El Deportivo

El origen de una macabra y traumática noche en Avellaneda y las frenéticas horas posteriores a la tragedia

En la jornada del 20 de agosto algo se quebró para siempre en el fútbol sudamericano. La desenfrenada violencia que marcó el duelo entre Independiente y Universidad de Chile dejó una serie de acusaciones cruzadas y testimonios que retratan la crueldad de una agresión sin precedentes, que hoy tiene a ambas instituciones enfrentadas en la Conmebol.

Una de las crudas imágenes que dejó la agresión de los barristas de Independiente a los simpatizantes de Universidad de Chile. [e]FACUNDO MORALES

La noche del miércoles 20 de agosto pasó a la historia, tristemente, por ser una jornada en que la barbarie y lo peor del ser humano se hizo latente. Corrió mucha sangre por las tribunas de un recinto que fue pensado para ver una actividad sana y noble como un partido de fútbol. Por las gradas del Libertadores de América se vieron escenas estremecedoras, en donde barristas y gente que no tenía nada que ver con estas organizaciones terminó siendo linchada por individuos con la camiseta de Independiente, quienes se beneficiaron de la inacción de los 650 efectivos policiales y 150 guardias privados dispuestos para el encuentro. Desde el club transandino responsabilizan a los estudiantiles asegurando que llevaban horas agrediéndolos. Incluso, este sábado, publicaron una cronología de los hechos en sus redes sociales culpando a los chilenos. Estrategias y justificaciones que poco valen al momento de sopesar el nivel de agresividad.

En Universidad de Chile y también varios de sus simpatizantes afirman que el ingreso fue tranquilo, pero después terminaron siendo agredidos en las salidas del recinto por la policía y barrabravas locales, gracias a la evidente negligencia del operativo de seguridad del club organizador y las autoridades transandinas. Es por esta razón que el viernes, silenciosamente, una comitiva azul viajó a Paraguay para entregar una serie de antecedentes de aquellos actos ante la Conmebol, donde serán defendidos por el prestigioso abogado guaraní Gerardo Acosta. “La primera impresión que tuve la mañana siguiente al partido, cuando me desperté a las 5 y 20, que ya tenía llamadas a las 12 de la noche de la gente de la U y el comunicado de la Conmebol para la cancelación y el motivo de ella, fue ‘vamos a ganar los puntos’”, dice a La Tercera.

En el dossier presentado por la U aparecen imágenes de cómo presuntamente comenzó la pelea y se adjuntó un video que mostraba a los hinchas argentinos sacando fierros y objetos contundentes desde una bodega, junto con otras situaciones delicadas que el organismo internacional consideró a la hora de emitir el informe donde se presentan los cargos.

En Independiente sostienen que los fanáticos azules fueron los responsables de iniciar los disturbios, mientras que, en el conjunto laico, añaden que una de las causas de los enfrentamientos se debe a que fue arrebatado un lienzo a los forofos chilenos desde la tribuna que estaba debajo de la Pavoni Alta. Inexplicablemente, no hubo cordón ni colchón de seguridad para evitar los cruces ni tampoco existe una respuesta a por qué había hinchas locales en la parte inferior, pese a la recomendación previa de no instalarlos ahí. El martes, un día antes del cotejo, en la reunión de seguridad que se realiza entre ambos elencos y la Conmebol, ya se había advertido del riesgo que existía por la cercanía de ambas fanaticadas. El club transandino justificó su plan operativo: “Siempre lo hacemos así y no pasa nada”.

Luego, un grupo de simpatizantes de la U causó severos destrozos y lanzó una serie de elementos a la parcialidad local, como un sanitario y otros objetos contundentes, que también fueron consignados en el informe de la Conmebol, que acusó a los azules de ser “reincidentes”, lo que complica su posición. Y si bien en Azul Azul asumen que esa conducta es grave, estiman que bajo ningún punto de vista es comparable con las atrocidades que sucedieron minutos después.

