolaño. “Cualquier lectura detenida se da cuenta de que el efecto del Ulises griego es determinante en el Ulises irlandés, de la misma manera en que éste será importante para el Ulises latinoamericano que configurará Bolaño: Ulises Lima”, menciona el académico, en referencia a la inspiración que significó La odisea de Homero en la novela del escritor irlandés.

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