La imagen más evidente de aquello es la de un grupo de fanáticos que terminó cayendo al vacío tras ser acorralado por estos sujetos. Providencialmente ninguno de ellos falleció. “Caí desde 20 metros si es que no es más. Todos los doctores me han dicho lo mismo, que estoy caminando de milagro”, comentó uno de los sobrevivientes, que prefirió resguardar su identidad ante los medios de prensa.

Tres hinchas chilenos siguen graves tras la tragedia en Avellaneda Fotobaires/Photosport Football, Independiente vs Universidad de Chile. Round of 16, 2025 Copa Sudamericana Championship. Independiente fans are pictured during a round of 16, second leg match of the Copa Sudamericana Championship against Universidad de Chile at the Libertadores de America stadium in Buenos Aires, Argentina. 20/08/2025 Fotobaires/Photosport FOTOBAIRES/PHOTOSPORT

“Éramos tres personas las que saltamos de ahí, que no saltamos, porque nos pegaron; nos hicieron saltar. Venían con cuchillos, con fierros. No había otra opción, no teníamos por dónde escapar. Después de caer, en vez de sacarnos la policía, nos hace encontrarnos con más hinchas de Independiente y nos pescan a fierros, nos quitan la ropa, las zapatillas, las poleras, todo... y después nos pesca la policía”, agregó.

Sobre las motivaciones, una de las hipótesis apunta a que los barristas chilenos compartieron en Santiago con una de las facciones disidentes de la barra oficial. Por lo mismo, el otro sector de la hinchada de Independiente quiso pasar la cuenta. “Hay información de que los hinchas se juntaron con ellos en Santiago, y eso no se los perdonaron. Entonces, había una amistad en temas de copas internacionales. Por eso lo que pasó es tan grave”, dice José Ramón Correa, abogado y director de Azul Azul, quien debió viajar de urgencia para apoyar a los detenidos y a los heridos.

En el lugar equivocado

En Chile, muchas familias, ilusionadas con una posible clasificación de la U a cuartos de final de la Copa Sudamericana, se reunieron en torno al televisor para ver el partido, como los amigos de Gonzalo Alfaro, con quienes se conoció en el estadio y suelen juntarse en la cancha o en alguna casa para seguir a su equipo. En el caso de uno de los más íntimos, su esposa no lo dejó viajar a su primer encuentro alentando en el extranjero, por razones económicas y porque se jugaba a mitad de semana. “Sin quererlo, quizás le salvó la vida”, afirman en su círculo.

Y él se enojó, pero acató. Como protesta, eso sí, organizó un asado con amigos en la casa para ver el compromiso. No alcanzaron a prender el carbón, cuando comenzaron a desarrollarse los incidentes. Estaban todos impactados, preocupados, por las imágenes que veían: amigos suyos estaban siendo masacrados. Minutos después se enteraron de que uno de los que cayó al vacío era el propio Gonzalo, hijo de un reconocido funcionario municipal de La Calera. El joven sufrió una serie de traumatismos y fractura de cráneo y está internado, en evolución.

Jaime Mora, de 56 años, ingeniero, gerente de la constructora Acrópolis y padre de cuatro hijos, se encontraba en Buenos Aires en un viaje familiar y asistió por segunda vez en su vida al estadio. “Ellos son una familia acomodada de Los Ángeles y que no tienen nada que ver con las barras bravas ni mucho menos”, comenta una amiga de la familia.

El menor de sus hijos, Pablo (22), es estudiante de la Universidad del Desarrollo y fanático de la U. Aprovecharon la instancia de la visita al vecino país para ver el partido. Su esposa no alcanzó entradas, por lo que no pudo asistir.

Mientras intentaban escapar de la turba, el padre sacó la peor parte, pues fue golpeado con fierros y palos, causándole fractura craneal y de una vértebra cervical, por lo que debió ser intervenido. La heroica acción de Pablo, quien se enfrentó a los agresores, evitó que el desenlace fuera fatal. Increíblemente, el joven terminó detenido, aunque posteriormente fue liberado gracias a la intervención del prestigioso estudio argentino Castex Pauls y de las autoridades chilenas. Jorge Arredondo, secretario de Azul Azul, fue quien contactó a los abogados penalistas transandinos.

De milagro, Jaime Mora está con vida y recuperándose, aunque deberá ser trasladado por tierra a Chile, debido a que la complejidad de las lesiones le impide soportar la presión atmosférica que implica un viaje en avión.

En los camarines, el plantel de la U también corrió riesgos. El bus estaba con los vidrios totalmente destrozados y la turba llegó hasta muy cerca del vestuario. Paralelamente, los jugadores estaban preocupados por sus cercanos. De hecho, Nicolás Guerra a esa compartía en sus redes sociales la imagen de uno de sus familiares que hasta ese momento estaba desaparecido, pero que luego apareció detenido. Gabriel Silva, el represente de Fabián Hormazábal y reconocido abogado y agente de jugadores, también terminó detenido.

El agente de futbolistas Gabriel Silva Riesco figura entre chilenos detenidos en Avellaneda.

Un peregrinaje sin fin

Después de la carnicería, donde muchos hinchas fueron vejados salvajemente —algunos sufrieron hasta intentos de empalamiento—, comenzó un interminable recorrido por las comisarías y hospitales de Sarandí y Avellaneda, encabezado por el propio presidente de Azul Azul, Michael Clark, quien se entrevistó con médicos y familiares de los heridos, repartidos entre los hospitales Presidente Perón y Pedro Fiorito.

También, esa madrugada, José Ramón Correa, tomó un vuelo desde Santiago hasta Buenos Aires para apoyar jurídicamente a los detenidos y heridos. “La mayoría terminó en la cuarta comisaría de Avellaneda, que era enana”, detalla el jurista, quien confiesa que el escenario que se encontró era peor que lo que había imaginado. “Me sentía como un corresponsal de guerra en Irak”, lamenta el dirigente, quien iba preparado para lo peor.

El estar detenidos en una comisaría no era garantía de nada. El grado de hacinamiento llegaba a ser altamente peligroso y los heridos que iban siendo dados de alta de los centros asistenciales terminaron llegando también a estos centros de detención. “La recepción que nos dieron en las comisarías fue francamente mala”, lamenta.

“En un minuto dado, pedimos que nos autorizaran a la policía para llevarles cosas para comer. Íbamos a un supermercado a comprar sándwiches, jugos, pero nos dijeron que no había ninguna posibilidad de que les diéramos alimento, pero ellos tampoco les estaban dando. La única forma que autorizaban era que tenía que ser a través del consulado, y la cónsul estaba también con muchas cosas, respondiendo a las familias, pero también remitiendo documentos, ya que la mayoría había perdido su carnet y pertenencias”, detalla.

Correa plantea sus dudas sobre la responsabilidad de los uniformados dentro de la comisaría, pues muchos de los hinchas que habían sido despojados de sus cosas por los barristas argentinos, perdieron lo poco que tenían dentro de las unidades policiales: “La información que recibimos es que muchas cosas se extraviaron ahí, por decirlo de manera eufemística”.

Entre los detenidos había personas con problemas cardiacos y diabéticos que, al no estar medicados, arriesgaban una descompensación. Otros que huyeron semidesnudos corrieron por distintos sectores de Buenos Aires a resguardarse como pudieron, desafiando el frío porteño y la violencia policial.

Dentro de los objetos confiscados por las autoridades locales, se encontraban cuatro murgueras, dos trompetas, un trombón, un zurdo (instrumento de percusión) y el bombo, elementos identitarios que fueron poco a poco devueltos a los simpatizantes azules, que de todas maneras generaron algunos disturbios en Avellaneda tras su liberación.

Si bien los heridos comienzan a recuperarse, el trauma de la golpiza probablemente se extienda por mucho tiempo. Mientras que, en los escritorios, la dirigencia de Universidad de Chile se enfrentará a la de Independiente en la búsqueda de una clasificación que debió haberse definido dentro de la cancha.

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